Laurita Fernández, entre lo que nunca se imaginó, el “pánico” a hablar con Tinelli y el amor “no enroscado” que necesitaba vivir
Laurita Fernández está muy feliz con su presente. Está a dos meses de debutar en el teatro nuevamente con una gran producción, pero además su corazón encontró algo de calma de la mano de su nuevo novio, el productor de Bievenidos a bordo, Claudio ‘Peluca’ Brusca. En una charla con LA NACION habló de su nuevo desafío teatral, Matilda, el musical, en donde se pondrá en la piel de Señorita Miel, y también de qué pasara con su programa de eltrece, de su flamante romance, de su familia y de cómo maneja la exposición.
-¿Cómo combinás los largos ensayos de Matilda el musical con el programa Bienvenidos a bordo?
-Pensé que Bienvenidos a bordo terminaba el año pasado, pero sigue y me encanta, aunque sabía que iba a superponerse con los ensayos de Matilda. Por suerte todo se terminó acomodando y armamos un croquis que podemos cumplir. En principio, seguimos con el programa durante todo el mes de abril. En este momento de la televisión todo es mes a mes y se va viendo qué pasa, no hay nada a largo plazo. Estar al aire durante un año y medio con Bienvenidos a bordo era algo impensado, totalmente inesperado para mí y para todos los que lo hacemos porque pensamos que era por uno, dos o tres meses y fuimos renovando.
-Y con el desafío de sumarte a un programa que condujo durante mucho tiempo Guido Kazcka...
-Sí y tenía su impronta. Entré pensando que era un reemplazo de quince días porque así fue planteado, pero después fueron unas semanas más, un mes más, dos más y así llevamos un año medio. Es un regalo. Poco a poco le puse algo de mi personalidad y hay algo en el tono de voz que es muy distinto. No es un formato cerrado y podemos variar los contenidos, por eso a veces hago un programa totalmente diferente al anterior y, lejos de parecerme un peso, me representa un desafío porque es como un debut todos los meses. Y vuelvo a tener nervios, a descubrir qué me gusta y cómo hacerlo. No es nada rutinario, lo que hizo que el programa se sostuviera. Me gusta esa libertad.
-Si pensás en el camino que recorriste, ¿te imaginabas conduciendo y protagonizando musicales?
-Mi sueño siempre fue vivir de lo que me gusta hacer, pero no me lo imaginaba acompañado de ser conocida o popular. De chica no quería ser famosa sino hacer teatro, musicales, cantar y bailar. La conducción llegó a raíz de lo que sucedió en el camino porque me acuerdo que la primera vez que estuve en el “Bailando por un sueño”, me agarraba pánico cuando Marcelo (Tinelli) se acercaba con el micrófono. Era un momento muy popular del programa y todos deseaban hablar, pero yo no quería que se acercara, ni que me mirara porque si hacía contacto visual, algo te decía. Le esquivaba la mirada (risas). Me ponía nerviosa, tartamudeaba, la pasaba muy mal.
-Pasaron 13 años y acá estas...
-Con el tiempo me fui relajando, soltándome. Fui descubriendo que me gustaba lo que él hacía. No me imaginaba conduciendo, simplemente se dio y me encanta.
-No te imaginabas siendo famosa, ¿cómo vivís entonces ahora la exposición?
-Entiendo que me pregunten y soy amable. Trato de contestar porque cuando estreno una obra, quiero promocionarla y los periodistas están. Es un ida y vuelta. Obviamente, hay cosas más incómodas que otras, pero todo comparado con el “Bailando...” es mucho más tranquilo. Fui aprendiendo a equilibrar: no ser antipática, pero resguardar lo que no quiero contar. Por ejemplo, soy muy cabulera y hasta que no se confirmó lo de Matilda... no le conté nada a nadie. Mi mamá se enteró por la tele y me lo recriminó (risas). No quiero quemar nada.
-¿Qué otras cábalas?
-Entrar al estudio o al escenario con el pie derecho, y hasta levantarme con el pie derecho. No se por qué las hago, pero sino me quedo maquinando todo el día y creo que tal cosa me fue mal porque no lo hice.
-Te dan confianza...
-Hay algo psicológico detrás de las cábalas, que tiene que ver con la seguridad personal. Mientras funcionen y no moleste a nadie, las hago (risas).
-¿Tu mamá también se enteró que estabas de novia por la tele?
-Sí, porque todo se dio muy de sopetón. Me vieron en un video y de pronto tuve que blanquearle a todo el mundo lo que estaba viviendo, que era muy reciente, y estaba viendo qué onda, no sabía qué iba a querer. Tuve que contar algo que todavía no quería contar. Mi mamá no me dijo nada, nos vimos a los pocos días y cuando me preguntó si me quedaba a comer le dije que no, que tenía una cita. Quiso saber con quién, pero se hacía la distraída porque ya había visto todo. “Hasta que no me lo contás vos, no doy nada por asumido”, me dijo. Y ahí le conté. Mi familia ya entiende porque en estos años me embarazaron mil veces y ellos me preguntaban. Es raro que en la tele hablen de vos y que te pregunten porque tenés que responder cosas que no sabés. Por ejemplo, las ganas de ser madre se me fueron despertando con la edad. Siempre decía que quería ser mamá, pero lo veía como algo muy lejano. Hoy lo veo más cercano, pero no tanto... (risas).
-¿Cómo se dio esta historia de amor?
-Pelu es productor de Bienvenidos a bordo y todo este tiempo trabajamos muchas horas porque además de compartir las grabaciones, hay muchas horas de producción, de conversar ideas. Cuando empezaron a hablar de nuestro romance le pedí disculpas porque yo no sabía en qué situación estaba él, hoy le das un beso a alguien y no significa un compromiso de nada. Los dos estábamos solos, nos sentíamos re cómodos juntos, tuvimos una charla y todo se dio naturalmente . Pelu es muy simple, entiende lo que hago, mis horarios, lo que me toca vivir, no es enroscado, sabe de mi mundo y prioridades. Sabe, por ejemplo, que ensayo muchas horas Matilda... y jamás me va a decir: “Uy, otra vez con eso”. Es lo peor que me podrían hacer. Encontré a alguien simple, con quien nos entendemos y es un amor. Todo fluyó.
-Trabajar juntos, ¿le suma o le resta a la pareja?
-Le suma. Estamos mucho juntos, él se queda en mi casa o yo en la suya muchas veces, pero cuando entramos a la productora los dos nos ponemos en modo trabajo, ni yo soy su novia ni él es mi novio. Tenemos el mismo trato que cuando no éramos pareja. Cada uno cumple su rol y no nos cruzamos tanto, aunque es él quien me habla por la cucaracha y hacemos el programa juntos, ya le conozco hasta los tonos. Tenemos los encuentros y desencuentros que tuvimos siempre, y salimos de ahí y volvemos a ser novios. Obviamente hablamos bastante del programa fuera del ámbito laboral y es lógico, pero cuando no estábamos juntos también producíamos mucho fuera del horario laboral y estábamos todo el día conectados. En un momento decimos “cortemos” porque sino es muy empalagoso.
-Tener incertidumbre por lo que va a venir, ¿te genera angustia?
-Antes sí, pero aprendí que las cosas son así. Tenés momentos muy copados y otros de incertidumbre porque empezás un proyecto y no sabés cuánto dura. Tenía mucho estrés en los primeros años y no podía disfrutar lo que hacía porque ya estaba pensando en lo que viene.
-¿Cómo aprendiste a disfrutar el presente?
-Con terapia (risas). Aprendí a relajarme, a confiar en que si trabajás, las cosas buenas llegan. Ahora puedo disfrutar y fue un gran cambio para mí.
-¿Tenías un plan B si no funcionaba el sueño de ser actriz?
-Sí, claro. Entré como utilera y después fui reemplazo en las comedias musicales de Cibrián (El fantasma de Cantervil, Las mil y una noches, Aquí podemos hacerlo), así que hacía la utilería maquillada por si tenía que entrar a escena y ha sucedido. Fui elenco, después personaje y crecí en ese mundo. Rendí 4º y 5º año del secundario libres porque ya estaba trabajando y me iba de gira. Cuando aprobé todas las materias me fui de la compañía de Pepe, hice castings para otros proyectos y me dije que si en un año no pasaba nada, iba a estudiar arquitectura o diseño gráfico. Ese verano acompañé a mis amigas al casting de “Bailando...” y quedé. Pero no era mi intención hacerlo, no me importaba ser parte.
-¿Por qué?
-Porque era muy prejuiciosa y juzgaba el programa. Venía de hacer musicales y sentía que la tele no estaba tan buena. Una tonta porque después me encontré con un programa genial, que le dio mucha visibilidad y trabajo a los bailarines. Fueron años increíbles. Estaba re bueno, mi trabajo era bailar y me pagaban por eso, y pude ahorrar haciendo lo que me gusta.
-¿Te siguen tentado para volver a La Flia?
-Lo último que hice con ellos fue el Cantando..., en plena pandemia, y fue una experiencia re loca en ese momento. Siempre es un placer trabajar con ellos porque son un equipo increíble. Me tienen en cuenta y son muy amorosos.
-¿Tenés trato con Tinelli?
-No, me da mucha vergüenza eso. También hice una serie con (Adrián) Suar, pero no por eso tengo relación con él ni nos escribimos. No soy una persona de hacer muchos sociales y menos con gente tan importante, prefiero conectarme desde el trabajo. Igualmente, cada tanto intercambiamos mensajes y me tira la mejor onda. Ojalá Marcelo vuelva a la tele y su productora pueda producir porque son un equipo maravilloso, todos muy apasionados.
-¿Qué podés adelantar de Matilda, el musical, que estrena el 1° de junio?
-La hacemos con los estándares de Broadway y es la misma obra que está en cartel en Londres y en Madrid desde hace mucho tiempo. Y esto representa una exigencia mayor a la que quizá tendríamos si hiciéramos nuestra propia versión porque tenés que respetar absolutamente todo de los creadores. En la Argentina, entonces, vamos a poder ver lo mismo que se ve en otras partes del mundo y es maravilloso que se apueste a una producción semejante porque son tres elencos de chicos que van rotando en las funciones, la puesta escenográfica es tremenda y es impresionante la cantidad de técnicos, maquinistas y todo lo que se necesita para llevar adelante el show noche a noche. Ser convocada para un proyecto así es un sueño, sin dudas.
-¿Cuál es el mayor atractivo de la obra?
-Los nenes, sin duda. Los vi ensayar, pasar letra y tienen un magnetismo y una energía que no podés creer cómo en un envase tan pequeño cabe tanto talento, tanta información y cantan y bailan y actúan y todo lo hacen perfecto. Tienen muchas ganas. Va a ser mágico y la gente va a salir maravillada, como nos pasa a nosotros.
-¿Cómo te llegó la propuesta?
-El año pasado yo estaba pasando letra en el Paseo La Plaza para El Método Grönholm, y recibí un llamado en el que me comentan del proyecto. Era de una productora para la cual ya había audicionado para otro musical que íbamos a hacer y finalmente no se dio por la pandemia. Y la dirección también iba a ser de Ariel Del Mastro, que también es el responsable de Matilda... y con quien yo tenía muchas ganas de trabajar.
-¿Qué pensaste entonces cuando te llamaron?
-Lo primero que pensé es que no tenía que entusiasmarme hasta que no se concretara porque faltaba un montón y después de la pandemia ya pensamos que cualquier catástrofe puede pasar. A los días estaba en la radio y me llamó Carlos Rottemberg, salí del aire, lo atendí y me dijo que Matilda... era un hecho y que le encantaría que yo hiciera a la Señorita Miel. ¡Durante más de un año no pude contar nada! Después fui a ver las audiciones de los chicos que eran una maravilla y no puedo entender cómo hicieron para seleccionarlos porque todos eran buenos. Ver su energía me hizo revalorizar lo que estoy viviendo. Y en el elenco adultos también son talentosos todos. Ensayamos entre 8 a 10 horas diarias, inclusive los fines de semana. Cuando vi la película Matilda... por primera vez tenía la misma edad que su protagonista y ya soñaba con estar en ese lugar. La vi, por lo menos, 8 veces y cada vez que la pasan en la tele, me prendo. Hay muchas escenas que recuerdo: la del nene que se come la torta de chocolate o Tronchatoro revoleando a la nena de las trenzas, o cuando ella mueve los objetos. Todo eso va a estar en la obra. Son 8 únicas semanas en el Gran Rex, a partir del 1º de junio.
-¿Te sentís conectada con el elenco infantil? A esa edad vos también soñabas con actuar, cantar y bailar...
-Empecé a los 3 años y lo primero profesional que hice fue a los 16, con Pepito Cibrián. Matilda... me conecta con mi infancia, cuando jugaba a cantar y bailar en los actos y en las muestras. Nada de lo que sentía en ese momento se perdió con el tiempo. Sigo con esa pasión aunque cada vez con más presión capaz porque cuando uno es chico es más inconsciente y crecés y vos mismo te ponés exigencias más y más altas. Vivo cada cosa con la misma alegría, nervios e intensidad que la primera vez.
-Y volvés a cantar y bailar después de mucho tiempo...
-¡Sí! Hacía tiempo que no estaba en un musical. No perdí el training porque en todo este tiempo seguí tomando clases y se lo agradezco a mis maestros, que son los mismos de toda la vida y se adaptaron a mis horarios y me bancan y entienden. Siempre prioricé entrenar porque cuando llegan estos proyectos, sentís que no podés hacer nada.
Para agendar
Matilda, el musical... Teatro Gran Rex, a partir del 1º de junio los miércoles, jueves y viernes a las 20; los sábados, a las 15 y 19; y domingos, a las 14.30 y 18. Entradas ya a la venta por Ticketeck.