El juez de la Plaza México degrada el 'serial de reapertura' con un indulto

Ciudad de México, 18 mar (EFE).- La octava corrida del 'serial de reapertura' de la plaza Monumental de Ciudad de México finalizó con puerta grande para el rejoneador mexicano Emiliano Gamero, una oreja para el español Andy Cartagena. Fauro Aloi de México no obtuvo apéndices. Los toros de La Estancia estuvieron correctamente presentados. Descastados en general. El quinto fue indultado.

Se registró casi media entrada. Una corrida que debía finalizar entre lo anodino y los buenos momentos de Fauro Aloi se precipitó al escándalo por la falta de rigor del juez de la plaza, el señor Gilberto Ruiz Torres.

El indulto lo provocó el rejoneador Emiliano Gamero increpando al público, desconocedor este de los requisitos de un perdón, para no tener que ejercer la suerte final.

Toda la actuación de Gamero fue de una afección exagerada y desafiante. Los besos que lanzó al toro mucho antes de coger el rejón de muerte, exigiendo al palco de autoridades el perdón, fue de una evidencia grosera.

Gran parte de los presentes se tragaron el truco. La máxima autoridad de la plaza de toros más grandes del mundo indicó con razón que se matara al toro.

Cuando Gamero volvió al albero sobre su caballo, con el acero en la mano, de nuevo pidió el rejoneador, con maneras chulescas, devolver vivo al de La Estancia. Gilberto Ruiz Torres lo concedió.

Si el toro nada tenía para perpetuar su sangre, el indultado era un animal de correctas hechuras y algo de casta, no más, la faena del jinete nada tuvo para recordar.

Sí anduvo algo ceñido aunque nunca dio la sensación de marcar los tiempos al componer su faena. Tan solo los pasajes finales con el bovino disminuido de perseguir al caballo y embestir los capotes tuvieron algo de pausa.

Cuando daba la vuelta al ruedo escuchó muchas protestas y gritos de “payaso”.

Antes, con un cárdeno justo de trapío que trotaba vigilante alrededor de la montura, Gamero no toreó sino que huyó, combinándolo con quiebros y vueltas a distancia.

El jinete terminó a pie descabellando tras repetidos fallos a los que seguían carreritas de precaución.

Lo mejor del festejo fue Fauro Aloi, quien toreó con mucha decisión ante dos descastados a los que enceló con valor, dejándose llegar con frialdad.

El caballero rejoneó muy ceñido, con hondura y longitud. Por encima de sus rivales a los que dominó ofreciéndose.

Acertado en general con las banderillas, mató al segundo intento a su primero y certeramente a su segundo.

Jinete purista sin aspavientos ni demostraciones de doma injustificadas. Su control sobre la montura lo evidenció con eléctricos quiebros cuando los pitones de sus rivales casi rozaban ya el cuerpo de sus caballos.

Por su parte el español Cartagena, primero, a un toro de correcta presentación, parado ya de salida, le aplicó un valioso rejón de castigo que algo despertó al manso. Hubo de esperarlo mucho el de Benidorm para adornarlo y torearlo.

La falta de emoción del de La Estancia la compensó Cartagena asumiendo riesgos, lo cual provocó su montura fuese tocada por el astado en alguna ocasión. Tampoco estuvo impoluto su expediente dejando banderillas.

El interés por la faena se diluyó por la mansedumbre inerte del toro. El jinete mató al Segundo intento.

Con él animal siendo preparado para el arrastre, Andy reclamó con cabriolas ecuestres se agitasen más pañuelos blancos. No sumó muchos partidarios.

Con las orejas puestas, escuchando aplausos sin sustento, se fue la res. Luego el torero saludó desde el tercio sin que nadie se lo pidiese.

Al cuarto de la tarde Andy Cartagena le fue arrimando la grupa y cuartos traseros a los pitones. Ofició con destreza y alardes circenses. Pinchó pero aún así obtuvo una oreja protestada por parte del público.

(c) Agencia EFE