La lista terminal: misterios que se disgregan en un relato tibio, con pobres actuaciones y con un planteo fuera de tiempo
La lista terminal (The Terminal List / Estados Unidos, 2022). Creador: David DiGilio. Elenco: Chris Pratt, Constance Wu, Riley Keough, Taylor Kitsch, Jeanne Tripplehorn, Arlo Mertz, Jared Shaw. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: regular.
Si se hubiera filmado en los 80 o quizás en los tempranos 90, La lista terminal sería una película de dos horas en las que un marine debe sortear una monumental conspiración para descubrir la verdad que se escurre de su memoria. El héroe podría haber sido Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger, o quizás Jean-Claude Van Damme si se incluyera una rutina de artes marciales. El éxito podría haber abierto las puertas a una saga. Sin embargo, el escenario contemporáneo que ofrece la novela de Jack Carr -un ex marine convertido en escritor de best-sellers-, se transforma en una serie en la que el mismo relato compacto sobre la aventura de un hombre frente a los poderes invisibles que quieren destruirlo se estira en momentos redundantes e intrascendentes, en escenas de montaje sentimental y en digresiones que erosionan la efectividad original de la historia.
“Se trata, una vez más, de una historia de caza del hombre”, podría haberla resumido Alfred Hitchcock tal como describió los argumentos de varias de sus películas en las conversaciones con François Truffaut. Y si aquí esa cacería no está envuelta en volutas de psicoanálisis, como lo estaba Cuéntame tu vida -que también contaba el periplo de un hombre amnésico-, sí lo está en la parafernalia militar de Estados Unidos en Oriente, en este caso en una región de Siria donde parece ocultarse un peligroso terrorista al que una misión secreta intenta darle caza. Esa misión, integrada por un equipo de élite de las fuerzas SEAL de la Marina, es comandada por James Reece, un líder enérgico y reconcentrado que tiene el porte de buen chico de Chris Pratt. Tras el fracaso en tierras sirias, Reece regresa a Estados Unidos con una pila de cadáveres y con los retazos de una memoria que se disgrega día a día, fruto de la conmoción pero también de un secreto complot que comienza a envolverlo.
Hasta aquí la historia puede recordar a Identidad desconocida, la primera película del agente Jason Bourne dirigida por Doug Liman, con Matt Damon intentando descifrar quién es mientras misteriosos enemigos lo persiguen sin piedad. Pero La lista terminal no se amalgama en ese camino, sino que ensaya un espeso entramado alrededor de Reece que oscila entre su creciente paranoia y los misteriosos responsables de muertes, ataques sorpresas y suicidios simulados. Lo que en el cine de la paranoia de los 70 se condensaba en un relato vibrante, como supieron tener desde Asesinos S.A. hasta Los tres días del Cóndor, y en versiones posmodernas como la saga Bourne se acrecentaron con el uso de la tecnología en el vértigo de la puesta en escena y de los entramados económicos en el diseño de las fuerzas enemigas, aquí se disgrega en un relato tibio y siempre dilatado, sostenido por pobres actuaciones pese a los nombres importantes del elenco, y sin más interés que la prometida resolución de una intriga previsible .
El primer episodio, dirigido por Antoine Fuqua, es el que mejor se apropia del universo de Carr, siempre tenso en sus oscuridades imperceptibles, en esa amenaza a un orden conservador en el que los enemigos resultan ser fuerzas desestabilizadoras. Allí Reece identifica como rival al misterioso Kahani, un químico dedicado al terrorismo biológico que parece haber conducido a la misión de los SEAL a una emboscada mortal. El comandante se delinea como una fuerza silenciosa e implacable que busca descubrir el origen de esa trampa y desenmascarar a los responsables. Sin embargo, a medida que avanza el relato, la búsqueda se disgrega y empantana en la acumulación de tragedias y en la presentación de personajes que intentan engrosas el drama. Está la periodista que interpreta Constance Wu, una freelance temeraria que se convierte en la única confidente de Reece en su fuga, un exmarine hippie que resulta su ayudante, la misteriosa Secretaria de Estado (la sobria Jeanne Tripplehorn) y una oscura corporación cuyos tentáculos resultan demasiado grotescos.
A diferencia de otras sólidas apuestas de Amazon como Jack Ryan o Reacher, La lista terminal nunca consigue dar el tono –algo que por ejemplo consiguió con solvencia Reacher al equilibrar la acción febril con un humor que permite humanizar a sus personajes-, ni amalgamar su relato para que no se disperse en rodeos, ni involucrar las emociones del espectador en el destino de un héroe que no sabe bien lo que pasa a su alrededor . La puesta varía entre las escenas de ataques sorpresivos en los pasillos de un hospital o los tiros en plena calle a aquellas sostenidas en pobres alucinaciones, recuerdos lacrimógenos, funerales pomposos y destellos de una felicidad edulcorada. Nada de ello termina de sostener el drama de Reece y el deseo del espectador de acompañar su búsqueda.