Keegan-Michael Key, sobre Schmigadoon!: “Esta serie nos permite explorar el contraste entre el pasado y el presente”

Keegan-Michael Key, sobre Schmigadoon!: “Esta serie nos permite explorar el contraste entre el pasado y el presente”
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El extraño título de esta miniserie, Schmigadoon!, no resultará tan extraño para los espectadores avezados en la comedia musical, que notarán el vínculo con Brigadoon, uno de los musicales más célebres de los años 50. Según el libreto de los autores Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, tal es el nombre de un pueblo mágico de Escocia que aparece en nuestro mundo un día cada cien años; justo en ese día, un viajero perdido en los bosques escoceses llega al lugar por azar y conoce al amor de su vida, aunque las características del pueblo hacen que la relación no sea sencilla. Tras el éxito en Broadway, la obra fue llevada al cine por el gran Vincente Minelli, con Gene Kelly y Cyd Charisse en los roles centrales.

Esta referencia permite intuir acertadamente que Schmigadoon! es un musical de la escuela clásica y, a la vez, una parodia de los tropos de ese género (el prefijo “schm” es una burla que proviene del yiddish). Como era esperable en nuestra era de “peak tv”, antes que bajo la forma de una película o una obra teatral, este proyecto se consolidó como una serie, en este caso de apenas seis episodios, producida por Lorne Michaels, creador de Saturday Night Live, y dirigida por Barry Sonnenfeld, realizador competente y dueño de un estilo visual dinámico y florido que funciona bien en este rubro, en el que cada escenario suele tener la naturalidad de la ilustración de un calendario. Los protagonistas son los comediantes Cecily Strong, parte del cast de SNL, y Keegan-Michael Key, quien integró el dúo cómico Key and Peele junto a Jordan Peele, ganador de un Oscar por el guion de Huye en 2018.

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Strong y Key interpretan a Melissa y Josh, una pareja de médicos que empiezan a sentir que su relación ya no es lo que era. Para avivar la llama deciden pasar unas vacaciones con un grupo de trekking terapéutico, pero nada resulta como habían planeado y se pierden en medio de una tormenta y van a dar a lo que parece un idílico pueblo rural, Schmigadoon. Este lugar que tiene una particularidad: sus habitantes los reciben con una perfecta coreografía y una canción. Melissa y Josh creen que se metieron en una atracción turística, para regocijo de ella que adora los musicales, y desagrado de él, que los detesta. Al poco tiempo, llegan a aceptar que no están rodeados por actores, sino que, de algún modo inexplicable, están presos de un musical de los 50 y las insólitas convenciones del género son las reglas de la existencia en ese lugar.

LA NACION conversó con Keegan-Michael Key antes del estreno de la miniserie, quien confiesa que, a diferencia de su personaje, es un fanático de la comedia musical: “Fue el trabajo actoral más difícil de mi carrera porque tenía que estar ahí con cara de disgustado, pero cada vez que aparecía un coro que se ponía a cantar y a bailar yo empezaba a mover el pie al ritmo de la música. El director no tenía más remedio que cortar: ‘¡Keegan, deja de sonreír! Serio, serio’”.

En su antiguo programa de Comedy Central, Key y Peele solían parodiar musicales de modo similar a esta serie. En un sketch que replica de modo sorprendente para un show de presupuesto limitado una escena coral de Los Miserables, Key no logra mantener un diálogo con otros intérpretes porque ya están enfrascados en una armonización vocal y no entiende quién habla con quién. En ese segmento, tal como en esta serie, se desarman esos extraños momentos que definen a los musicales clásicos en que los personajes parecen abandonar cualquier resto de salud mental para lanzarse incomprensiblemente a un número espontáneo de canto y baile. Hay espectadores que, tal como Melissa, pueden aceptar ese pacto con la ficción y otros, tal como Josh, que no y suelen cuestionar el absurdo generalizado. El mérito de aquel sketch y esta serie es que logra funcionar para ambos: son una reproducción hípercompetente de lo mejor del género (el resto de los protagonistas de la serie son luminarias del musical, como Kristin Chenoweth, Alan Cumming o Jane Krakowski) y también la deconstrucción de sus arbitrariedades. Desde luego que el chiste “meta” de señalar el artificio del propio relato está lejos de ser una novedad, pero aquí se usa de modo efectivo.

Evidentemente, la misma idea podría haber operado de modo idéntico sobre cualquier musical clásico, ¿por qué, entonces, Brigadoon? “Creo que se eligió Brigadoon”, dice Key, “porque posibilita hacer comentarios sobre nuestro presente. Vivimos en una sociedad en la que todo el tiempo estamos expresando una opinión. En las redes sociales, por ejemplo, todo el tiempo impartimos comentarios sobre lo que nos toca experimentar. Brigadoon es el vehículo perfecto para hacer eso, dado que nuestros personajes pertenecen al mundo moderno e ingresan a un lugar que tiene características, costumbres y valores diferentes a los nuestros. Esto nos permite explotar el contraste cultural entre el pasado y el presente. El personaje de Cecily, por ejemplo, dice que ‘los personajes femeninos están muy mal escritos’ porque lo único que les importa a las mujeres del pueblo es casarse y tener hijos”.

En efecto, un blanco habitual de la serie es el sexismo . En una de las escenas más representativas al respecto, Melissa se muestra indignada cuando el alcalde del pueblo pretende subastar citas con las mujeres solteras a fin de juntar fondos para la biblioteca escolar. Melissa interrumpe el remate con una perorata sobre el empoderamiento femenino que es recibida con la más sólida incomprensión por parte de pueblerinos de ambos sexos.

Curiosamente, así como la política de géneros del pueblo es de otra era, el vínculo entre blancos y negros es el de una utopía. “El casting es muy igualitario”, comenta con sorpresa Melissa al llegar al lugar. En este sitio detenido en algún momento de la primera mitad del siglo XX, blancos y negros conviven sin que jamás se exprese una diferencia entre ellos. “Este mundo es más mágico aún en este sentido” afirma Key. “El personaje puritano de Kristin Chenoweth nota que nosotros somos una pareja interracial, pero no lo nota con los integrantes del pueblo. Tengo la sensación de que los habitantes de Schmigadoon no saben que son de razas diferentes, pero como nuestros personajes son extranjeros, pueden ver esa diferencia en ellos. En su mundo, no ven el color y no hacen comentarios al respecto”.

Cecily Strong y Keegan-Michael Key en Schmigadoon!
Cecily Strong y Keegan-Michael Key en Schmigadoon!


Cecily Strong y Keegan-Michael Key en Schmigadoon!

La explicación de este tratamiento dispar entre dos de los que son entendidos como temas centrales del presente, el racismo y el sexismo, quizás haya que buscarla no en el mundo fantástico de Schmigadoon! sino en el nuestro: es posible que tras el asesinato de George Floyd y en el clima volátil seguido a las manifestaciones de Black Lives Matter, dos guionistas blancos como Cinco Paul y Ken Daurio, quienes escribieron esta serie, no se hayan sentido autorizados para bromear acerca de las diferencias entre las razas, aun cuando los blancos sean el remate de la broma, sin arriesgarse a ser cancelados en las redes sociales.

Los personajes centrales no pueden romper el sortilegio que los mantiene atrapados en el pueblo, según se les dice, “hasta que encuentren el amor verdadero”, de modo que también hay algo aquí del inoxidable film de Harold Ramis El hechizo del tiempo (1993). No hace falta ser un experto en musicales para disfrutar de la serie, que es ante todo una comedia, pero aquellos que puedan reconocer las referencias a La novicia rebelde o percibir las melodías prestadas de Oklahoma! seguramente encontrarán una gratificación mayor. También, como se dijo, la serie tiene algo para satisfacer a los negadores del género, aquellos que no se explican de dónde sale la música que escuchan los personajes, cómo es que desconocidos pueden seguir espontáneamente una coreografía perfectamente sincronizada o por qué nunca parecen recordar los momentos en los que cantan o bailan, ya que al desarmar estas convenciones se incorpora un punto de vista que los representa. Con solo media docena de episodios de treinta minutos, esta es una comedia musical amigable con todos.