La gran era de ir al cine está muriendo: Sam Mendes y Empire of Light
Ok, entendemos la nostalgia. Es decir, esa nostalgia sólo para los privilegiados que pueden experimentar salas de cine más de una vez a la semana. En México fuimos así de privilegiados: nuestro gobierno pagó por décadas un sistema de salas de exhibición para propagar la cultura y los productos del séptimo arte. Después, antes de que las grandes cadenas devoraran casi monopólicamente el mercado de entretenimiento, entre las décadas de 1990 y hasta la primera década de los 2000, todavía existían alternativas accesibles al bolsillo de cualquier incauto y cualquier estrato social. Pero, la realidad, es que para alcanzar el estatus de cinéfilo sibarita y conocedor, los nacidos entre las décadas de 1950 y 1980, nos educamos durante nuestra infancia, adolescencia y juventud, mayormente, en los videoclubes que rentaban películas, Torrent y la descarga ilegal de películas que jamás llegaron a cartelera. Eso o el famoso “Cine permanencia voluntaria” de Canal 5. Para nosotros ir al cine era una experiencia de convivencia única: socializar nuestro gusto por el entretenimiento audiovisual. Eso sí, todo limitado a la capacidad de nuestro bolsillo.
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Así, podemos entender que los creadores nacidos en estas décadas aspiraran, como sueño más ansiado, a estrenar y proyectar sus películas en las míticas salas donde vieron las películas que les cambiaron la vida. Claro, ese ritual no se ha perdido, pero la evolución del mercado de entretenimiento nos ha conducido a productos audiovisuales cuyas narrativas hoy son excluidas de esa escena debido a las posibilidades prolijas del streaming. La “gran era” de ir al cine está muriendo, dijo Sir Sam Mendes, y agregó que cree que sus películas más famosas irían a los servicios de transmisión si se hicieran ahora. El director británico, conocido por películas como 007 Spectre (65%), Belleza Americana (88%) y 1917 (98%), detalló:
El siglo XX, la gran era del cine, la gran forma de entretenimiento, que era ir al cine, está muriendo. Miro hacia atrás en mis películas y creo que Belleza Americana, Sólo un sueño, Away We Go, todas se transmitirían ahora y eso me entristece.
Esta presunción, que responde a un análisis del estatus actual de la industria, lo expuso mientras hablaba en el programa Sunday With Laura Kuenssberg de la BBC. Mendes también dijo:
Las películas de presupuesto medio ya no se hacen para los cines y, en su lugar, la mayoría de las veces van directamente a los servicios de transmisión, como Netflix o Amazon Prime. Miras los multicinemas y la gente dice ‘hay seis pantallas’ y luego vas a esas seis pantallas y dice ‘pantalla uno Avatar, pantalla dos Avatar, pantalla tres Avatar’, ese no es un cine de seis pantallas; son sólo seis pantallas que muestran la misma película. Esa es una comprensión diferente de por qué se crearon esos edificios en primer lugar.
Lo cual es una crítica al modo en que las propias salas de cine han privilegiado una ofertas cerrada y sin oportunidad para cuanto no es mainstream. Lo cual es verdad: no es un error de las productoras y los creadores, sino una configuración errada de las compañías dedicadas a la exhibición de películas. Mendes también explicó que los cineastas ahora tienen que “aceptar y abrazar la ambición de una pantalla grande” o “aceptar que millones de personas los verán en la transmisión, lo cual no es malo”.
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Una situación de este tipo rompe el corazón para quienes crecieron viendo a las salas de cine como la última frontera de la experiencia cinematográfica, como el revolucionario George Lucas, quien instauró una experiencia impresionante con la nueva tecnología para la proyección de películas —sobre todo a nivel sonoro. La última película de Sam Mendes, Empire of Light (45%), es un drama romántico ambientado en un antiguo cine de la ciudad costera inglesa de Margate en 1981. Así que ya de suyo, este discurso forma parte de la ficción que nos quiere mostrar.
Mendes le dijo previamente a The Guardian que la película era una carta de amor al cine:
Si estás roto, las películas pueden ayudarte a recomponerte. Soy un romántico Yo creo eso. Sin embargo, eso podría convertirse fácilmente en realidad: se trata de la magia de las películas.
Semejante aventura promete mucho, sobre todo después de la maravilla fílmica que resultó 1917 (98%). Es la primera película del director dirigida a partir de su propio guion y se inspiró en su infancia al crecer alrededor de alguien que padecía una enfermedad mental. Está protagonizada por la actriz ganadora del Oscar Olivia Colman como directora de cine con trastorno bipolar, un personaje basado en gran medida en la madre de Mendes.
Hay un estigma que todavía está asociado a la enfermedad mental, aún hay un manto de oscuridad que se arroja sobre él. Si sales del hospital y te acabas de recuperar del cáncer, inmediatamente te digo ‘¿cómo estás?’ Si sales de un centro de salud mental, no hablo de eso, probablemente no te haga la pregunta.
Así que Sam Mendes intenta acercarse a dos grandes amores (su madre y el cine) con la plena conciencia de que era un canto nostálgico a un mundo que ya no entenderían las nuevas generaciones. Dijo que tenía que “dramatizar” el efecto de lo que es vivir la depresión bipolar y maníaca, “en lugar de explicarlo”.
La película, pese a tener una recepción bastante mala en sus primeras críticas, es prometedora. Colman, de 48 años, protagoniza junto al actor jamaiquino-británico de 25 años Micheal Ward, quien interpreta a un vendedor de entradas de cine y que inicia una relación íntima con la protagonista.
Hablando sobre trabajar con Colman en la película, Mendes expuso:
Estaba muy avergonzada de interpretar las escenas de sexo, como suele ser el caso. Estás viendo a la gente en su estado más crudo, en su estado más vulnerable emocionalmente. Es como cualquier cosa, estás tratando de empujar un poco más hacia los lugares a los que normalmente no se te permite entrar, vas detrás de la cortina por así decirlo y quería ver su deseo físico.
La película se estrena en los cines del Reino Unido este lunes 9 de diciembre. Esperemos verla pronto cruzando nuestras fronteras —y no directo a streaming, sino en pantalla grande. En el fondo, también somos nostálgicos en Tomatazos y comemos palomitas con kétchup. (Déjennos, así nos gusta a nosotros.)