La importancia de la empatía a la hora de enseñarles valores a los hijos

Los valores pueden ser individuales, familiares, grupales, políticos, religiosos. Podemos identificarnos o no con unos u otros valores/Getty Images.
Los valores pueden ser individuales, familiares, grupales, políticos, religiosos. Podemos identificarnos o no con unos u otros valores/Getty Images.

Se habla mucho sobre los valores, sobre la importancia de educar a nuestros hijos e hijas en valores, ¿pero alguna vez te has detenido a pensar cuáles son tus valores, qué valores quieres transmitir a tus hijos?

Es verdad que la transmisión de valores es una de las tareas importantes en la crianza, como también es un hecho que los adultos acusan de forma creciente a las nuevas generaciones de manifestar una grave falencia de valores. Quizás haya algo de cierto en esta percepción, pero ¿acaso no somos los que más nos quejamos de la falta de valores en esos niños, niñas y jóvenes los responsables de transmitirlos?

Y la siguiente pregunta que toca plantearnos es, ¿exactamente a qué valores nos estamos refiriendo?, porque quizás lo que ocurre en parte, es que los tiempos cambian y las nuevas generaciones sí que tienen valores pero que no necesariamente son los mismos que quisiéramos o esperamos, y que no por ello se trate de valores deformados o negativos.

¿Qué son los valores?

La palabra valor tiene varias acepciones. Puede significar el grado de utilidad de las cosas, la fuerza, el ánimo u osadía de una persona, pero también nos referimos a la palabra valor o valores como principios que nos orientan individual y colectivamente para ser mejores personas, para construir sociedades más humanizadas, para dejar un mundo mejor que el que encontramos. Los valores pueden ser individuales, familiares, grupales, políticos, religiosos. Podemos identificarnos o no con unos u otros valores.

¿Cuáles son mis valores?

Tal y como enunciaba antes, solemos hablar mucho sobre la importancia de los valores y de transmitirlos a nuestros hijos e hijas, pero no necesariamente tenemos tan claro cuáles son nuestros valores. Por tanto la primera tarea que tenemos por hacer, es sentarnos a reflexionar y quizás hacer una lista de cuáles son esos valores que consideramos importantes, lo que significan y cómo los llevamos a la práctica.

Libertad, justicia, igualdad de derechos, empatía, amor, buenos tratos, respeto a la vida, al medio ambiente, responsabilidad, solidaridad, honestidad, compasión, gratitud, cooperación, estos y otros más son valores que forman un marco de referencia y determinan los límites que orientan nuestras decisiones, acciones, las formas de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, la manera de estar en la sociedad y en el mundo. ¿Cuáles son los más importantes para ti?, ¿cómo se aplican en la práctica?, ¿los estás practicando?, ¿Cuáles son las creencias que me hacen elegir esos valores?, ¿son cuestionables, tienen sentido? Todas estas preguntas te las voy dejando para que, si te apetece, hagas el ejercicio de aclarar el porqué, para qué de esos valores y cómo transmitirlos a tus hijos e hijas en la crianza.

No hay nada más contagioso que el ejemplo

Papá tu me pides que te respete, pero tu no me respetas, tu me pegas y me gritas, le dijo Aníbal de cinco años cierta vez a su papá. Lo primero que debemos tener en cuenta es que la manera más efectiva y sostenible en la que los niños integran valores es a través del trato que reciben de sus padres. Si los tratas bien, si eres empático, respetuoso, sensible, amoroso, responsable con tus hijos, aumentan las probabilidades de que incorporen en su bagaje de valores el amor, el respeto, la empatía, la responsabilidad.

Si los tratas bien, si eres empático, respetuoso, sensible, amoroso, responsable con tus hijos, aumentan las probabilidades de que incorporen en su bagaje de valores
Si los tratas bien, si eres empático, respetuoso, sensible, amoroso, responsable con tus hijos, aumentan las probabilidades de que incorporen en su bagaje de valores

Dice la psicopediatra Rosa Jové que un tarro lleno de miel solo puede derramar miel, tú pon amor en tu hijo y sólo podrás recibir amor. Puedes cambiar a esta frase la palabra amor por cualquier otro valor que quieras transmitirle.

Los seres humanos y otros mamíferos superiores aprendemos por imitación. Es un programa inherente a nuestro patrón biológico. Recientemente vi un video donde una niña de dos años al agacharse hacía un sonido de queja o esfuerzo. Su mamá narraba en off que se había dado cuenta de que cuando se agachaba hacía lo mismo. La niña aprendió imitando a la madre y asimiló que para agacharse hay que hacer un quejido. A menudo no somos conscientes de que nuestros hijos aprenden más por lo que hacemos y no tanto por lo que les decimos.

Mis valores y los de mis hijos no tienen que ser los mismos y está bien.

Hay valores o principios universales que podrías ser válidos para todos a lo largo de los tiempos. Como por ejemplo los que se recogen en la declaración universal de los Derechos Humanos. Pero también hay creencias cuestionables tras las cuales se sustentan algunos valores que deberían estar sujetos a cambio en la medida en que vamos despertando o haciéndonos conscientes de determinadas realidades. Antes, por ejemplo, era aceptable pegar a los niños para inculcarles obediencia. Ahora comienza a quedarnos claro que se trata de un comportamiento éticamente inadmisible, y cada vez son más los países que lo consideran un delito y lo prohíben expresamente en las leyes.

Puede ocurrir que tus hijos no tengan los mismos valores que tú. Puede que contra tu voluntad o deseo tu hijo lleve el pelo largo o tatuajes, que tu hija decida no tener hijos porque no quiere exponerlos a sociedades enfermas que avanzan irremisiblemente hacia la deshumanización y el desastre ecológico o que decida convivir con su pareja sin casarse. Puede que algún hijo o hija no se identifique con la religión que tu profesas, que se decante por ideologías políticas de derechas siendo tu de izquierdas, que decida hacerse vegetariano o vegano aunque a ti te parezca imprescindible comer carne. Es importante que los hijos e hijas crezcan sintiendo la libertad de poder diferenciarse de sus padres para construir sanamente su propia personalidad y vivir una vida congruente con su propia persona. Si los valores que eligen son diferentes a los tuyos, siempre que no causen daño o vulneren los derechos, es importante respetarlos.

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