La importancia de tiene desarrollar la inteligencia emocional en los menores

No te dejes engañar, con muñecos o etiquetas de caritas tristes, enojadas o asustadas no vas a lograr el desarrollo de la inteligencia emocional de tus hijos/Getty Images.
No te dejes engañar, con muñecos o etiquetas de caritas tristes, enojadas o asustadas no vas a lograr el desarrollo de la inteligencia emocional de tus hijos/Getty Images.

No te dejes engañar, con muñecos o etiquetas de caritas tristes, enojadas o asustadas no vas a lograr el desarrollo de la inteligencia emocional de tus hijos. Te explico por qué y cómo se establece.

El desarrollo de la capacidad de regulación emocional no se adquiere en clases con muñecos que muestran las emociones para que los peques aprendan a reconocerlas, ni con técnicas o tips como mandarlos a hacer respiraciones controladas o aislarse en el “rincón de la calma” ni explicando a los adultos lo que deben hacer o decir para acompañar una rabieta o cualquier momento en el que el niño se encuentra desbordado emocionalmente. El problema de este abordaje cada vez más común en las escuelas o que te encuentras en los libros y en recomendaciones de especialistas en redes sociales, es que son artificios que te hacen quedar en la superficie con la falsa sensación de seguridad de que tienes las competencias para acompañar a tus hijos a desarrollar una sana autorregulación o inteligencia emocional.

Si vemos el asunto desde la raíz, lo primero para señalar es que mal podemos los adultos corregular emocionalmente a los niños y niñas a nuestro cargo si no somos capaces de regularnos emocionalmente y así prestar nuestra calma a los pequeños hasta que maduren y alcancen la capacidad de autorregularse. Si no buscamos la forma de reaprender a gestionar nuestras propias emociones, no hay tips, ni caritas, ni fichas de colores, ni recetas que valgan.

Cuando estamos en condiciones de regular nuestras emociones tenemos más posibilidades de decidir qué hacer y cómo enfrentar las situaciones que nos perturban o cómo encauzar las propias emociones hacia posibilidades más favorables de manera que en lugar de complicarnos la vida o complicársela a los demás ganemos mayor calma y equilibrio. Esto es lo que ahora llaman inteligencia emocional. La forma en que gestionamos las emociones se vivencia constantemente "Tendremos competencias para expresarnos abiertamente sin miedo a ser rechazados, creando vínculos empáticos, de intimidad emocional y con más recursos para la resolución no violenta de conflictos."Tendremos competencias para expresarnos abiertamente sin miedo a ser rechazados, creando vínculos empáticos, de intimidad emocional y con más recursos para la resolución no violenta de conflictos.cada día. Las experiencias en nuestras relaciones o interacciones son diferentes cuando crónicamente nos desbordamos o nos situamos en el extremo contrario de desconectarnos de las emociones volviéndonos incapaces de sincronizar con la vivencia emocional de nuestros hijos. Cuando podemos sentir y expresar conscientemente nuestras emociones la experiencia vital tiene una cualidad distinta y nos encontramos capacitados para sincronizar, conectar y prestar nuestra calma a los peques a nuestro cargo.

Lo primero para señalar es que mal podemos los adultos corregular emocionalmente a los niños y niñas a nuestro cargo si no somos capaces de regularnos emocionalmente/Getty Images.
Lo primero para señalar es que mal podemos los adultos corregular emocionalmente a los niños y niñas a nuestro cargo si no somos capaces de regularnos emocionalmente/Getty Images.

La capacidad de regularnos emocionalmente la adquirimos durante la primera infancia a partir de los vínculos primarios con nuestra madre, nuestro padre, con nuestros cuidadores principales. Si hemos sido tratados con empatía y acompañados a regular adecuadamente nuestras emociones tendremos más oportunidades de vivir de forma más serena, flexible, amplia, reflexiva, abierta, empática nuestras experiencias vitales y nuestras relaciones.

Tendremos las competencias para expresarnos abiertamente sintiéndonos seguros y creando vínculos empáticos, de intimidad emocional y para la resolución no violenta de conflictos. De lo contrario acabaremos más susceptibles a desbordarnos o disociarnos de nuestras emociones llegando a desarrollar fácilmente impulsividad, violencia y muchos otras experiencias de sufrimiento psicológico o físico así como síntomas o patologías como la depresión, la ansiedad, ataques de pánico, adicciones, y tantas otras enfermedades mentales que nos dañan y con la que dañamos a otros.

Los niños se educan emocionalmente:

  • Cuando los adultos a su cargo se hacen conscientes de sus limitaciones y trabajan sus problemas para regular las propias emociones.

  • Cuando somos capaces de sincronizar con ellos, interpretarlos correctamente y satisfacer sus necesidades emocionales de forma oportuna y consistente, en lugar de hacerlo de forma errática o impredecible (unas veces calmas a tus hijos, otras los castigas para detener una rabieta o lo dejas llorar para que “aprenda a tolerar frustración”) a lo largo de su desarrollo.

  • Cuando logramos detectar y resolver las causas que provocan el malestar o el daño emocional de nuestros pequeños.

  • Cuando hay buenos apegos en la crianza, cuando hay suficientes experiencias de calma y seguridad, contacto visual, corporal, presencia amorosa y disposición emocional de la figura maternante, cuando hay suficientes palabras que ayuden a nombrar y dar identidad a lo que cada criatura en su experiencia única y singular vive o siente.

  • Cuando logramos hacernos expertos en nuestros hijos e hijas sintonizando con sus necesidades, sus intenciones, sus pensamientos, su lógica emocional infantil en lugar de pretender que entiendan y acaten nuestra lógica adulta.

La capacidad de regular las emociones es una consecuencia de la salud emocional. No se establece reduciendo la compleja riqueza del mundo emocional infantil a métodos de aprendizaje de fichas, caras felices o tristes, colores y otras técnicas para dirigir las emociones del niño.

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