Lamento que te hayan rechazado; ahora, vamos a la fiesta

Estudiantes en la fiesta anual para quemar sus cartas de rechazo de la universidad en Downtown Magnets High School en Los Ángeles, el 20 de abril de 2023. (Adali Schell/The New York Times)
Estudiantes en la fiesta anual para quemar sus cartas de rechazo de la universidad en Downtown Magnets High School en Los Ángeles, el 20 de abril de 2023. (Adali Schell/The New York Times)

A mediados de abril, en la Downtown Magnets High School de Los Ángeles, Lynda McGee, una de las orientadoras universitarias del centro, revisaba su trituradora de papel. Necesitaba asegurarse de que tenía el efecto óptimo: ruidosa, odiosa y finita.

Pronto, sus alumnos de último grado de bachillerato desfilarían por la sala con cartas de rechazo de universidades de todo el país, y esos papeles debían triturarse de la forma más dramática posible.

“Deben aprender que sobrevivirán y que hay un arcoíris al otro lado”, comentó McGee, que empezó la fiesta del rechazo en la escuela hace una década y la ha ido perfeccionando desde entonces.

En la actualidad, casi una cuarta parte de los alumnos de último grado asisten a la fiesta. El único boleto necesario es una carta de rechazo.

“Hay que imprimirla, porque no hay satisfacción en borrar un correo electrónico”, afirmó McGee riendo. Cada estudiante anuncia por turno el nombre de la universidad que lo despreció antes de meter la carta en la trituradora mientras los demás vitorean.

Luego, reciben un helado y se comprometen a no dejarse definir por la universidad a la que asisten. “El helado cura todas las heridas”, aseguró McGee con la seguridad de una profesora que ha investigado a fondo. El estudiante con el mayor número de rechazos (este año, diecisiete) recibe una tarjeta de regalo para Barnes & Noble.

Estudiantes en la fiesta anual para quemar sus cartas de rechazo de la universidad en Downtown Magnets High School en Los Ángeles, el 20 de abril de 2023. (Adali Schell/The New York Times)
Estudiantes en la fiesta anual para quemar sus cartas de rechazo de la universidad en Downtown Magnets High School en Los Ángeles, el 20 de abril de 2023. (Adali Schell/The New York Times)

Es oficialmente la temporada de rechazos universitarios para muchos —y, por supuesto, la temporada de aceptación para algunos— a medida que los estudiantes de último grado de bachillerato reciben las cartas de decisión. Los rechazos se acumulan a un ritmo asombroso: entre los años académicos 2019-2020 y 2022-2023, las solicitudes universitarias aumentaron un 24 por ciento, según el informe de la Common Application (esto se debe en parte a la Common Application, una solicitud única utilizada por más de mil universidades).

Esto resulta en más rechazos y algunas universidades alardean de sus bajas tasas de aceptación (o altas tasas de rechazo, según se mire).

Por supuesto, la universidad no es la única oportunidad de rechazo. Las altas tasas de interés y la preocupación por la recesión están provocando despidos y un retraso relativo en la contratación, por lo que los rechazos también son numerosos después de la enseñanza en el bachillerato. Algunas escuelas de posgrado e incluso profesionales intentan combatir la situación con sus propias fiestas de rechazo, muros de rechazo e incluso currículos llenos solo de rechazos.

Las redes sociales y las normas sociales nos dicen a menudo que debemos ocultar los rechazos y cualquier situación negativa, lo que lleva a la falsa creencia de que hay algo malo en ti porque te rechazan, explicó Mark Leary, profesor de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Duke, que estudia el rechazo.

No obstante, las fiestas del rechazo nos ayudan a darnos cuenta de que se trata de una parte ordinaria de la vida y nos permiten compartir nuestras historias de rechazo. Y, según Leary, estas fiestas dan un toque desenfadado a un acontecimiento que, de otro modo, sería infeliz y estresante.

“Es más difícil tomarse un rechazo tan en serio si estamos celebrando una fiesta al respecto”, señaló.

Nick Hopwood, profesor de Aprendizaje Profesional en la Universidad Tecnológica de Sídney, Australia, creó un muro de la fama del rechazo tras recibir dos rechazos en un solo día: el de una propuesta de beca de investigación y el de un artículo de investigación. Hopwood mencionó sus rechazos a un colega, que le dijo lo reconfortante que era oír que incluso a él también lo rechazan.

“Me hizo pensar en cómo me ven los demás y a muchos otros académicos: vemos el éxito”, comentó Hopwood. “Es como ver un cisne deslizándose sin esfuerzo por el río y no los pies remando frenéticamente y golpeando todo tipo de piedras en el fondo”.

Anna Swann-Pye, profesora de Literatura de nivel avanzado en Nest+M, un colegio público de Nueva York, dijo que recuerda claramente el dolor de sus propios rechazos. Durante su adolescencia, escondía los exámenes, los boletines de notas y las cartas de las universidades debajo de la cama.

“No era tanto por miedo a meterme en problemas, sino porque esos documentos me producían una profunda vergüenza, como si fueran la prueba de algo que ya sentía sobre mí misma: que no era tan buena como mis amigos o compañeros de clase”, afirmó Swann-Pye. “Tardé demasiado en reconocer lo natural y normal que era el rechazo”.

Cuando se convirtió en profesora, estaba decidida a que no les pasara lo mismo a sus alumnos, así que puso en marcha un muro de rechazo para los estudiantes de último grado. (También ayuda que las fiestas de rechazo de la universidad suelen ser para un subconjunto de estudiantes que quizá irán a la universidad en algún lugar, lo que disminuye el golpe).

En cuanto un estudiante cuelga una carta de rechazo en el muro, recibe un aplauso y la oportunidad de meter la mano de la bolsa de rechazos, llena de Ring Pops, pulseras de caramelo y cubos de Rubik. Los estudiantes también completan el muro con sus propios mensajes, como “Eres demasiado sexy para Vassar” o “Te han rechazado, eres demasiado inteligente. Con amor, NYU”.

Laura Sánchez, de 18 años, estudiante de último grado en Downtown Magnets, se sintió decepcionada al recibir cinco cartas de rechazo de universidades como Pomona, Scripps y Cornell. Pero estaba deseando llevar esos rechazos a la fiesta del rechazo de su escuela.

“También he sido capaz de procesar y apreciar que todavía tengo muchas opciones, lo cual es muy significativo para mí como latina de primera generación que quiere hacer historia dentro de su familia al convertirse en la primera persona en obtener una educación superior”, relató.

Su compañero Zhangyang Wu, de 18 años, fue rechazado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en Princeton. “Cuando piensas en una celebración, crees que estás ganando algo”, señaló. “Pero la fiesta del rechazo sirve para ayudar a los estudiantes que se expresaron. Todos fuimos rechazados y es una norma que debemos reconocer”.

c.2023 The New York Times Company