Una jungla de locura 2 propone aventuras tan bondadosas como remanidas de unos animalitos decididos a cuidar el planeta
Una jungla de locura (Les As de la jungle 2, Francia/2023). Dirección: Laurent Bru, Yannick Moulin y Benoît Somville. Guion: David Alaux, Eric Tosti, Jean-François Tosti. Música: Olivier Cussac. Edición: Magali Batut, Hélène Blanchard, Jean-Christian Tassy. Duración: 89 minutos. Distribuidora: BF Paris. Nuestra opinión: regular.
Para evitar confusiones, conviene comenzar con una aclaración: esta Jungla de locura que llega a los cines, es la secuela de una película con el mismo nombre, mismos creadores y mismos personajes que está disponible en Prime Video. Al mismo tiempo, es importante sumar que se basa en una serie de origen francés que no ha tenido repercusión alguna por estas latitudes. Si lo anterior es una fortaleza o una debilidad, queda en la conciencia de cada espectador.
Dicho esto es de entender por qué no hay al comienzo del film una cabal presentación del grupo protagonista; menos nosotros, los conocen todos. A pesar de ello, la historia resulta tan básica y lineal que tampoco hace demasiada falta mucha introducción: a los pocos minutos uno se encuentra inmerso en la mínima trama, aunque todavía se pierda un poco con los nombres del heroico y ecológico equipo.
Los defensores de la jungla son un quinteto de animalitos que está siempre listo para ayudar a cualquier coterráneo en problemas. Entre tarea y tarea descubren que un misterioso personaje ha rociado la selva con una espuma que, ante el contacto con cualquier líquido, inmediatamente explota. La inminente temporada de lluvias amenaza con hacer desaparecer a la selva y a la mayor parte de sus moradores para siempre. Descubierto el plan, el peculiar conjunto (al que se suman dos integrantes, que a la sazón se convertirán en involuntarios protagonistas) decide cruzar el globo para ir en busca de quien inventó el tóxico, con la esperanza de que tenga los conocimientos necesarios para desarrollar un antídoto, volver a la selva, y lograr esparcirlo a tiempo para frenar el proceso de destrucción.
De ahí en más, la acción continuará de la forma más esperable que uno se pueda imaginar, lo que no sería necesariamente un error teniendo en cuenta que es una película orientada al público infantil. Sin embargo, aparecen dos problemas. Su origen televisivo no ayuda a darle una profundidad algo más interesante que lo mínimo indispensable para desarrollar la acción. Una decisión que va a contracorriente de lo que el público se ha acostumbrado a ver en este tipo de propuestas, donde el subtexto es un valor en sí mismo. Aun cuando sus directores aseguran que los adultos encontrarán climas análogos o guiños a sagas como la de Indiana Jones o Jackie Chan, o películas como Point Break o Kung Fu Panda. Pero semejante optimismo choca con lo que brinda la pantalla, que está demasiado lejos de cualquier comparación más o menos seria con alguna de estas referencias.
Entre lo rescatable de Una jungla de locura está la animación de los personajes, el diseño digital de los escenarios, y una edición que aprovecha las nuevas tecnologías pero sin abrumar por exceso. También una historia en la que subyace la importancia de cuidar el planeta y a cada uno de los seres que lo habitan. Todo hilvanado por una sucesión de situaciones tópicas y remanidas a la medida de niños muy pequeños, que seguramente saldrán entusiasmados del cine por el festival de luces y colores que sirve de marco a un grupo de personajes, tan simpáticos e intrascendentes como desconocidos.