De Juan Carlos I a Felipe VI: dos formas distintas de mostrar el orgullo por sus herederos

LA PRINCESA DE ASTURIAS RECOGE EL TESTIGO DE SU PADRE Y SE DESPIDE DE ZARAGOZA EN LA ENTREGA DE LOS DESPACHOS
LA PRINCESA DE ASTURIAS RECOGE EL TESTIGO DE SU PADRE Y SE DESPIDE DE ZARAGOZA EN LA ENTREGA DE LOS DESPACHOS (GTRES)

El abrazo del rey Felipe a la princesa Leonor tras entregarle el nombramiento como dama alférez cadete del Ejército de Tierra e imponerle la gran cruz del Mérito Militar es una de las imágenes de este miércoles donde la heredera al trono se ha despedido de Zaragoza para seguir con su formación en las Fuerzas Armadas. La imagen es la del capitán general de los tres Ejércitos otorgando a una subordinada su ascenso, pero también es la foto de un padre orgullosísimo por el primer gran hito castrense de su hija. La emoción del momento se palpó y saltándose jerarquías, mandos y protocolos, los dos no han podido ocultar el gran cariño que se tienen. Unos gestos que no se veían durante el reinado del rey Juan Carlos, quien dio un apretón de manos a su hijo cuando fue nombrado alférez hace 38 años.

El rey Felipe y la princesa Leonor durante la entrega de los despachos de empleo en la academia general militar de Zaragoza, el 3 de julio de 2024
(GTRES)

Don Felipe es el jefe, dentro de la Casa Real y en las Fuerzas Armadas, pero su papel de padre, y el amor por sus ‘niñas’ se destila en muchos de los actos públicos en los que aparece con ellas. También en los militares, como acabamos de comprobar. A diferencia de 1986, cuando fue él quien recibió su despacho y la Orden del Mérito Militar, don Juan Carlos y el entonces príncipe de Asturias tan solo se dieron un apretón de manos, aunque el amor y el orgullo se manifestó de otra manera: con miradas que lo decían todo y medias sonrisas. Era otra época y otra forma de vivir y manifestar el ser padre. En esta ocasión la distancia se ha reducido, además no hay una mesa entre ellos, lo que ha facilitado el tan comentado abrazo.

Rey Felipe VI y rey Juan Carlos
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En los años ochenta del siglo XX, el modelo de masculinidad y de paternidad era otro. La inmersión de las mujeres en el mercado laboral empezaba a asomar. Con el paso de las décadas, se han acortado distancias a la hora de mostrar el cariño en público por los hijos. En la monarquía española también ha ocurrido así. Es en los actos castrenses donde más se ve esa evolución, siempre marcados por la solemnidad y la escala de mandos. Antes, los Reyes hacían saber a sus hijos y nietos su orgullo y amor de otra manera. Un claro ejemplo es Isabel II de Reino Unido, quien daba la impresión de ser fría con sus seres queridos, pero a los que quería y apreciaba de una manera profunda. Dos generaciones después, Guillermo de Inglaterra se muestra como un padrazo que derrocha gestos hacia sus hijos. La cercanía y la naturalidad imperan hoy en las Cortes europeas.

El rey Felipe y la princesa Leonor durante la entrega de los despachos de empleo en la academia general militar de Zaragoza, el 3 de julio de 2024
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Rey Felipe VI y rey Juan Carlos
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Jefe y padre

La princesa Leonor sabe que su padre es su jefe y nunca es ella la que da el primer paso. Siempre espera a que el Rey rompa el hielo, a que le dedique una sonrisa para relajarse y mostrarse como una familia. No hay que olvidar que Leonor se está formando en el Ejército y es una más. Así que Felipe VI también distingue cuando está con ella como capitán general, como fue durante la visita sorpresa que hizo al campo de maniobras de San Gregorio para ver sus entrenamientos militares donde la saludó con la mano, al acto de entrega del despacho de alférez, en el que además de su superior, es un padre que ve los avances de su hija.

Rey Felipe y princesa Leon
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La formación de los herederos del hoy también ha evolucionado. Don Felipe es de la generación de príncipes que ya no tuvieron institutrices, que salieron de Palacio para ir a un colegio, con otros niños de su edad, que se formaron en el extranjero y que salieron tremendamente preparados. Con la generación de Leonor se ha dado otro paso más y aunque parezca que la historia se repite, en los pequeños gestos se ve la diferencia de un tiempo nuevo.