La leyenda de los lavaderos de Aculco

CIUDAD DE MÉXICO, junio 8 (EL UNIVERSAL).- A un par de horas de CDMX se encuentra el pueblo mágico de Aculco, un destino con un gran legado otomí, bonitas calles empedradas, antiguas casas coloniales, haciendas, un exconvento, deliciosos quesos e increíble naturaleza con ríos, cascadas y prismas basálticos.

Además de sus atractivos naturales e históricos, hay espacio para aquellos que disfrutan de las historias de ultratumba, pues un árbol frente a sus lavaderos municipales es objeto de una macabra leyenda.

¡Te contamos el escalofriante relato!

¿Cómo es el pueblo mágico de Aculco?

Aculco tiene un clima fresco, su entorno es montañoso, repleto de peñas, cañadas, ríos, cascadas y bosques de coníferas.

Ha sido habitado por indígenas otomíes. No obstante, hasta la llegada de los españoles, estuvo bajo dominio mexica, quienes le dieron su nombre: Aculco, que se traduce como ‘lugar donde el agua tuerce’, debido a los serpenteantes cauces de agua de la región.

En la época colonial comenzó a desarrollarse como un en un importante pueblo mercantil, debido a que por ahí pasaba el Camino Real de Tierra Adentro (Patrimonio de la Humanidad), una de las principales rutas comerciales de la Nueva España y del mundo.

Gracias a su ubicación estratégica, Aculco vivió tiempos de bonanza, visibles actualmente en sus calles empedradas, flanqueadas por casonas virreinales pintadas de blanco con techos de teja roja y otras construcciones antiquísimas, como la Parroquia y Exconvento de San Jerónimo, de estilo barroco tequitqui, que en su interior resguarda pinturas de Miguel Cabrera; además de sus haciendas: de Arroyo Zarco del siglo XVI; la de Dolores Ñadó, con más de 300 años o la de La Cofradía, de estilo toscano.

Por cierto, en este pueblo mágico estuvo Miguel Hidalgo, con motivo de la Batalla de Aculco del 7 de noviembre de 1810, que resultó en la primera gran derrota del movimiento independentista.

No todo es historia y arquitectura, pues el pueblo también goza de atractivos naturales, como la presa y peña Ñadó, a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar, aunque el más impresionante es un pequeño cañón con prismas basálticos, donde cae la Cascada de La Concepción, de 25 metros de altura.

¿Dónde está el pueblo mágico de Aculco?

A 2,400 metros sobre el nivel del mar, en las faldas de la Sierra de San Andrés Timilpan, Aculco se encuentra al noroeste del Estado de México.Colinda con el estado de Querétaro y está muy cerca de los límites con Hidalgo.

Desde CDMX y Toluca, haces unas 2 horas en auto; desde Querétaro es una hora y media de camino, aproximadamente.

¿Cuál es la leyenda de los lavaderos de Aculco?

Para conocer la leyenda de los lavaderos de Aculco, hay que situarnos en el México de fines del siglo XIX. Era un pueblo tranquilo, más pequeño y con poca gente.

Muy cerca de la plaza principal existía el manantial Ojo de Agua, sobre el cual se construyeron unos lavaderos públicos en 1882. A la usanza de la época, las mujeres acudían diariamente a lavar ropa.

Justo a un lado, había una casa con un gran árbol de pirul. Ahí, vivía una mujer muy atractiva, pero que infundía miedo entre los pobladores debido a que se rumoraba que era una bruja.

Ningún hombre se le acercaba por temor, pero ella deseaba tener un hijo. Con el tiempo, su desesperación y rencor crecían, pero la gota que derramó el vaso fue una ocasión en la que, mientras lavaban, un par de mujeres se burlaron de su soledad e incapacidad para formar una familia.

Para el infortunio de ambas, la bruja las escuchó, pero no les dijo nada, aunque internamente juró venganza a costa de su existencia, por lo que días después selló un pacto con el Diablo.

Repentinamente, 3 niños del pueblo desaparecieron… los locales sabían que la bruja era la responsable de tales atrocidades, por lo que fueron a su casa con antorchas, palos y machetes.

Entraron a la fuerza y al momento de abrir la puerta, los cubrió una nube espesa y helada, al tiempo que una voz macabra salía del pirul.

Primero, lanzó insultos y maldiciones, para después confesar que era la bruja.

Enardecido, un hombre le dio un hachazo al árbol y se escuchó el quejido de un niño. De pronto, se escucharon las risas de la bruja, quien les dijo que las almas de los 3 niños estaban atrapadas con ella en ese pirul, así que si alguien se atrevía a atacarlo, no solo la afectarían a ella, sino también a los pequeños.

Desde entonces, los aculquenses juraron no dañar el árbol, que aún se mantiene de pie. Hay quien dice que, si alguien clava un objeto filoso en el tronco, verá cómo derrama salvia blanca que poco a poco se torna roja, mientras se escuchan gritos de niños y risas macabras.