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Tres bodas y un funeral: la apasionante vida de novela de Isabel Allende

Las novelas de Isabel Allende han conmovido a más de 70 millones de personas en todo el mundo. Desde que comenzó su carrera en el mundo de la literatura en 1982 con La casa de los espíritus, la chilena nacionalizada en Estados Unidos ha enamorado con sus casi 20 libros en más de 40 idiomas a sus lectores más fieles a lo largo de todo el planeta. Ahora acaba de publicar Violeta, historia de una mujer cuya vida abarca los momentos históricos más relevantes del siglo XX. Pero la vida de Isabel Allende bien podría ser también la de alguno de los personajes de sus novelas y de hecho, son muchos los críticos que ven tintes autobiográficos en muchos de sus libros.

the writer Isabel Allende during the presentation of her book LARGO PETALO DE MAR (long petalo de mar) at the house in America de Madrid. Spain May 27, 2019 (Photo by Oscar Gonzalez/NurPhoto via Getty Images)
the writer Isabel Allende during the presentation of her book LARGO PETALO DE MAR (long petalo de mar) at the house in America de Madrid. Spain May 27, 2019 (Photo by Oscar Gonzalez/NurPhoto via Getty Images)

La vida sentimental de Isabel Allende serviría de inspiración a otros novelistas o a la propia Isabel, que a sus 79 años sigue creyendo en el amor apasionado. "El amor es igual que a los 18, pero con más urgencia", comentaba en una entrevista en Mujer Hoy. Sin duda, la chilena ha tenido una vida amorosa de lo más intensa y ha vivido al máximo cada romance a lo largo de estos años. Hija del diplomático Tomás Allende Pesce, primo hermano de Salvador Allende, el que fuera presidente de Chile en 1970, y de Francisca Llona Barros (a la que cariñosamente llamaban doña Panchita), Isabel nació en Lima cuando su padre era secretario de la embajada de Chile en Perú. Sus padres se separaron en 1945 y ella volvió a Chile con sus dos hermanos menores y su madre, donde residió hasta 1953, año en el que su progenitora se casó por segunda vez con el también diplomático Ramón Huidobro Domínguez, que fue destinado a Bolivia, donde la joven Isabel empezó a estudiar en un centro americano. Más tarde, la familia se marchó un tiempo a Líbano.

Fue a su regreso a Chile con la crisis del canal de Suez, cuando tenía tan solo 17 años, cuando la hoy escritora de éxito se reencontró con un amigo de la infancia, Miguel Frías, que entonces estudiaba Ingeniería, y comenzaron una relación sentimental. En 1959, Isabel se unió a las Naciones Unidas, trabajando para la Organización para la Agricultura y la Alimentación. Cuatro años después se casaron y en Santiago de Chile tuvieron a sus dos hijos: Paula (nacida en el 63 y que falleció en 1992) y Nicolás (nacido en 1967). "Me casé muy enamorada, pero cuando se me acabó el amor, arrastré el matrimonio nueve años más porque tenía niños pequeños y trataba de arreglar las cosas. Ahora, cuando voy a Chile quedo siempre con mi ex y su actual esposa", contó la novelista en El País.

Cuando la familia vivía feliz en el país y ella escribía para Paula, la primera revista feminista de Chile, de la que fue una de las fundadoras, y también empezó a trabajar en televisión como presentadora, el 11 de septiembre de 1973 sufrieron en primera persona el golpe de Estado contra Salvador Allende y la llegada de la dictadura que pusieron a Isabel en la lista negra, por lo que tuvieron que exiliarse a Venezuela, donde permanecieron y rehicieron su vida hasta finales de la década de los 80.

Segunda boda un año después del divorcio

En 1978, Isabel se había mudado a España por un par de meses y en 1981 recibió la noticia de la muerte de su abuelo. Comenzó a escribirle una carta que finalmente sería su primera novela, La casa de los espíritus, publicada en 1982 y que es un clásico de la literatura latinoamericana. Los continuos viajes de la escritora y su éxito literario hicieron mella en el matrimonio, que se separó definitivamente en 1987. Apenas un año más tarde, Isabel se casó con el abogado y actor Willie Gordon (que falleció en 2019 a los 82 años) en una ceremonia íntima en julio en la ciudad estadounidense de San Francisco. En 1990 la democracia volvió a Chile y después de 15 años, Isabel regresó para recibir el Premio Interamericano de Cultura Gabriela Mistral, en honor a una poetisa, pedagoga, diplomática, y feminista chilena que recibió el Premio Nobel de Literatura.

Después de 27 años de matrimonio, en 2015 y coincidiendo con el lanzamiento de su libro El amante japonés en inglés y español, Isabel vuelve a separarse a los 73 años. "Claro que me puedo enamorar otra vez. Yo me enamoré la primera vez cuando tenía siete años", decía ese mismo año. "¡Las veces que he tenido amante ha sido rebueno! Te juntas para ver a tu amante en tiempo robado, así que vas a sacarle todo el jugo. Estás con él al cien por cien. Olvídate del niño que está con paperas, olvídate de todo. Estás intensamente. Eso es delicioso. Es un banquete de la vida", comentaba en XL Semanal.

Su tercer amor a los 75 años

La edad nunca ha sido un impedimento para la escritora para volver a creer en el amor y en 2017 sintió de nuevo mariposas en el estómago. Conoció a Roger Cukras, al que dedicó su novela Más allá del invierno. "Por el amor inesperado", escribía en la dedicatoria. Cukras es americano, abogado especializado en Derecho Fiscal y socio del bufete neoyorquino Ingram Yuzek Gainen Carroll &Bertolotti desde 1994.

Se conocieron en California, donde ella se había instalado con su perro. "En ésas, un señor de Nueva York me escuchó en la radio de su auto, camino de Boston. Escribió un correo, y otro, y otro, a mi oficina. Al tercero, le contesté yo misma porque lo acompañó de un ramo de flores. Cinco meses después de recibir cada día un correo dándome los buenos días y otro las buenas noches, aproveché un viaje de trabajo para verle. Ahí, en cinco minutos, se armó la cosa, y ahora él está vendiendo lo que tiene para venirse conmigo", decía en El País. "O sea, que esas cosas ocurren, son milagros que pasan. Sí, me enamoré a los 75 por tercera vez en mi vida, no hay amor sin riesgo", añadía.

Vitalista como pocas, con unas ganas inmensas de vivir apasionadamente cada minuto de su vida, Isabel ha tenido siempre un punto de vista optimista en cada uno de los momentos duros que le ha tocado sobrellevar. "Cuando me separé de Willie, al que amé mucho, la gente me daba el pésame, como diciendo: "Ay, esa pobre señora vieja que se va a quedar sola". Y yo pensaba, esto no es ni el 10% de lo que pasé con Paula (su hija fallecida). Ya nada va a partirme. El amor no sólo pasa en las películas, sino también en cualquier momento. A veces por casualidad o porque la gente lo busca". Isabel y Roger se casaron dos años después, cuando ella había cumplido ya los 77 años. "La paciencia es el secreto. Hay que hacer el esfuerzo de hablar cuando surge algún problema. Esto lo he aprendido, porque yo soy más de retirarme a mi silencio y refugiarme en la soledad. Pero esto en la pareja no funciona. Ando en ese trabajo... Y también estoy intentando no ser tan mandona", decía en Telva en 2020, donde afirmaba que cada día se arregla y se maquilla para salir a pasear a sus perros en su casa de California y luego dedica el día a escribir, contestar a sus seguidores por mail y leer.

"Mi mamá decía que tengo el síndrome del árbol de Navidad. Le voy colgando chirimbolos al pino hasta que se le van cayendo y se seca. Eso mismo es el matrimonio. Le cuelgas de todo, pero acaba secándose. Yo sé que a Roger ahora le estoy decorando mucho. La buena cosa es que con él no voy a alcanzar los 20 años, o nos dejaremos o nos moriremos antes, y será mi última relación", decía en El País.

La pérdida de su hija

Sin duda, la gran tragedia en la vida de Isabel Allende fue la muerte de su hija Paula, cuando tenía 29 años como consecuencia de las complicaciones al sufrir porfiria. "No se supera, y no creo que nadie en realidad quiera superarlo. Uno, con suerte, lo asimila, y queda como algo dentro de ti bajo la piel. Cualquier cosa inesperada, un recuerdo, un detalle, trae el dolor de vuelta aunque sea brevemente. Por ejemplo, si pasa por la calle una chica flaquita con blue jeans, blusa blanca y cola de caballlo, y la veo por detrás, me parece que es mi hija Paula. Es un recuerdo lindo que duele por un momento y después se va dejando una tristeza dulce como la ternura", decía en Telva. "Así que no puedo decir que lo haya superado. Sólo lo he asimilado. Escribir el libro Paula me sirvió para entender que a ella no le quedaba otra salida que irse, y yo debía empezar a vivir de nuevo sin mi hija", concluía.

El año más complicado

La muerte de su madre, que para ella siempre fue su gran cómplice y uno de sus grandes amores, en 2019 también le afectó, ya que coincidió en apenas tres meses con pérdida de su padrastro, Ramón. "Ha pasado la muerte y además he tenido que ir a Chile varias veces y ahora voy a tener que ir de nuevo a echar las cenizas de mis padres en el mar, como ellos me pidieron. Hay que deshacer el apartamento donde ellos vivieron 30 años; todas sus cosas hay que repartirlas, ha sido complicado, y además hay muchos proyectos que están en el aire, de miniseries y de cine, que me obligan a leer guiones y contratos. Así que estoy dispersa, no estoy en mí... Echo terriblemente de menos a mi madre", comentaba poco después en Mujer Hoy, donde explicó que cada día le escribía una carta y que tras su fallecimiento miraba cada mañana su foto para recordarla y sentirla presente.

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