La tragedia de ser 'Rociito'... porque la hija de Rocío Jurado nunca podrá tener una vida normal

En España, es imposible que Rocío Carrasco Mohedano —a quien por siempre perseguirá el mote de "Rociito"— ponga un pie en la calle sin que los medios se enteren y la persigan, o al menos alguien, quien sea, la reconozca. Es una de las mujeres más retratadas del mundo de habla hispana (casi tanto o más que la controvertida Reina Letizia) y también una mujer que doquiera que va, causa polémicas, incapaz como es de llevar una vida normal, de ir al supermercado o de meterse en un cine cuando le de la gana.

Rocío Carrasco en 1994. (Photo by Gianni Ferrari/Cover/Getty Images).
Rocío Carrasco en 1994. (Photo by Gianni Ferrari/Cover/Getty Images).

Esto es porque la única hija biológica de la legendaria cantante ibérica Rocío Jurado y el boxeador campeón del mundo, Pedro Carrasco, ambos ya fallecidos, siempre ha vivido en público. Desde el día en 1977 cuando con apenas unos días de nacida, su madre la presentó a la prensa, Rociito (uno imagina que secretamente -o ni tanto- esta mujer desprecia ese diminutivo que se ha vuelto sinónimo con su persona) ha estado expuesta de un modo casi obsceno a la fama, a las cámaras, a todos los lujos y todos los horrores que la celebridad pueden comprar.

Ahora bien, la raíz del problema, aducen todos los medios, es precisamente la viciada relación que siempre hubo entre madre e hija (la Jurado murió el 1 de junio de 2006 y está enterrada en Chipiona, Cádiz, de donde era originaria), pese a que la madre siempre adoró a su hija, llamándola en público "Lo más grande que tengo en el mundo". Sin embargo, La fama de su madre afectó tanto a la chiquilla que se volvió una caprichosa insufrible desde muy temprana edad.

Rocío Jurado y 'Rocíito', 1993. (Gianni Ferrari/Cover/Getty Images)
Rocío Jurado y 'Rocíito', 1993. (Gianni Ferrari/Cover/Getty Images)

Los hijos de José José, por ejemplo, que convivieron con ella en la infancia, cuando las familias se reunían, ya fuera en México o en España, la recordaban como particularmente difícil de tratar: distante, pedante y petulante, que se negaba a relacionarse con los demás niños por considerarlos inferiores a ella.

Aunque Pedro Carrasco ya se había retirado de los cuadriláteros cuando se casó con "La más Grande", como se apoda en España a la intérprete de temas como 'Señora', ''Se nos rompió el amor (de tanto usarlo)', 'Como una ola' o '¿Por qué me habrás besado?', entre muchos otros, la presencia y total devoción del padre eran insuficientes y la puntilla del rencor se alojó en Rociito que se las cobraba a su tocaya cada vez que podía, venga que te pego, haciéndole escenas por cualquier nimiedad, reclamos por quítame estas pajas y sobre todo, mucho y muy explosivo chantaje sentimental de ambas partes.

Ahora bien, la chiquilla entendía que la rutilante carrera de la madre la obligaba a viajar por todo el mundo (viajes en los que regresaba con, literal, kilos de regalos para su niña) y aquella la resentía cada vez más. A pesar de recibir todos los caprichos posibles, la adolescencia de la Carrasco estuvo llena de sinsabores, sobre todo a partir de la separación de la Jurado y Pedro, cuando ella tenía 12 años y que se dio de un día para otro, en medio de rumores (confirmados a medias) de múltiples infidelidades por parte de ella).

Por lo mismo, ese rencor afloró en una entrevista de televisión: “Yo lloraba y lloraba y lloraba y lloraba porque quería que mis padres volvieran... Hasta que un día no lloré más. Porque ya me di cuenta de que, llorase o no llorase, volver no iban a volver, y que mi madre se iba a ir de todas formas. Entonces ese día no lloré. Ese día la que lloró fue ella".

La Jurado trató desesperadamente de ser madre por segunda vez infructuosamente, después de su divorcio y su segundo matrimonio con el matador José Ortega Cano, con quien Rociito siempre tuvo una relación tensa, aunque no tan desagradable como la que estableció en algún tiempo con la segunda mujer de su padre, Raquel Mosquera, a la que se ha referido en público como una "peluquera ordinaria con ínfulas que se lió con mi padre" y a la que ha tratado con desprecio abiertamente.

Era como si la Jurado deseara darse una segunda oportunidad para la maternidad. Como la edad ya no se lo permitió, consiguió adoptar a dos huérfanos de Colombia, Gloria Camila (hoy de 25 años) y José Francisco (de 30), con los que vivió siete años de felicidad maternal, algo que Rociito resintió aún más y les cobró después de la muerte de su madre, tratándolos de basura y negándose a compartir la herencia de su madre, valiéndose del hecho de ser la hija "legítima" y de que en todo caso "esos" recibirán la herencia del torero, que no es tan grande como la fortuna de la Jurado, pero no son migas tampoco.

Por supuesto, Rocío Carrasco fue una joven deliberadamente rebelde y le dio disgustos a granel a la tonadillera, cambiando de carrera a cada rato: ora quiero ser modelo, ora presentadora o actriz, quiero ser punk, quiero ser monja. Todo veo, todo quiero. Al final, se enredó a los 18 años con el guardia civil Antonio David Flores, con el que se casó para disgusto de ambos progenitores y que hoy solo tienen en común que es padre de sus dos hijos (con los que Rociito no tiene relación actualmente).

Flores, que rápido se engolosinó con la fama y dejó el servicio público luego de su "braguetazo de oro" (como lo llamaron los diarios), para volverse comparsa de la farándula, ha quedado muy mal parado en los últimos tiempos, porque en entrevistas y en un documental de televisión, Rocío le ha sacado los trapos al sol, dejándolo expuesto como un chulo, que se enganchó a la droga y que la maltrataba psicológica y físicamente, llegando a violarla en el tálamo nupcial, bajo el pretexto de que al estar casados legalmente, ella tenía que complacerlo y no había "no" que valiera (por esta última confesión, Telecinco cesó a Flores de sus programas de chismorreo y lo echó a la calle).

Rocío ha tenido una vida infeliz y no parece que vaya a mejorar nunca. No hay manera. Está demasiado dañada. Será un milagro si consigue empezar a vivir en un lugar donde nadie la conozca y pueda ser feliz, en un anonimato que nunca ha conocido.

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