Kieran Culkin, la exestrella infantil que gracias a Succession se reconcilió con la actuación, treinta años después de su debut
A veces, si todo funciona como se espera, la distancia que separa al personaje del actor que lo interpreta es casi indistinguible. Y en otras ocasiones, intérprete y criatura están separadas por un abismo que solo el talento y los buenos guiones logran sincronizar. Pero cada tanto ocurre la simbiosis que se leerá a continuación. Kieran Culkin, el actor que hasta el domingo encarnó Roman Roy, el hijo menor de Logan en Succession, no es su personaje pero viéndolo gesticular desde la pantalla del zoom en el que participó LA NACION se le parece bastante. Especialmente cuando abre la boca para contestar una pregunta sobre el lugar que ocupó el programa en el clima de época actual. “Esa no es una pregunta que yo pueda contestar. No tengo la menor idea. Preguntale a Jeremy, seguro que él te podrá dar una larga respuesta al respecto”, arranca el actor con una estocada a su compañero de elenco, Jeremy Strong que anticipa lo que vendrá.
Culkin es verborrágico y no parece manejarse con la cautela que suelen exhibir sus colegas ante el periodismo, pero sí sabe cuando se pasa de la raya. Ante la repregunta sobre los comentarios que recibió en el transcurso de las cuatro temporadas de la ficción de HBO sobre su trabajo, se lanza al vacío. Y esto recién empieza. “En realidad, no me gusta hablar con los fanáticos sobre el programa. Si estoy por la calle con mis hijos les agradezco los elogios y les pido que me dejen tranquilo con ellos. Si era una interacción corta respecto de cuándo volvía al aire el programa les decía: “En marzo. Ahora callate”, dice Culkin y ajusta su posición en la silla, cruza una pierna sobre la otra, tan incómodo como su personaje que pasó a la historia por su incapacidad genética para sentarse como el resto del mundo, y agrega un diálogo imaginario que provoca carcajadas en quienes estamos escuchándolo. “Perdón, señor, ¿me podría decir por qué ama el programa? Veo que está por sentarse a cenar pero ¿podría volver y decirme qué le gustó específicamente sobre mi actuación? Ya sé que está ocupado pero si me pudiera dedicar cinco minutos…”, delira el actor, detiene la parrafada y parece darse cuenta de dónde está. “Perdón, acabo de burlarme de tu pregunta. Perdón, era una muy buena pregunta, lo siento”, se disculpa sincero, aunque dos segundos después vuelva a las andadas con ayuda de su hermana de la ficción, Sarah Snook.
“Vení, pasá, no te quedes a mitad de camino”, dice Culkin con la mirada puesta más allá de la cámara del zoom. Podría ser otro de sus diálogos imaginarios para aliviar la tensión de ser el centro de la escena. Pero no. “Damas y caballeros, les presento a Sarah Snook”, anuncia el actor y le da la palabra a la actriz que hasta hace pocos días interpretó a Shiv, la conflictuada hija de la familia Roy. “Ella va a contestar todas sus preguntas en mi lugar, sin saber cuáles son y con la boca llena de comida. Sarah no necesita saber las preguntas porque suele tener razón”, se ríe el actor mientras a su lado Snook asiente y afirma entre carcajadas “Shiv es la mejor de todos”, dice la intérprete australiana y sale de escena. A Culkin entonces le toca retomar el protagonismo, un lugar que nunca estuvo muy convencido de querer ocupar.
El actor, que comenzó a trabajar a los seis años y que debutó en cine a los 8 con un papel en la película Mi pobre angelito encabezada por su hermano mayor Macauley, durante mucho tiempo no estuvo seguro de querer seguir en la profesión que llevaba años ejerciendo con éxito. De sus tiempos como estrella infantil -siempre a la sombra de su hermano ultrafamoso- con papeles secundarios en películas familiares como El padre de la novia y su secuela, a sus trabajos ya como adolescente en los films Las reglas de la vida y Las locuras de Igby, el intérprete pasó un tiempo fuera del negocio tratando de encontrar un impulso que lo acercara a la profesión que llevaba prácticamente toda su vida ejerciendo.
“Lo cierto es que antes de empezar Succession hice una película independiente-Infinity Baby-, y recuerdo estar en el set pensando que como empecé a actuar a los seis años, no sentía que había tomado la decisión consciente de dedicarme a esto. Sí, es cierto que en aquel momento yo le dije a mis padres que quería ser actor pero tenía seis años, realmente no sabía lo que pedía. Y ahí estaba yo, en ese rodaje, con más de veinte años de trayectoria sin estar convencido de si esto era lo que quería para mi vida aunque me sintiera cómodo en la filmación sabiendo lo que tenía que hacer en ese ambiente”, cuenta el actor que en medio de esa crisis existencial consiguió el papel en Succession.
“Promediando las grabaciones de la primera temporada, finalmente sentí que esto era lo mío. A los 36 años y después de 30 años en la profesión por fin me di cuenta que estaba en el lugar correcto. Algo bastante bueno, porque llevaba toda mi vida dedicada a lo mismo y la producción de la serie estaba en plena marcha”, recuerda Culkin con una mueca sarcástica, de esas que Roman usó durante los 39 episodios de la serie ya disponible completa en HBO Max.
Aún con el alivio de confirmar que está en el lugar correcto el actor, como su personaje, no puede evitar ver el mundo como un vaso –preferentemente de martini extra seco–, casi completamente vacío. “Lo curioso ahora que ya terminó la serie es que me di cuenta de que el modo de trabajo que me reconcilió con la profesión solo se aplica a Succession. Así que ahora estoy preocupado por lo que viene, que nada me satisfaga hasta el punto de de pensar que solo me interesa la actuación si es en este programa”, reflexiona Culkin que ya tiene su próximo proyecto asegurado. Se trata del film A Real Pain, a rodarse en Polonia, en el que compartirá protagonismo con Jesse Eisenberg (La nueva vida de Toby), que también lo dirigirá.
“No tengo idea de cómo será. Me fijé en el número de páginas en el guion y que nos llevará entre seis y siente semanas filmarlas y lo único que pude pensar fue que en Succession lo habríamos hecho todo en catorce días. Me pregunté porqué tiene que ser tan largo el rodaje. Y por supuesto que conozco las razones de porqué una película lleva determinado tiempo de filmación pero para ser sincero no sé si todavía sabré cómo trabajar de ese modo. Buena suerte”, se desea a sí mismo el actor de cuarenta años que asegura no haber caído del todo en la cuenta de que el programa se terminó y que ya no tendrá la oportunidad de volver a trabajar con los actores con los que compartió el trabajo de su vida. Fue esa cruel realidad la que más lo afectó cuando llegó la hora de despedirse de Roman.
“Me destruyó saber que nunca más voy a compartir escenas con Sarah, por ejemplo, que es una maravillosa persona y la más fantástica compañera de elenco. El hecho de que nadie nos volverá a contratar para actuar en un proyecto juntos después de esto me resulta durísimo. Todo lo demás que acompaña al final de la serie todavía no me resulta del todo real. Creo que todavía no lo procesé”, explica Culkin que se pone serio por primera vez desde que comenzó la charla. Hasta que alguien quiere saber cuánto de Roman hay en Kieran y viceversa.
“Tenemos la misma altura, el mismo peso y el mismo color de cabello. No compartimos la ropa ni la cuenta de banco, aunque eso me gustaría bastante. Creo que hay aspectos de mi personalidad en él que están exageradas en función del drama, obviamente. Sin embargo, por fortuna no somos iguales. Es cierto que en todos los personajes que interpreté hay algo de verdad que me ayuda a entenderlos y que eso sale de mí. Así que, aunque sé que soy muy diferente a Roman, definitivamente me conectó con algo que viene de mis entrañas, algo de mi ser que salió a la superficie al construir el personaje, pero no sé que será eso”, termina el actor con un movimiento de hombros, otro cruce de piernas y ese gesto de cejas en alza y sonrisa socarrona que hizo de su Roman, uno de los favoritos de los espectadores que quedan advertidos: si se encuentran con Culkin por la calle él les recomienda seguir de largo.