Joss Stone: de la niña que no quería cantar pop en televisión a su gran historia de amor
“Aprendí a no pelear, encontré mi paz porque ya no peleo: es un buen lugar para estar”, dice Joss Stone. Es difícil saber con ella porque nunca, ni en lo que ella considera “sus peores momentos”, se la vio menos que radiante: es una cantante excepcional que, además, tiene el don del carisma y una belleza inocente que parece de otras épocas. Pero sí, en algún momento de su carrera se tuvo que parar: lo suyo era el soul, desde que debutó con The Soul Sessions en 2003 e incluso desde antes, pero la industria tenía otros planes. “Estoy más tranquila y sí, tengo menos plata, pero no buscaba eso cuando empecé”, sostiene, y se le cree: su actualidad en familia, casada con Cody DaLuz y madre de Violet y Shackleton, de gira por el mundo y siempre con el soul como bandera, la encuentra -como ella dice- en paz. Y parte de esa paz se trasluce en su último single: “Loving You”, una canción de amor a su esposo que por supuesto sonará en su show de este martes en el Movistar Arena.
–Hay algo notable en “Loving You”, que es que tiene el mismo tono relajado y la misma calidez que el momento que, según contaste, te inspiró a escribirla. Funciona perfectamente como banda sonora para un encuentro romántico a altas horas de la noche. ¿Cuáles son esos trucos que usás para infundir calidez y relax en una canción cuando la cantás?
–Creo que cuando hice “Loving You” me sentía así. Simplemente estaba en ese estado. Steve Greenwell, quien creó la pista antes de que yo escribiera algo sobre ella, me había enviado no sé cuántas pistas, alrededor de 10. Y yo me quedé despierta y Cody se había quedado dormido, porque siempre se acuesta más temprano que yo, y básicamente de eso trata la canción. Trata de intentar mantenerlo despierto, de pensar en cosas que decir para que se quede un poco más, porque él de verdad es una persona de mañana, y yo soy un ave nocturna. En ese momento estaba aprendiendo eso sobre él, y estábamos en los primeros meses de nuestra relación, así que estaba súper enamorada de él. Fue un tiempo mágico. Habíamos tomado un par de copas de vino y él se fue a la cama. Y yo pensé: “Voy a subir al estudio y ver qué me envió Steve”. Y encontré esa pista y pensé: “esto es bueno”. Entonces, siento que el sentimiento, el momento en el tiempo que tuve esa noche, quedó capturado en ese sonido. Así que ahora, cuando lo escuchás, lo volvés a sentir una y otra vez. Es algo muy mágico, y creo que eso es lo maravilloso de la música.
–Seguramente estás algo acostumbrada a eso, pero ¿cómo se siente exponer tus sentimientos personales, algo tan íntimo, frente a miles de personas que no conocés? ¿Es difícil, catártico o lo que sea, abrir tu corazón y decirle al mundo cuánto amás a tu esposo?
–Es gracioso, es una especie de... ¿cómo se dice? Es algo muy desnudo de hacer. Es una posición muy vulnerable. Pero creo que si lo seguís haciendo se convierte en la norma. Cuando empecé a escribir canciones, me habría encantado escribir una canción como “Bootylicious” [de Beyoncé] o algo así. Pero siempre eran un poco más artísticas o personales, como pedazos de mi diario. Y cuando intento hacer canciones pop que sean más divertidas, a veces no se me ocurre nada. Es como “esto está un poco vacío”. Así que siempre voy un poco más profundo, hacia lo que me está pasando a mí o a mi mejor amiga. O algo así. Lo que funcione para mí en ese momento, lo que me haga sentir bien, espero que haga sentir bien a quien lo escucha. Y si no me hace sentir bien, no lo lanzo. Escribí canciones que me hicieron sentir mal y que me trajeron sentimientos de angustia o tristeza, pero no quiero que la gente se sienta así. Así que no las lancé. Así que sí, simplemente escribo sobre lo que siento. Es lo que soy. Solo puedo ser yo, ¿o no?
–Este es un single, no necesariamente parte de un álbum. ¿Te gusta esta tendencia en la industria de lanzar un tema sin esperar a tener 12 canciones para un disco?
–Sí, nunca lo había hecho antes. Siempre hago un álbum. Soy una chica de la vieja escuela. Empecé mi carrera hace 21 años ya, y era una época completamente diferente. Me acuerdo que cuando hacíamos discos en esa época, nos decían cuántas canciones tenían que tener, cuántos minutos debían durar, que teníamos que tener canciones extra para Japón, había todas estas reglas y cosas que tenías que hacer para presentar un álbum a la discográfica. Y entonces nos sentábamos y hablábamos sobre lo genial que era que Stevie Wonder tuviera un disco con nueve canciones, y que algunas de esas canciones duraran siete o nueve minutos. Tenían esa libertad, ¿viste? Queríamos esa libertad para hacer lo que quisiéramos. Y ahora eso es lo que se hace y es maravilloso. Puede venir en forma de un álbum completo, lo cual realmente disfruto hacer, porque así es como crecí, es como hacer una película. Pero si no querés la presión de hacer eso, o de tomarte la gran cantidad de tiempo que se necesita para hacerlo, o la enorme cantidad de dinero, podés lanzar una canción. Hay libertad en eso. Es como los discos de 45 rpm, que tenían singles. Así que hay aspectos positivos en eso, y también hay muchos aspectos negativos, como la menor capacidad de atención de las personas, lo cual creo que es un fastidio en todos los casos. Nunca es bueno tener una capacidad de atención corta. Las cosas son mucho más desechables, lo cual, de nuevo, no es positivo. Pero hay muchos aspectos positivos a los que podemos aferrarnos.
–El problema es cuando esa corta capacidad de atención modifica la música. Cuando te sentís obligada a poner un gancho en los primeros 20 segundos, por ejemplo, porque la gente tiene que seguir atenta.
–Dios, eso es verdad. Ni siquiera caminé por ese camino todavía. Me saqué de la industria y decidí volverme un poco más cruda con las cosas y abrazar el espíritu hippie. Simplemente caminar por el mundo cantando canciones a la gente. Nunca pensé en lo que estaba pasando en la industria, me interesaba. Al principio, pensé: “Estoy bien, no quiero esa mierda. Dejame caminar por el mundo y tocar en cada país y tratar de hacer lo que siento que es lo correcto en mi corazón”. Un día volví de una gira y dije: “¿qué demonios está pasando acá?”. El mundo había cambiado. Ahora tengo que hacer Instagram y hacer Facebook y Twitter (X) y todo eso. Soy realmente mala en hacerlo incluso ahora. Lo intento. Lo hago. De hecho, encuentro un poco de placer en hacerlo ahora porque puedo hablar directamente con mis fans. Pero primero fue: “¿Qué está pasando? Esto es raro”. Tenés que adaptarte a los tiempos, pero no podés dejar que eso afecte la música que estás haciendo. La música que hacés tiene que ser algo que venga de vos, no debería estar influenciada por lo que creés que funciona en ese momento. Puede estar influenciada por tu entorno, y por la comida que comés y tus experiencias. Pero permitir que sea influenciada por el deseo de tener un número uno o algo así, creo que te lleva por un camino muy dudoso donde tu música ya no es tu corazón, ¿viste? Mientras tu corazón esté al frente, vas a ser feliz de todos modos, independientemente de si es popular o no.
–Tenés el talento, tenés la apariencia... ¿cuántas veces la industria intentó convertirte en una especie de estrella de pop dance? ¿Cuántos featurings con reggaetoneros o raperos te ofrecieron?
–Me pasó cuando era joven, porque estaban tratando de desarrollarme. Tenía 14 años cuando firmé. Sabía lo que quería hacer: estaba obsesionada con la música soul. Ese era mi estilo. Esa era mi elección desde que tenía, probablemente, nueve años o quizás menos. Pero me acuerdo de encontrar discos y escucharlos, que era la música de mis padres. Y la música que me gustaba escuchar estaba en el mundo del soul. Algo de reggae también me gustaba, pero lo que realmente quería era eso. Me acuerdo que hice un programa de televisión que se llamaba Star for a Night. Yo era una nena. Escribí una carta al programa cuando tenía 12 años y fui cuando tenía 13. Pasé todas las etapas y llegué al programa, fue muy emocionante. Me dijeron: “Queremos que cantes esta canción”. Era una canción pop. Y yo decía: “No, quiero cantar otra cosa”, y llevé canciones de Aretha Franklin y Gladys Knight. Y ellos dijeron: “Bueno, primero que todo, sos una nena, así que no podés cantar esas canciones. Y en segundo lugar, ya tenemos a una chica en el programa que canta soul. Ella está cantando R&B. Así que no podés cantar ese tipo de música. Si ambas lo hacen, no va a funcionar”.
–¿Y cómo reaccionaste?
–Me enojé tanto. Dije: “No quiero cantar esa mierda”. Así que incluso a esa edad tenía claro lo que quería hacer. Mi madre fue muy dulce. Me llevó y dijo: “Mirá, mi hija está llorando, no podés hacer que cante esto”. Así que llegamos a un trato: canté una de Donna Summer. Sonaba en la radio. Me gustaba el principio porque tenía soul. Ella cantaba: “Someone found a letter you wrote me, on the radio” [”On the Radio”, de 1979, para la banda sonora de la película Foxes]. Es una balada. Esta cuenta una historia y cuando llega el estribillo es disco pop. Así que ellos obtuvieron lo que querían y yo también. Esa fue literalmente mi primera experiencia cantando, no había nada antes de eso. Pero aún así, tuve que luchar por lo que soy, por lo que hablaba a mi corazón y mi alma. Y después sentí que tenía que luchar de nuevo porque quería escribir mis propias canciones. El sello discográfico quería que cantara covers. Ganaron, por supuesto: canté todos los covers [en The Soul Sessions]. Esos covers eran geniales y me enseñaron cosas maravillosas sobre composición y sobre contar historias. Conocí a gente que de otro modo no habría conocido si no lo hubiera hecho. Pero de nuevo, hice algo que no quería hacer. Después, otro sello me hizo hacer coreografías y cosas así, y yo no quería bailar. Era terrible en eso. Terrible, terrible. No quería hacer eso. No era para mí. A medida que fui creciendo -y tomó años para que la gente me escuchara- simplemente empecé a decir “no” de una manera cada vez más fuerte, lo que probablemente me hizo parecer un poco mala onda, pero tenía que hacerlo. Y ahora hago lo que quiero y es agradable. Es una libertad encantadora.
–Algo que se destaca en tu música es que tenés una voz maravillosa, pero no la desplegás de más solo por mostrar que podés. ¿Es difícil saber cuándo parar y cantar solo lo que la canción pide?
–No es difícil, creo que es natural hacer eso. Solo sobrecanto cuando estoy nerviosa. Y sobrecanté algunas veces, y odio escucharlo de vuelta. Suena como un desastre total. Pero eso solo pasa cuando me siento insegura. Cuando no me siento insegura y estoy conectada con la canción, solo cuento la historia. Le doy lo que necesita para que la historia se cuente, para que el sentimiento esté presente. Pero sí, esa inseguridad te hace pensar: “necesito hacer más, necesito hacer más”. No, no necesitás hacer más, solo necesitás estar presente. Tenés que hablar con vos misma y calmarte. Creo que hay cantantes maravillosos por ahí que realmente saben cómo usar sus voces, pueden hacer cualquier cosa con ellas y es absolutamente impresionante escucharlos. Me encuentro escuchando a esos cantantes y diciendo: “Dios, ojalá pudiera hacer eso”. Pero la historia se pierde si los adornos son demasiado constantes. La única mujer que puede hacer eso y aún contar la historia, y aún conmoverme, es Lauryn Hill.
–Desde que empezaste, surgieron muchas otras artistas jóvenes. ¿Ves algo de vos en ellas? Por ejemplo, cuando ves a alguien como Billie Eilish, ¿pensás: “entiendo, ella está en esta fase de su carrera y ahora esto le va a pasar”?
–Sí, a veces lo hago, de hecho. Veo pequeños momentos, creo que porque llevo un rato por acá. Incluso en artistas que llevan mucho tiempo. Taylor Swift, por ejemplo, no solo es famosa por su música, sino también por su perspicacia empresarial. Lo único que sé de Taylor Swift es que es una gran empresaria, es increíblemente inteligente y gestiona su negocio de manera brillante. Siempre pensé que eso era genial. Y que te guste o no su música es irrelevante en esa conversación; simplemente es muy inteligente. Me acuerdo de que Cody (su marido) me dijo: “Está pasando algo, está regrabando todas sus canciones porque vendió su música a alguien y después eso lo compró otra persona, y no le gustó el negocio”. Pensé: “me acuerdo de cuando yo era así”.
–Te sentiste interpelada...
Estaba muy enojada con cualquier empresario en cualquier industria, y pensaba: “Que se vayan a cagar todos”. Los odiaba. Y ahora ya no me siento así. Pero vi en esa historia algo que resonaba en mí y pensé: “hubiera hecho lo mismo hace unos diez años”. Habría regrabado todo y lo habría lanzado. Pero para mí, mi paz no está ahí. Necesito estar en paz con todos. Aprendí después de pasar por lo que pasé con mi discográfica, cuando intentaban evitar que cantara lo que quería cantar. Simplemente no nos llevábamos bien. Así que cuando escucho historias sobre eso con otros artistas, pienso, “Sí, sé lo que estás pasando, sé lo enojado que estás. Sé que tenés que recuperar tu poder”. Yo tuve que recuperar mi poder; tuve que luchar para dejar mi discográfica durante años y al final lo logré. Me acuerdo que cuando lo conseguí, me senté con el jefe del sello. Para ese momento, ya habían pasado unos cuatro directores generales. Él era el cuarto que conocí y le dije: “¿Qué querés? Yo no quiero estar acá”. Y él me dijo: “Lo lamento, te tenés que quedar. Nos hacés ganar demasiada plata, así que no, no podés irte”. Y pensé “este tipo es agradable”. Me dijo “nunca escuché tu música”. Y le dije: “Lo sé, no me sorprende, porque a ninguno de ustedes les importa la música”. En ese momento me di cuenta de que ellos no comparten tu pasión. Tienen otra, y está bien. No es mi trabajo arruinar la pasión de otra persona; no se puede negociar con alguien si querés que salga perjudicado. Tenés que desear que ambos obtengan lo que quieren. Todo lo que quería era mi lapicera y mi papel, solo quería la libertad de cantar, escribir las canciones que me gustaban, viajar por el mundo y ser libre. No me importaba la plata. Así que pensé: “Pueden quedarse con todo, está bien. Voy a hacer más canciones más tarde, gracias”. Y cuando llegué a esa conclusión, fue como, “Vos tenés lo que querés, yo tengo lo que quiero, estamos bien y no tengo ningún problema con eso”. Él era un empresario apasionado, tratando de salvar un sello discográfico. El sello cerró, pero no fue su culpa. Estaba haciendo lo mejor que podía en su pasión. Yo estaba haciendo lo mejor que podía en la mía.
–Hace seis años cantaste en un lugar muy especial en Buenos Aires: el Teatro Colón, donde cantaron Maria Callas y Caruso, por ejemplo. ¿Qué te acordás de ese concierto y del público argentino en general?
–Cada vez que canto para el público argentino siento una ola de amor. Son personas muy cariñosas. Creo que Sudamérica en su conjunto es increíble para un artista. Estoy segura de que estuviste en muchos shows, seguro sabés a lo que me refiero. Sé que entienden de lo que hablo porque viven ahí, están rodeados de estas personas apasionadas. No sé qué es, dicen que es “la sangre latina”, pero es algo cultural. Creo que ustedes fueron educados para sentir y en Inglaterra tenemos una cultura distinta. Nos educan para sentir, pero también para ser más reservados. En Inglaterra, si te emocionás demasiado con algo, no está bien visto. Y en América Latina se emocionan por todo. Son más infantiles en ese sentido, y eso me da mucha alegría. Pasé mucho tiempo en América Latina también: la gente no tiene miedo de amar, de llorar, de sentir de verdad. Eso es el punto de lo que hacemos. Solo escribo mis sentimientos, los pongo en una canción, y espero que le den consuelo a la gente, porque me dan consuelo a mí. Y después, cuando estoy ahí afuera, ocurre ese momento circular: la gente me mira, a veces canta cada palabra, y yo los miro; no se saltean ni una palabra. Y pienso: “guau, están cantándome de vuelta”, y eso me da alegría. No es una situación de una sola vía.