Con Leonardo Sbaraglia como local, otra película argentina recibe una ovación a sala llena en San Sebastián
SAN SEBASTIÁN, España.- Habrá que ver qué ocurre a la hora de los premios, pero ya se puede decir que al cine argentino le ha ido muy bien en esta edición número 71 del Festival de San Sebastián. La cálida recepción que tuvieron La práctica, de Martín Rejtman, y Puan, de Benjamín Naishtat y María Alché, las dos producciones nacionales que compiten por la Concha de Oro, ratifican una tendencia que también marcó la presentación oficial de la serie Nada, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, con Luis Brandoni y Robert De Niro como figuras del elenco.
El nuevo film de Rejtman, una comedia con su sello habitual protagonizada por un atribulado instructor de yoga interpretado por Esteban Bigliardi, fue tan aplaudida como el propio director antes del inicio de la función, llevada a cabo en un auditorio para 1800 personas que estaba repleto. Rejtman es un viejo conocido en San Sebastián: casi toda su filmografía pasó alguna vez por este festival, donde ya juega de local. Producida con aportes de la Argentina, Chile, Portugal y Alemania, La práctica será exhibida en breve en el Festival de Nueva York y recién se estrenará comercialmente en el país el año próximo. La sutil banda sonora del film es obra de Santiago Motorizado.
Puan, que representará a la Argentina en los próximos Goya y también suena como una posible candidata para la competencia por el Oscar a la mejor película internacional –la Academia anunciará la nominación el lunes–. Tiene a su favor la presencia en el elenco de Leonardo Sbaraglia, un actor que vivió y trabajó mucho en España, una ventaja a la hora de posicionarse en este mercado. Como La práctica, también trabaja en el terreno de la comedia con discreción e inteligencia. Cuenta con un gran trabajo de Marcelo Subiotto y refleja los vaivenes y sinsabores de una educación pública desfinanciada en el marco de la crisis que vive la Argentina hace ya unos cuantos años. El público que colmó la sala donde se exhibió la primera de las tres funciones programadas por el festival la celebró con un aplauso cerrado al final de la proyección.
Fuera de la competencia oficial, la sección paralela Perlak viene aportando este año una muy buena selección: al esperado regreso del mejor Wim Wenders con Fallen Leaves, se sumaron en estos días otras buenas películas cuyas chances de estreno en la Argentina, lamentablemente, son inciertas, sobre todo teniendo en cuenta la pobre respuesta en taquilla de buenos films como Pasajes, del estadounidense Ira Sachs, y El cielo rojo, del alemán Christian Petzold (que de hecho es parte de la oferta de Perlak este año).
Habrá que ver cómo es el lanzamiento en la Argentina de May December, un melodrama torturado y a la vez irónico del californiano Todd Haynes (Velvet Goldmine, Carol) en el que brillan Julianne Moore y Natalie Portman y que ya forma parte del catálogo de Netflix. O el de Monster, película en la que el japonés Hirokazu Kore-eda (Un asunto de familia, Broker) diagrama una compleja estructura temporal para abordar un tema espinoso -el bullying en una escuela primaria y una serie de manipulaciones que complican a un docente que no logra controlarlas- y al mismo tiempo conmover con el desarrollo de un vínculo solidario entre dos niños que encuentran en su sensible complicidad un refugio ante la pertinaz hostilidad de su entorno cotidiano.
También es muy interesante Dumb Money, del australiano Craig Gillespie, basada en la historia real de Keith Gill, un pequeño inversor norteamericano que produjo un terremoto en la bolsa de su país operando fantasmalmente en Reddit, una plataforma que aloja contenidos y foros de discusión de todo tipo y donde circularon muchas de las patrañas que colaboraron para que Donald Trump llegara la Casa Blanca. El elenco de la película, uno de cuyos productores es Will Ferrell, incluye a Paul Dano, Seth Rogen, Pete Davidson y Vincent D’Onofrio. Y en la banda sonora hay temas de Kendrick Lamar, Cardi B y Little Simz.
Pero la gran estrella de esta muy buena sección de San Sebastián ha sido por ahora La sociedad de la nieve, una costosa producción de Netflix dirigida por el español Juan Antonio Bayona, conocido internacionalmente por una ominosa ópera prima que fue una gran carta de presentación, El orfanato (2007), y por haber sido el elegido de Steven Spielberg para dirigir Jurassic World: el reino caído (2018).
El film -que representará a España en los Oscar- retoma la trágica historia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que en 1972 llevaba a Chile a un equipo de jóvenes rugbiers y terminó estrellándose en plena cordillera de Los Andes. En 1993, el estadounidense Frank Marshall la llevó por primera vez al cine, con el título ¡Viven! y Ethan Hawke como protagonista, pero esta nueva versión, protagonizada por un elenco de actores poco conocidos, es mucho más contundente. La escena del accidente es realmente notable y la tensión que coloniza casi todo el metraje transforma la proeza de los sobrevivientes en un relato más cercano al cine de terror, un género que Bayona evidentemente domina, que al dedicado a celebrar la épica y los milagros.
Esteban Bigliardi, actor argentino que aparece en tres películas exhibidas en esta edición de San Sebastián -La sociedad de la nieve, La práctica y Los delincuentes, de Rodrigo Moreno- interpreta en este impactante largo de Bayona el papel del empresario Javier Metholt, uno de los 16 sobrevivientes de los 45 pasajeros del fatídico vuelo. “Hay algo muy lindo de este proyecto: Bayona quedó maravillado por el libro de Pablo Vierci en el que está basada la película (La sociedad de la nieve, publicado en 2008) hace mucho, cuando estaba filmando Lo imposible, en 2012, y empezó a pensar en aquel momento una película que contara específicamente lo que les pasó a esas personas, más que enfocarse exclusivamente en lo que ocurrió, como si se tratara de una crónica periodística -señala Bigliardi, que vuelve este fin de semana a Buenos Aires para seguir con la temporada de Sombras, por supuesto, obra teatral de Romina Paula estrenada en el centro cultural Arthaus-. El foco son las personas, no la tragedia en sí misma. El libro también tiene esa característica, y los sobrevivientes no habían quedado muy contentos con ¡Viven! porque para ellos la película no reflejaba esa sensibilidad. Bayona, en cambio, sí consiguió acercarse al espíritu del libro. Y lo hizo con un elenco de latinoamericanos, en lugar de anglosajones. Jóvenes con menos recorrido en el terreno de la actuación, pero que se prepararon muchísimo para este trabajo durante los dos meses y pico que pasamos en una zona montañosa de España”.
Las exigencias que planteó Bayona fueron altas: los actores tuvieron que bajar considerablemente de peso para que su aspecto sea similar al de las personas de este grupo que pasó hambre durante el largo período de aislamiento en los Andes y también se familiarizaron con sus dramáticas historias, tratando de experimentarlas como si fueran propias. Contaron con el apoyo de Alejandro Catalán, experto en entrenamiento actoral cuyo estudio es desde hace años un semillero para el teatro alternativo porteño, y lograron un muy buen resultado. “Hace unos días me llamó un familiar del personaje que me tocó en la película y fue muy emotivo -revela Bigliardi-. Más allá del valor artístico de la película y de la experiencia inolvidable que fue filmarla, se creó un vínculo muy fuerte con mucha gente que está directamente o indirectamente relacionada con esta tragedia. Es un indicador importante del poder de esta película”.
En su paso fugaz por San Sebastián, Bayona declaró que en su película “lo que es escabroso se convierte en una decisión humanista del relato, un cambio en el punto de vista que me interesaba especialmente”. Y también se refirió al tono de su película, que es una producción millonaria, pero logra escapar a algunos de los tópicos más comunes en este tipo de proyectos: “Yo he crecido viendo películas en TVE, donde no se discriminaba entre cine comercial y de autor. Vi películas de John Ford, de Herzog, de Hitchcock, de Truffaut, de Kurosawa... De ese modo se rompían las etiquetas, que siempre fueron colocadas por la prensa. A mí me ha pasado: Un monstruo viene a verme es ‘cine de autor’ en Estados Unidos y ‘cine comercial’ en España”.