El lenguaje incluyente: ¿está bien?, ¿es necesario?

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Cuando pensamos la lengua, existen dos tradiciones de pensamiento principales para abordarla: la “prescriptiva” y la “descriptiva”. 

La prescriptiva, en esencia, indica que el lenguaje es sólo uno y que existe una única manera correcta de hablarlo y escribirlo: aquella que ciertas instituciones determinen, por ejemplo, la RAE

Este enfoque podría resultar útil en situaciones que requieran seguir convenciones institucionalizadas del idioma para facilitar su lectura en diversos espacios.

Si yo escribo un texto como este, por ejemplo, tiene sentido que yo me apegue a las reglas convencionales del idioma para facilitar su lectura: klaro io pomdría ezkribir ashí gg and it may be the case que me 3ntiend4n uwu.

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Pero si lo hago, pierdo muchas oportunidades: la impredictibilidad ortográfica y gramatical de la oración se vuelve incómoda, las referencias o chistes “locales” y el cambio de idioma pueden subir el “costo de admisión” para entender el texto y las palabras “inventadas” (todas lo son) podrían de plano provocar que su lectura sea complicada o imposible para personas con discapacidad visual.

Es decir, escribir siguiendo las “reglas” del idioma (que más que reglas son acuerdos en lo colectivo, y más que acuerdos son imposiciones en lo individual) tiene sentido en ciertos contextos

Sin embargo, el enfoque prescriptivo del idioma tiene algunas limitaciones.

¿Cuáles son esas limitaciones?

Una de ellas es que no considera la velocidad con la que el lenguaje cambia, del mismo modo en que considera “incorrecta” cualquier expresión no reconocida por instituciones como la RAE.

Y la RAE, la Real Academia Española, antes que otra cosa, es eso: española. Para aceptar como válidas determinadas palabras, expresiones o usos gramaticales, primero verificará si tienen sentido y uso en un contexto muy local: el español que se habla en España (o más bien, el acuerdo, que más que acuerdo es imposición, del español que supuestamente se habla en España). 

Aquí es donde entra la otra perspectiva del lenguaje, la “descriptiva”.

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Otra manera de estudiar el lenguaje

El enfoque descriptivo del lenguaje no niega que existan consensos respecto a cómo se habla y escribe el lenguaje y que estos puedan articularse de una forma eficiente a través de determinadas instituciones que elaboren guías respecto a su uso.

Sin embargo, sí toma en cuenta el hecho de que, al final, el lenguaje no tiende a hablarse y a escribirse como las reglas lo indican sino como las personas hablantes eligen hacerlo

O dicho de otra forma, como le da la regalada pinche gana a toda la raza que habla y canta y rima y escupe y murmura y grita y junta palabras en ese intento cotidiano de cerrar la brecha que nos separa del otrx, en ese intento cotidiano de entender(nos).

El lenguaje no es de nadie, por mucho que algunas de las instituciones que lo estudian (y que más que estudiar, lo norman) pretendan hacernos creer lo contrario, porque el lenguaje no existe en un vacío sino en la multiplicidad de relaciones que se forman en el ir y venir infinito de las interacciones entre las personas y la(s) cultura(s) que habitan.

El problema con la Torre de Babel no fue que la gente hablara lenguas distintas, sino que nadie se detuvo a intentar entender lo que la otra persona quería decir. 

Aquí es donde entra el lenguaje incluyente.

Holi, lenguaje incluyente, ¿qué eres?, ¿por qué existes?

Esta apuesta estratégica tiene sentido en ciertos contextos, por ejemplo, un texto que pretende visibilizar la desigualdad entre los géneros o el reconocimiento de los géneros no binarios.

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Utilizar expresiones como “personas con pene/vulva” en vez de “hombres” o “mujeres” puede tener mucho sentido en ciertos contextos; por ejemplo, al describir procesos fisiológicos que dependan del sexo y no del género de la persona, como la menstruación o la eyaculación, entre otros.

Además de esto, el lenguaje incluyente también tiene algunas funciones o apuestas políticas específicas, como ser una herramienta discursiva que ponga en jaque la concepción binaria de los géneros y el uso del masculino genérico de la gramática española.

(Por cierto, quizás para este punto hayas notado que uso “incluyente” y no “inclusivo”. Si tú estás en contra de todo esto pero tu mente considera aceptable el uso de la expresión “lenguaje inclusivo”, pues qué crees, estás usando un anglicismo [inclusive language] y ahora toda China sabe que estás destruyendo el lenguaje que tanto dices valorar. Jaque mate, bro). 

Desde luego, el lenguaje incluyente no está exento de límites.

Espera, ¡¿no es perfecto?!

El uso de la “x” podría imposibilitar o complicar la lectura de un texto para personas con discapacidad visual que requieran programas de lectura en voz alta.

El uso de la “@” es estorboso y quizás no sea entendible para nadie que haya nacido después de 1960 o algo.

No siempre es posible encontrar palabras “neutras” y el uso del femenino y masculino puede extender demasiado oraciones que podrían necesitar ser más cortas (además de que, si nos ponemos quisquilloses, también invisibiliza identidades no binarias).

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El uso de la “e”, que por el momento es la apuesta más común y aceptada, puede ser un tanto cacofónico. But then again: lo cacofónico es una posibilidad del lenguaje por ser lenguaje, sea incluyente o no.   

La existencia de estas cuestiones no debe confundirse como señal de que el lenguaje incluyente es, por sí mismo, problemático o ineficiente.

Al contrario, surgen porque las reglasacuerdosimposiciones ya no son suficientes (¿lo fueron alguna vez?) para representar la realidad de las experiencias e intereses de un grupo significativo de sus hablantes.

De ahí que se argumente que existan circunstancias en que no utilizarlo puede ser un acto violento o discriminatorio, como cuando no se usan adecuadamente los pronombres de las personas no binarias.

Algunas propuestas se mantendrán y otras no, algunas se adaptarán a contextos específicos y otras se adaptarán a un uso más general. 

¡Hola! Si llegaste hasta aquí y te gusta mi contenido, tengo una noticia muy emocionante: junto a Paola Aguilar lanzamos “Coger Rico & Amar Bonito”, un podcast donde repensamos las formas en que cogemos, amamos y nos relacionamos. Puedes encontrarlo en Spotify o en cualquier lugar donde escuches tus podcasts. ¡Ojalá te guste! 🙂

*Esta nota se publicó originalmente en julio del 2021.