Laura Azcurra, entre el desafío de convertirse en Frida Kahlo, su hijo de 18 años y su “hermosa” historia de amor
A Laura Azcurra le gusta reconocer que es una obrera del arte. Hija de un director y autor teatral y de una maquilladora de cine y televisión, y con una hermana bailarina, creció entre salas de teatro y sets de filmación. Su formación actoral empezó cuando tenía 10 años y cuatro años más tarde, hacía su debut en el cine con el film Despabílate amor, de Eliseo Subiela. Luego, televisión se lució en RRDT, Campeones de la vida, Verdad/Consecuencia, Son Amores, Soy gitano, Floricienta y Mujeres asesinas, entre otras ficciones. Además, protagonizó más de una docena de obras de teatro, es bailaora flamenca y hace años que se autogestiona sus proyectos. Siempre vivió de su profesión, aunque pronto debutará como emprendedora con un negocio relacionado con la yerba mate y la medicina ayurveda.
En diálogo con LA NACIÓN, la actriz habló de su nuevo proyecto sobre las tablas, Frida ¡Viva la vida!, un unipersonal con el que se presenta en el Teatro Picadero; de su hijo Marco de 18 años; de su historia de amor y de su vuelta a terapia para poder transitar un duelo.
-Tenés flamantes 44 años, ¿alguna fórmula para verte siempre radiante?
-Quizá bailar, hacer las cosas que me gustan, irme un poco de la ciudad que está muy caótica y seguir creando, proyectando. Me hacen muy feliz Salir al ruedo y Tita y Rodhesia , dos obras que autogestioné porque son cosas que quiero compartir independientemente de que lleguen propuestas y obras de otros autores. Es el noveno año que hacemos Salir del ruedo, una obra de teatro físico con lenguaje flamenco muy presente porque está todo lo que aprendí y deconstruimos junto con mi compañera Mariana Astutti, que es mi socia y coequiper. El 28 de febrero, a las 20.30, vamos a estar en el Centro Cultural Morán, en Parque Chas. Y Tita y Rodhesia es lo que siempre soñé, un espectáculo de teatro que contiene el permiso para hacer improvisaciones con músicos en vivo y tengo la dicha de compartirlo con Valeria Stilman, que es la Messi de la improvisación y mi amiga desde hace 20 años. En la voz de Tita y Rodhesia están las voces que se mezclan en este presente: una conservadora, heteronormativa, que cree que se tiene que casar para verle la cara a Dios, y otra un poco más aggiornada, que propone que los tiempos cambiaron. Nos espejamos sin bajar línea. Hace tres años que rodamos con esta obra y nos presentamos el 9 de marzo en Café Berlín.
-Y ahora te metés de lleno en la vida de Frida Kahlo...
-Sí, Frida es una producción de Nachito de Geluk, una productora cordobesa que me mandó esta obra de un autor mexicano que salió de un concurso de dramaturgia en México, y en 18 años recorrió varios países. Ya se hizo con otra actriz cordobesa y le fue muy bien durante dos años y ahora querían hacerla conmigo en Buenos Aires. Me gustó el material y la directora, Julia Morgado, es una mujer más joven que yo con ideas de una generación distinta. Y el mensaje de Frida sigue teniendo vigencia en todos los aspectos, como artista, mujer latinoamericana, discapacitada, bisexual, activista. En Frida hay muchos colores. Vamos a estar en el Picadero y hay muchas fechas en el Gran Buenos Aires y en todo el país hasta junio. Me interesa que las nuevas generaciones vengan al teatro y es algo que tenemos que hacer los adultos para que sepan sobre este ritual mágico, ancestral y presencial.
-¿Es la primera vez que hacés un personaje histórico?
-Nunca interpreté a ningún personaje histórico en casi 30 años de trabajo y tiene sus pro y sus contra. Por un lado, hay muchísimo material de Frida en el que podés profundizar: libros, series, documentales, su diario. Y también hay una exigencia porque es una persona muy fuerte, globalmente conocida, con una renguera que la acompañó desde los 6 años y un dolor tremendo. Además tuve que tomar clases de neutro y mexicano, y estoy sola en escena. La condición era que no estrenáramos en Capital, y ya hace dos meses que hacemos funciones; estrené en Benavidez y recorrimos algunas provincias. La obra está buena porque ayuda a armar el rompecabezas de Frida. Es un material complejo, pero muy lindo.
-Siempre viviste de tu trabajo como actriz, pero pronto lanzás un emprendimiento, ¿de qué se trata?
-Es algo que estamos proyectando desde la pandemia y va a ver la luz en abril. Puedo spoilear que tiene que ver con la yerba mate y la medicina ayurveda, la más antigua de oriente nacida en India. Es un mundo muy distinto al mío y quiero llegar con mucha confianza. Es un camino que siempre me interesó, pero no encontraba el tiempo y se dio hace unos años. Me adentré en un mundo hermoso que es el de los emprendedores , el de las hierbas, la agroecología. Todo eso me resuena y considero que es un arte.
-Hiciste tu primer trabajo en cine con 15 años, protagonizaste programas muy populares y después seguiste, pero con un perfil más bajo, ¿fueron elecciones o se dio?
-Un poco y un poco, aunque creo que todo lo decidí y elegí con conciencia y perseverancia entendiendo que cada camino es propio. Me hace ruido tener que cumplir con ciertas cosas para hacer otras; no me interesa especular, prefiero seguir mi intuición, tener un perfil más bajo y estar tranquila. Esta profesión mezcla mucho el ego con la popularidad y es muy engañoso. Lo poco que veo en televisión es que todos hablan de la vida de otros y nunca me interesó eso.
-¿Por eso estos años hiciste mucho teatro y poca televisión?
-Me ofrecieron trabajo para conducir, para ser panelista y jurado, y la verdad que no me interesa. Estamos frente a la muerte de la televisión de aire y esa agonía se siente y se ve . No me resulta interesante ni constructiva y quizá tenga que esperar que pase un poco esta ola vacía en la televisión, y proponer compartir mi arte desde otros espacios de comunicación.
-Siendo tan chica supiste manejar la popularidad...
-Siempre supe dónde estaba el circo y en qué momento tenía que hacerlo y en cuál me ponía en modo vida privada. Tuve cables a tierra, me mantuve en un espacio sano y saludable, no quería más adrenalina y no pertenecí al gueto en el que se cocinaban proyectos. Fue una elección.
-¿Hubo algo que te hizo cambiar de dirección?
-Creo que la maternidad fue una bisagra intransferible y contundente. Es un gran aprendizaje, una máxima maestría. Y cuando llegó Marco entendí que era mi prioridad y elegí dónde y cuándo invertir mi tiempo. La maternidad me atravesó y reflexioné mucho sobre esta enorme aventura que es cuidar a otra persona. Ahí se despertó el feminismo, al ver todas las desigualdades que ya tenía como mujer, pero se hicieron más evidente cuando fui madre porque el sistema te va excluyendo.
-¿Y qué pasó?
-Se me cambió el foco de prioridades y deseos. La maternidad y la paternidad son hechos existenciales muy potentes y me impulsaron a ocuparme de temáticas que quizá antes no había sentido o mirado. Todo decantó hacia un especio de honestidad conmigo misma. Estoy muy contenta con mi recorrido porque lo hice desde el corazón y de todo aprendí. Hay proyectos que me dieron mucha plata, pero no representaron desafíos emocionales ni vivenciales; fueron trabajos y no reniego de eso. Otras cosas no representaban económicamente lo esperable, pero me enseñaron muchísimo.
-Entonces...
-Me hice cargo de lo que quería contar, investigué, exploré y estudié flamenco y todas las herramientas que me sirvieran para contar historias. Invertí tiempo, dinero, viajes y trabajé mucho. Creo que las cosas hermosas salen de lugares incómodos . Tenemos la suerte de vivir en Buenos Aires, una meca del teatro en el que se puede experimentar, crear, ver teatro comercial con shows increíbles, centros culturales, teatro independiente.
-¿Cómo descubriste el flamenco?
-El flamenco apareció en mi vida a los 18 años , después de tomar clases de tap y querer bailar haciendo música, que era lo que me llamaba la atención, y también respirar algo teatral. Empecé a tomar clases cuando estaba grabando Campeones, y la sala de mi maestra, Fabiana Puso, estaba muy cerca del estudio. Después iba a Madrid a visitar a mi papá y tomaba clases allá, y acá con maestros de afuera y volvía a España e iba a Sevilla. Fue mucho tiempo, mucha inversión, mucha sala de ensayo. Cuando fui mamá dejé de bailar flamenco y descubrí la danza contemporánea con mi maestra Ana Frenkel, de la cual soy alumna regular desde hace 18 años ininterrumpidamente. Sus clases son mi religión; soy devota porque es salud física y mental.
-¿Y Marco va a seguir tus pasos en el mundo del arte?
-Tiene 18 años y está enorme . Se anotó en dos carreras, en Agronomía en la UBA porque le interesan las plantas y cultivos, y también se anotó en el ISER para ser locutor. Que sea lo que lo haga feliz. Vive mitad en mi casa y mitad en la de su papá (el director y productor Mariano Rossi), y estamos acompañando su autonomía. Estoy empezando a trabajar esto de acompañar y soltar que es muy difícil y necesario también.
-El crecimiento de tu hijo, ¿cambió algo en vos?
-Volví a terapia justamente por eso, y también para poder procesar el duelo de la muerte de mi madre (Elena Sapino). Falleció hace casi tres años, tenía un vínculo hermoso con ella y su enfermedad fue un proceso rápido. Mi hermana y yo nos pusimos en función de su bienestar y tuvimos que elaborar que ese minón increíble ya no estaba más entre nosotros. Mi mamá decidió calidad de vida y no cantidad, y la acompañamos. Y mi viejo (Juan Carlos Azcurra) también nos dejó un aprendizaje; murió en 2013, y su despedida nos invitó a ver y entender la muerte con mucha poesía y amor. Pudimos deconstruir la muerte, que es la única certeza con la que nacemos. La despedida de mis padres fue triste, como todas, pero nos dejaron belleza, aprendizaje y valor a la vida. Entendí que hay que estar al día con nuestros seres queridos y eso significa amar, perdonar, valorar, hablar, soltar, preguntar y no postergar nada porque la vida es hoy y la muerte, también. Eso me alivió mucho y pude despedirlos con amor.
-¿Estás en pareja?
-Siempre estoy muy bien acompañada. La vida es muy corta. Es una historia de amor hermosa ; mi cambio de paradigma. Ya tuve hijos, ya conviví y me encantó. Ahora quiero compartir la vida con alguien que quiera disfrutar, crecer, charlar. Así es mi amorcito, con quien podemos proyectar cosas que no impliquen convivencia y no hacer crecer la familia biológicamente, lo que no significa que el día de mañana tenga el tiempo, la disponibilidad y la economía para adoptar, y eso me tranquilizó cuando estaba todavía con el viejo paradigma de tener que darle un hermano a Marco. Es una puerta abierta . No voy a decir su nombre, pero sí puedo contar que se dedica al arte y me acompaña.
Para agendar
Frida ¡Viva la vida!, en el Teatro Picadero, hoy y el próximo jueves (27 de febrero), las 22.
Agradecimiento: Malvón