Isabel Preysler celebra junto a Tamara Falcó e Íñigo Onieva su premio más especial
El pasado jueves 10, la Embajada de Filipinas en España organizó la primera edición de los Premios Tanglaw, para reconocer a las personalidades e instituciones que han contribuido a "fomentar las relaciones entre los dos países". Una de las galardonadas fue Isabel Preysler, de quien se resaltó ese día que no solo ha ayudado a "promover el intercambio cultural", sino también ha "utilizado su voz e influencias en iniciativas filantrópicas en España destinadas a la educación de los niños y ayudar a las víctimas de desastres en Filipinas".
A la entrega de los premios —tanglaw es 'luz que guía' en filipino—, Isabel acudió con su hija Tamara Falcó e Íñigo Onieva, quien estuvo de lo más caballeroso con su suegra: el empresario esperó de pie a que Preysler se sentara para acercarle la silla. "Es verdad que lo es. Y cómo trata a mi hija. Cada vez le quiero más por cómo trata a mi Tamy", nos apuntó Isabel. Allí, charló con el embajador de Filipinas, el excelentísimo señor Philippe J. Lhuillier, y su mujer, doña Edna D. Lhuillier, quien nos desveló que guarda un parentesco lejano con Isabel —"de cuatro generaciones"—.
Preysler se mostró feliz con su reconocimiento, como manifestó al recoger el galardón: "No necesito ningún premio para recordar mis raíces. Hace 55 años que llevo viviendo en España, donde siempre me llaman “la filipina”. Pero, cuando voy a mi país, me consideran “la española”, dijo en ese instante. "Continuamente, me preguntan si me siento más española o filipina. Yo contesto que no hace falta escoger, porque España y Filipinas, a pesar de algún rifirrafe, siempre han estado unidas", añadió.
—¿Qué te parece este reconocimiento?
—Ha sido un orgullo y un honor. La verdad es que no me esperaba este premio y les agradezco muchísimo que me lo hayan otorgado.
—La mujer del embajador nos ha contado que guardas cierto parentesco con ella desde hace cuatro generaciones.
—No lo sabía, me acabo de enterar.
—Llegaste a España con 17 años, ¿qué es lo primero que te llamó la atención de nuestro país?
—Como fui directamente a casa de mis tíos, a la Castellana, me chocó la falta de verde, porque en Manila se vive rodeada de vegetación.
—¿Qué conservas de Filipinas después de tanto tiempo viviendo en España?
—Muchísimos recuerdos y algunas costumbres.
—¿Qué opinas de que se diga que tu personalidad está envuelta en misterio?
—Te aseguro que yo no tengo ningún misterio, lo deben decir por mis rasgos filipinos y mi aire oriental.
—¿Y mantienes alguna costumbre de tu país?
—Sobre todo, la gastronomía; en casa tomamos comida filipina a menudo. En alguna ocasión importante me pongo el vestido nacional filipino, que es precioso y muy favorecedor, y en mi jardín hay mucha vegetación, sobre todo bambúes, que me recuerdan a mi infancia en Filipinas.
—¿Y tus hijos también se sienten filipinos?
—Reconocen siempre que tienen sangre filipina y están muy orgullosos de ello.
—¿Alguno de ellos sabe hablar el idioma aunque sean unas palabras?
—No, no saben.
—¿Cuál fue la última vez que visitaste tu país?
—Hace cinco años. Siempre que puedo escaparme, me voy para Estados Unidos, donde están mis hijos mayores y mis nietos. En cuanto encuentre un hueco, espero que sea pronto, volveré a Filipinas.
—Acaban de publicar que Julio Iglesias se quiere retirar y que tiene problemas de movilidad
—No, no. Está bien.
—¿Cuándo le viste por última vez en persona?
—Hace tiempo ya, pero hablo con él por teléfono, y si fuese lo contrario, yo lo notaría enseguida en su voz y su estado de ánimo.
Habla Tamara
Durante la entrega de premios, también pudimos charlar con Tamara Falcó, quien nos confesó lo que supone este reconocimiento: "Yo no era tan consciente de que mi madre ha hecho de “link” entre los dos países. Es buenísima embajadora de todo", nos dijo con gracia, para luego agregar: "Mami siempre ha tenido a Filipinas muy presente en casa, en la forma de vestirse y también en nuestra educación y a la hora de comer".
—¿Qué tradición mantenéis?
—En el libro de cocina que publiqué hace unos años, hay una sección con todos los platos de allí: los lumpiang, que son los rollitos filipinos; el adobo, y el pospas, que es un caldo de pollo con arroz que toma Íñigo cuando se pone malito.
—¿Qué tienes tú de filipina?
—En el colegio, me decían que tenía rasgos filipinos, aunque es posible que menos que mis hermanos (ríe).
—¿Sabes hablar algo del idioma?
—Nada. Bueno, sé decir masarap, que significa "muy bueno" —"sabroso"—.
—¿Cuándo fue la última vez que visitaste Filipinas?
—Hace tres años, con Íñigo. Estuvimos en Bohol. Allí nos miraban con cara rara, porque es un lugar muy autóctono. De hecho, se lo he comentado a los embajadores y me han confesado que ellos nunca han estado (ríe). También vimos el mono más pequeño del mundo. Es todo muy bonito.