No me explico por qué 'Jurassic World: Dominion' apunta tan desatinada hacia otro lado

No es ningún misterio que el público adora a los dinosaurios, y no hay más que ver que ver la pasión que una saga como Jurassic Park sigue cosechando hoy en día. Aunque la franquicia, iniciada por Steven Spielberg en 1993, pareció quedar tocada de muerte tras la fallida Jurassic Park III en 2001, la fiebre jurásica regresó más fuerte que nunca en 2015 con aquel exitoso reboot que fue Jurassic World. Y lo hizo apostando por la misma clave de éxito que la película original: Un parque con dinosaurios donde se desata el caos y se da juego a la acción más alocada y terrorífica con estas criaturas como grandes protagonistas.

No solo fue un éxito de taquilla con más de 1,671 millones de dólares recaudados en todo el mundo, sino que la crítica también quedó convencida con esta aventura protagonizada por Chris Pratt y Brice Dallas Howard como bien reflejó el 71% de reseñas positivas que recogió Rotten Tomatoes. Pero aunque las buenas cifras se repitieron con su secuela, la titulada El reino caído y dirigida por el español J.A. Bayona, las opiniones fueron mucho más divisivas. Y es que esta continuación se fue por las nubes con un desarrollo centrado en innecesarias cuestiones sobre mezclas de ADN, clonación humana o subastas de dinosaurios que la alejaban de la diversión jurásica que el espectador buscaba. Pero lo peor llega ahora con Jurassic World: Dominion, la tercera entrega de esta nueva saga que se estrena en cines este jueves 9 de junio y que potencia estos errores.

Fotograma de 'Jurassic World: Dominion' con los protagonistas de ambas sagas (Foto: John Wilson/Universal Pictures/Amblin Entertainment)
Fotograma de 'Jurassic World: Dominion' con los protagonistas de ambas sagas (Foto: John Wilson/Universal Pictures/Amblin Entertainment)

Jurassic World: Dominion retoma las temáticas de El reino caído. Es decir, otra película que vuelve a entrar en el lado más científico de la historia y en la crítica capitalista que siempre ha habido detrás de la franquicia. Pero, nuevamente, lo hace con tramas que no cuajan, que son innecesariamente enrevesadas, que carecen de sentido alguno y que entorpecen el espectáculo. Aunque más allá de que este enfoque pueda o no gustar, lo que si que me parece inadmisible es que por darle prioridad se acabe dejando a los dinosaurios en un segundo plano. Y es que, por chocante que pueda resultar, los dinosaurios son totalmente irrelevantes para la trama de esta última película.

El final de Jurassic World: El reino caído nos dio a entender que en esta tercera entrega por fin veríamos a los dinosaurios sueltos por nuestro mundo, una idea que Steven Spielberg ya exploró en El mundo perdido en 1997 y que ahora parecía adquirir una dimensión mayor. Pero este no es el enfoque por el que finalmente se han decantado. Aquí la historia gira sobre una empresa de ingeniería genética llamada Biosyn, compañía que quiere aprovechar los avances científicos sobre el ADN para sus malvados propósitos. Lo hacen mediante unos enjambres de langostas gigantes reconfiguradas genéticamente para destrozar los ecosistemas de cara a capitalizar la supervivencia humana con sus propios productos, una trama que Ellie Sattler (Laura Dern) y Alan Grant (Sam Neill) se encargarán de investigar y en la que Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard) se verán involucrados tras ver como Maisie, la niña clonada de El reino caído de la que se hicieron cargo, es secuestrada por Biosyn para usarla en sus planes.

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Entre medias, deberán hacer frente a la amenaza de los dinosaurios, tanto a los que andan sueltos por el mundo como a los que Biosyn ha ido reuniendo en un parque al lado de las instalaciones donde realizan sus estudios y experimentos. Sin embargo, solo actúan como mero decorado, puesto que en la trama principal no juegan papel relevante alguno más allá de haber sido los precursores de estas modificaciones genéticas. Y, en medio de una película que tiene unos exageradísimos 148 minutos de metraje, es casi inevitable pensar que la mayor parte de estas escenas donde se da juego a la acción con las grandes criaturas son totalmente prescindibles. Y no debería ser normal en una saga a la que los espectadores nos acercamos queriendo disfrutar de dinosaurios.

Bien es cierto que el tema del ADN siempre ha estado presente en Jurassic Park desde la película de Steven Spielberg, e incluso en la novela de Michael Crichton se reincide mucho más en todo el entramado científico que rodea a esta historia. Además, es entendible que quieran llevar a la franquicia hacia nuevos terrenos y no anclarla en lo mismo de siempre. Pero como bien dejó claro el clásico de 1993 y el éxito de Jurassic World en 2015, estos entramados sobre ADN y modificación genética debieron quedarse en una mera excusa para traer a estas criaturas a la vida. Lo que el público mayormente valora de la saga es el juego que ofrecen las criaturas jurásicas en pantalla y el inmenso espectáculo de diversión y terror que supone verlas desatando el caos. Nadie exige a este tipo de blockbusters tramas profundas y reflexivas, simplemente acción y disfrute. Y esto en Jurassic World: Dominion se deja en segundo plano.

Los Velociraptors Beta y Blue en Jurassic World: Dominion (Foto: Universal Pictures/Amblin Entertainment)
Los Velociraptors Beta y Blue en Jurassic World: Dominion (Foto: Universal Pictures/Amblin Entertainment)

Lo peor es que cuenta con una ejecución de la acción bastante torpe, que por momentos roza la serie B y que deja una sensación de que, por muchas criaturas nuevas y enormes que sigan presentando en pantalla, todo ya lo has visto antes y con mucho mejor desempeño. Y para colmo, por mucho que quieran centrar la saga en temas más científicos y ambientales, la trama conduce de nuevo a otro parque con dinosaurios y a la impresión de déjà vu constante. Además, analizando su argumento en profundidad, es innegable que sigue anclado en la misma idea de que el ser humano no debe de modificar la naturaleza a su gusto. Sin duda, una decepción mayúscula.

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