Jorge Araujo: dejó la enorme exposición que le daba Divididos para hacer su propio camino e irse a vivir lejos de las grandes ciudades

Jorge Araujo, muy lejos de los días de Divididos, cada vez pasa más tiempo en un pueblo de San Luis de 1000 habitantes
Jorge Araujo, muy lejos de los días de Divididos, cada vez pasa más tiempo en un pueblo de San Luis de 1000 habitantes - Créditos: @Mariano Otamendi

Jorge Araujo no reniega de su pasado. Y tampoco lo añora en gesto melancólico. Sabe que su pasado como baterista de Divididos le dio una masividad que es probable nunca vuelva a lograr, pero también sabe que el precio a pagar era, para él, muy alto. “Viví la intimidad de una manera un poco complicada”, le dice a LA NACIÓN antes de la presentación de Electro, Carne y Hueso, su tercer disco solista, este martes 21 de mayo en Café Berlín. “Capaz estaba con mi hijo en una plaza y venía alguien a filmarme. Capaz otro artista podría haber seguido como si nada, pero por mi personalidad, me siento un poco invadido. Pero sí, también extraño el reconocimiento del mainstream”.

Es ese equilibrio el que le permite ahora navegar las aguas que le dicta su deseo artístico. Electro, Carne y Hueso lo tiene como principal comandante de sus canciones. Las escribió, las compuso y las tocó. Y fue en ese momento en el que se desprendió y se las cedió a tres productores distintas para que las trabajaran sin él. Y así como durante los últimos años se habló de los discos que nacieron en pandemia, se podría decir que este disco de Jorge Araujo fue uno que “murió” en pandemia. Encerrado en su casa, se compenetró con las baterías programadas, los sampleos y las secuencias. Armó canciones, maquetas, de todo. Tanto que su computadora se llenó de info y cuando eliminó proyectos para hacer espacio... borró todo el disco.

“Es un disco intenso porque hay algo de enojo y bronca”, dice con una sonrisa. “Me quedé sin canciones y yo no tengo memoria para recordar qué era lo que había compuesto, porque soy muy intuitivo, invento afinaciones en el momento y hago cosas que si no las vuelvo a escuchar no puedo reproducirlas”.

Así fue que el disco lo compuso desde cero y en poco tiempo pero con un horizonte claro: cantar sobre cosas que le pasan ahora. ”Si yo hago un tema que se llama ‘A un minuto de envejecer’ es porque estoy hablando exactamente de lo que me conmueve de esta etapa de la vida”, dice Jorge Araujo, de 58 años. “No estoy hablando de cosas que me pasaron cuando tenía veintipico. Y si las hablo, las hablo como un relato de algo que me pasó. Pero trato por todos los medios de ser lo más honesto posible con lo que me está sucediendo hoy, escribiendo y componiendo”.

Tal como lo sugiere el nombre, Electro, Carne y Hueso tiene aires folklóricos e intimistas con un sonido que no le escapa a la modernidad. Siempre con la canción y la melodía como estructura y motor, respectivamente. Y esa idea de cantar sobre el presente a la que se refería tiene su ejemplo más visible en “Pepino” y “El impostor”. La primera fue compuesta para su perro y su lucha contra la hemofilia. “La escribí pensando en que se venía lo peor”, cuenta Araujo. Pero ahora asegura que su perro “está bien y se la pasa caminando entre nosotros cuando ensayamos, así que hasta escuchó la canción que le dediqué”.

Jorge Araujo pasa buena parte del año en Los Molles, un pueblo de San Luis de 1000 habitantes
Jorge Araujo pasa buena parte del año en Los Molles, un pueblo de San Luis de 1000 habitantes - Créditos: @Mariano Otamendi

“El impostor”, por su parte, habla de su idea de irse a vivir alejado de las grandes ciudades. Desde hace unos años, Jorge Araujo y su pareja transicionan hacia una vida radicada en Los Molles, un pueblo de San Luis con menos de mil habitantes. “No sé cómo fue que dije ‘Yo quiero terminar viviendo acá’”, cuenta. “Yo estoy casi ahí, ya estoy ya muy cerca de irme a vivir definitivamente. La canción habla justamente de buscar un lugar y después te das cuenta que no es ese el lugar donde querés estar. Yo no quiero estar en las grandes ciudades. Pero tampoco quiero terminar en una situación de ermitaño, no. Porque tengo amigos y amigas allá”.

–¿Cómo fue el proceso de decidir que ese es el lugar? Porque el sueño de irse a vivir a la nada es idílico pero después la realidad puede ser otra.

–Al principio íbamos en determinados momentos donde el clima capaz que era más aceptable. Después empezamos a ir varias veces por año durante las cuatro estaciones. A veces nos quedamos bastante tiempo, de hecho, hay mucha gente que piensa que vivo ahí porque me ven ahí todo el tiempo. Conectamos con otras cosas y eso tiene que ver con la naturaleza y el entorno natural de un lugar. Empezás a conocer la vegetación, la fauna. Y qué relación tenés con ese contexto. Porque en general las personas todo lo que vemos como una amenaza, lo matamos. Que es una cosa típica del desconocimiento. Ahí por ejemplo hay temporadas de yararás, y bueno. No te digo que la paso bomba pero tampoco vas a andar matando cada yarará que veas. Tengo que aprender a cuidar a Pepino y también a soltarlo y que aprenda solo. Por suerte tengo la compañía de mi compañera y compartimos este proyecto”.

–¿Y cómo se reconfigura tu relación con la música desde allá?

–Voy a grabar ahí. A nivel tecnológico ha avanzado mucho todo. Sumado a que me amigué un poco con la tecnología. Si yo no supiera grabar con la computadora, me sentiría mucho más complicado. Ahora, donde me plante armo un equipo de gente y vamos para adelante. Hoy grabás en cualquier lado. Antes ahí no había ni luz, ahora hasta internet hay. Mientras no te pongas invasivo y hagas cagadas, me parece que está bueno aprovechar esa posibilidad porque es muy inspiradora también. A mí me han salido letras en lugares así, porque es muy fuerte. Sentir que estás en un lugar en tiempo real, no estás ni proyectando ni tampoco melancólico con cosas que han pasado. Estás ahí es ese momento.

–Alejarse de la ciudad implica casi indefectiblemente alejarse del mainstream. También es parte de tu nueva vida, ¿no?

–Sé que el mainstream es reconocimiento y que eso se transforma en trabajo. Y yo vivo en una incertidumbre absoluta en este momento artístico. A veces es una gran soledad que hasta piso el palito y me cuestiono y después me digo: “Pará, flaco, que estás haciendo lo que querés y no le debes nada a nadie. No te colgás de ninguna situación, vas para adelante y encima te van a ver y pagan la entrada, ¿te podés calmar? Después vemos si van cien, dos mil o diez mil. Pero aflojá”. Y yo mismo lo tengo que hacer porque extraño esa situación de reconocimiento, es algo que a veces me toma un poco y la verdad que lucho contra esa parte. Porque como artista soy muy joven. O sea, tengo siete años como solista, entonces no conozco esta sensación de “¿A ver qué pasa?”.

Jorge Araujo en la tapa de Electro, Carne y Hueso
Jorge Araujo en la tapa de Electro, Carne y Hueso - Créditos: @Mariano Otamendi

–El reconocimiento como baterista no se traduce automáticamente en un reconocimiento en todo lo que hagas por fuera de la batería...

–Claro, una cosa es el reconocimiento como baterista, del que estoy súper agradecido a la vida, porque excedió lo que yo me imaginaba. O sea, hasta el día de hoy, como artista me tengo que ganar el espacio. Como han hecho todos. Imaginate Charly García... Lo que yo estoy haciendo desde hace 7 años, él lo hizo durante más de 40. Aparte las canciones y lo que ha escrito y cómo se ha expuesto a la edad que lo ha hecho. Yo sé que tengo que hacer música que de repente conmueva para que eso vuelva. Y trato de no forzar nada, de que todo esto se de naturalmente, porque si no, estaría yendo en contra de lo que yo estoy escribiendo y de las cosas que estoy buscando en mi propia vida. O sea, yo no quiero vivir de gira y hacer 400 shows en el año. Porque si no, no estaría hablando de ir a vivir a la montaña.

–¿Es algo así como estar en paz con la idea de que la búsqueda artística y el éxito comercial no van a ir de la mano?

–Creo que por suerte yo soy grande y te das cuenta qué cosas tienen que ver con un producto comercial y qué cosas tienen que ver con algo artístico. Después si esas cosas se juntan, bueno, son los Beatles. O sea, eso es la primera cosa que uno tiene que tener en cuenta. A mí me va muy bien ahora. Si vos me decís: “Qué bueno, ¿y qué hacés? ¿Vas a cambiar el auto?”. No, no, pará, pará que no. Te estoy diciendo que me va bien, no que me estoy llenando de plata. Estoy haciendo la música que quiero con la gente que quiero y encima puedo tocar y la gente me viene a ver. Eso para mí es que me vaya muy bien.

–¿Qué tan importante fue Divididos para entender y experimentar todo esto?

–Fue clave. Cuando yo estoy en Divididos ya soy un artista. Estás en una banda que dice algo y vos sos miembro. Éramos socios, entonces estás de alguna manera involucrado de un lugar que yo no conocía desde que era adolescente, prácticamente. Porque las otras bandas me llamaban para tocar y listo. Yo no participaba de las composiciones. Acá era coautor de las canciones, compositor. Fue muy fuerte y fue la primera vez que sentí un cimbronazo. Me volví loco, me encantó, pero lo bueno y lo malo. Porque es un nivel de compromiso muy grande. Ahí dije: “Qué bueno, esto es ser artista”. Sentí estar en un lugar muy, muy comprometido. Esa sería la palabra.