Jardines salvajes: una fábula lúcida de la convivencia social en nuestros tiempos
Título original: Native Gardens. Autora: Karen Zacarías. Adaptación y dirección: Ricardo Hornos. Intérpretes: Carlos Portaluppi, Viviana Puerta, Nazareno Casero, Micaela Vázquez. Escenografía: Lula Rojo. Iluminación: Ricardo Sica. Vestuario: Alejandra Robotti. Sala: Multiteatro Comafi (Corrientes 1283). Funciones: miércoles, jueves y viernes, a las 20 hs; sábados, a las 19.30 y 21.30 hs. y los domingos, a las 19.30 hs. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena
Dicen que los opuestos se atraen y se complementan, pero también pueden provocar una guerra. La exitosa pieza de la autora de origen mexicano Karen Zacarías (estrenada en 2019, en el Syracuse Stage), se apoya en esta premisa, que en este caso se trata de dos vecinos, cuyas casas están una al lado de la otra, posiblemente en la zona norte del conurbano, con un jardín que separa ambos terrenos. Sus protagonistas son dos parejas, una de unos 50 años años, Franco (Carlos Portaluppi) y Dolores (Viviana Puerta) y unos treintañeros, él, Pablo (Nazareno Casero) abogado, ella, Tania (Micaela Vázquez), psicóloga a la espera de un bebé. El conflicto entre una y otra pareja aparece casi de entrada, los mayores cultivan un jardín con flores que parece iluminar con sus colores la casa, mientras que la de sus vecinos, amantes de las plantas nativas y la ecología, tiene solo, al momento de mudarse, un palo borracho en su jardín. Y es precisamente el jardín el que provoca la gran disonancia entre una pareja y otra . Ya que Pablo, el joven abogado, descubre qué en sus planos, la medianera del vecino le quitó como un metro a su de terreno. El tema es cómo decirle al otro, sin herir sus sentimientos, ya que tiene todo el terreno sembrado de coloridas flores de temporada, con las que compite al mejor jardín del año.
Planteado el primer conflicto, la obra de Zacarías, muy bien adaptada a nuestra idiosincrasia, por el prolífico productor, director y cineasta radicado en los Estados Unidos, Ricardo Hornos, ganador de varios premios Tony, se desliza como en patineta, claro, pero por un ríspido camino de roces y solapadas buenas maneras, que permiten demostrar sus muy valiosas cualidades a los cuatro intérpretes.
Sin embargo, para Karen Zacarías, su comedia de situaciones se apoya más en el dúo de mujeres. Ellas son las que terminan enfrentando, no con suaves palabras, precisamente, el conflicto de la pieza. Y los varones acá quedan un poco al margen; si bien Franco tiene una motosierra y al comienzo parece un león a punto de abrir sus fauces, termina siendo un cordero gruñón, que acepta que su mujer resuelva el conflicto con los vecinos.
La comedia se desliza con avidez, a través de escenas breves que se resuelven en sí mismas pero dejan paso al, digámoslo así, sketch siguiente, y va en un crescendo dramático muy certero. Quizás hubiera necesitado una mayor dosis de intriga y de intenciones ocultas y más especulativas por parte de los personajes. Pero lo cierto es que se los ve cómodos a estos muy admirados actores interpretar una pieza que Ricardo Hornos se preocupó muy bien por adaptar a la medida de las habilidades creativas intrínsecas de cada artista. Así, las chicas llevan la voz cantante y exhiben sus dotes actorales, atemperando los conflictos más intensos de la trama con suspicacia y dotes de conocedoras de su oficio; Portaluppi vuelve a exhibir una vez más su efectiva gama de matices siempre admirables y Casero le aporta simpatía, calidez y ternura a un personaje que se mueve cómodo .
Las disyuntivas de discordancias sociales, que, a partir de un matiz mínimo, pueden subir la temperatura al máximo entre los humanos y hoy son moneda corriente, son parte de la certera propuesta de Zacarías. Así es bueno, transcribir un tenso diálogo entre Dolores, la mayor, y Tania, la más joven y embarazada. “¡Tu generación! Milennial, Centennial o como m... se llame”, le dice Dolores a Tania. Arman un grupo de WhatsApp, van con la cacerola a dos piquetes, y se creen que con eso han refundado el feminismo. Mientras que alguien como yo, de mi generación, tenemos otras ideas de lo que es la lucha de la mujer… Pero hablar, con pronombres, cómo tengo que reaccionar ante un piropo, qué tengo que pensar o sentir. ¿Entendés lo que te digo? Vos y yo seguramente estamos de acuerdo en el 90% de las cosas. Pero en el 10, no estamos de acuerdo, lo que no tolero es que me quieras imponer tu punto de vista”. A continuación, Tania que la escuchó impávida, hace un silencio y le responde: “¿Terminaste con tu berrinche?”. Destacamos esto porque estas frases provocaron el primer y estruendoso aplauso de la noche, y así se fueron sucediendo otros a medida que las frases iban dando forma a ese ying y yang que define a una y otra pareja de esta lúcida fábula de estos tiempos, que ofrece Karen Zacarías. Aunque al final una sorpresa que incumbe a todos, dejará al público con el agradable sabor de que el mundo parece construirse no sólo a partir de provocar una guerra con el vecino.
Esta comedia entretenida, sorprendente y con matices generacionales y coyunturales, hace que el público responda con aplausos constantes. Quizás la adaptación se apresuró un poco en aligerar su final, pero la escena de la manguera, el fósforo, el susto, los cuerpos empapados y el niño a punto de nacer terminan transformando los conflictos en una dosis de ternura, que, en definitiva y a pesar de las diferencias nos hace falta a todos. Un estruendoso aplauso a los intérpretes da a entender que una vez más el teatro comercial acierta con sus fórmulas directas, certeras y actuales dirigidas a un público algo mayor de treinta y pico de años.