Apocalipsis en las monarquías: ¿llegó el fin de los cuentos de hadas?
Se acabó el “Había una vez…”: las coronas tiemblan, ahora que en medio de un escándalo financiero (con repercusiones sexuales), el rey emérito de España, Juan Carlos de Borbón, comunicó a su hijo, el actual rey Felipe VI, que ha decidido trasladarse a vivir fuera de la península ibérica ante la repercusión pública de "ciertos acontecimientos pasados" de su vida privada; todo esto a través de un comunicado.
Este es el más nuevo giro en la melodramática caída del antiguo soberano, que estuvo en el trono entre 1975 y 2014, al que desde hace un tiempo persigue la maledicencia, toda vez que se hizo público que es investigado por la justicia de Suiza y España por presunta corrupción y la gestión opaca de dinero entregado por Arabia Saudita al antiguo jefe de Estado (alrededor de 100 millones de dólares).
Esto sigue al hecho de que el Tribunal Supremo español anunció en junio pasado la apertura de la investigación para determinar su eventual responsabilidad en una causa iniciada en 2018, cuando en unas grabaciones atribuidas a su célebre “amiga íntima” Corina Larsen (sí, la mujer que lo acompañó en ese nefasto safari de caza de Elefantes en Botsuana), en las que ésta aseguraba que Juan Carlos habría cobrado una jugosa “comisión” por la concesión de un contrato de alta velocidad ferroviaria al reino de Arabia Saudita.
Esto es algo inaudito en la esfera de la monarquía, si bien el exrey, al que se le conoce por su carácter jovial y “campechano” y por la manera abierta de sostener aventuras extramaritales muy subidas de tono, prácticamente en la cara de su consorte, la reina Sofía (con quien se casó en 1962), solo puede ser investigado desde el momento de su abdicación en junio de 2014, porque hasta entonces gozó de inviolabilidad como jefe de Estado. De los resultados de esta investigación, dependerá que Juan Carlos (que ya había pasado por un momento humillante junto con toda la familia cuando su yerno, Iñaki Urdangarín, fue preso como parte de los responsables del caso Nóos) sea indiciado y pueda incluso pisar la cárcel como un criminal (de cuello blanco) más.
También resulta el más sonoro de los derrumbes que han ido asolando las casas reales, antaño fuente de “cuentos de hadas” – como las bodas de Grace Kelly o Diana Spencer con figuras de la monarquía – que han demostrado tener un muy mal final en la realidad; no solo en España hay una crisis de realeza: en Inglaterra, la familia real es una de las principales fuentes de ingresos dentro del área turística, con visitas guiadas al palacio de Buckingham y millones en merchandising de todo tipo, como tazas, figuras, platos, y un larguísimo etcétera, sin embargo se ha visto muy mermada, y hay un movimiento muy antimonárquico que cada vez tiene más presencia, incluso en la arena política.
Que el de Isabel II sea el reinado más longevo de la historia – Elizabeth Mary Alexandra Windsor tenía apenas 26 años, cuando murió su padre, Jorge VI, en 1952 y ella fue proclamada soberana (como bien lo saben los fans de la serie The Crown) – es testimonio del afecto de un pueblo, y quizá se la única razón de supervivencia para la monarquía británica.
Es por Isabel y el cariño que millones de ingleses le profesan, que se ha sostenido tanto tiempo este castillo de naipes, que ha sufrido serios embates –a partir del “annus horribilis” 1992, cuando explotaron los matrimonios de Carlos y Diana, y Andrés y Sarah Ferguson– y dramas diversos, que van desde la muerte de Diana, sobre la cual se sigue especulando, hasta la renuncia del príncipe Harry a sus obligaciones con la corona para “vivir de manera más privada”. Ni en tiempos de la princesa Margarita, que era bastante mediática y desinhibida, se había visto tan cercana la monarquía inglesa a un declive total.
Los expertos en el tema aseguran que una vez muera Isabel II (que ya tiene 94 años de edad), la dinastía Windsor llegará a un punto de inflexión. Aunque se ha preparado por más de 5 décadas para ser rey, Carlos de Inglaterra no es popular entre los súbditos de la corona (y menos aún al haberse casado con Lady Camilla Parker-Bowles, a quien el pueblo no olvida como la “otra mujer”), mientras que Guillermo, se ha colocado como una heredero del carisma de su madre. Solo uno de ellos será rey después de morir Isabel, y aunque la línea de sucesión es clara, es muy probable que el pueblo quiera (¡y exija!) otra cosa.
Lo contrario, no obstante, ocurre en otras monarquías, como la japonesa, danesa o noruega: de estas, la danesa es la más antigua de occidente, y al igual que el trono del crisantemo, han tenido que pasar por una transformación que las ha convertido en más que un objeto de ornato, en figuras parlamentarias que apoyan de manera directa – o indirecta – aspectos de la cultura y la industria, algo que en España, durante el reinado de Juan Carlos, parecía recaer en la figura de la hoy emérita reina Sofía, que permanecerá en la Zarzuela, cerca de su hijo y nietas, si bien es sabido que su relación con la nuera, Letizia, es tan o más fría que la que sostiene con su cónyuge, del que ha estado separada hace décadas.
El sentir en las redes sociales de numerosos opositores a la institución monárquica se ha hecho patente con esta vuelta de tuerca en la bochornosa e infamante situación de estos sobornos y el mensaje que emiten es el siguiente: en el siglo XXI y en tiempo del COVID, la monarquía es una institución caduca y corrupta, francamente insostenible, lo que parece anunciar con estrépito que aquellos años de la monarquía de los cuentos de hadas, han llegado a un escandaloso fin.
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