Lizy Tagliani: un vestido, un amor, una boda y el permiso de cumplir un sueño que creía imposible
Faltan apenas tres semanas para su boda, pero Lizy Tagliani no está nerviosa. “Quizá porque nunca me permití soñar con casarme”, reflexiona en una charla con LA NACION. A un año de iniciar su relación con el mendocino Sebastián Nebot, la humorista y actriz puso todo en manos de su wedding planner.
El gran evento será el jueves 23 de marzo en un salón de fiestas de Berazategui, y tiene cuatro padrinos famosos: Marley, Gustavo Yankelevich, Humberto Tortonese y Mirtha Legrand, además de su suegra, que también se llama Mirtha. Tagliani cuenta por qué eligió a la diva como madrina, cómo será la fiesta, qué van a comer, cómo será el vestido y a dónde se van de luna de miel, en diciembre. Además, cuenta que iniciaron los trámites de adopción. “ Sería formar una familia y poder darle el amor que me dio y me enseñó mi mamá ”, se emociona.
-¿Cómo conociste a Sebastián, tu futuro esposo?
-Nos conocimos en el 2016 cuando fui a hacer un trabajo a Mendoza y pegamos onda, pero en ese momento me parecía muy chiquito. La diferencia de edad sigue siendo la misma, pero en esa época me daba muy joven y no podía verlo como una pareja. Ahora ya tiene más de 30. Ya de chica me gustaban los de 30 y 40, y cuando tuve esa edad emparejé y después me quedaron chicos. Espero que Sebastián sea el último. Ese día coqueteamos, él me pidió un beso y yo se lo negué y terminamos como amigos, charlando.
-¿Y cuándo se reencontraron?
-En el 2019 volví a Mendoza a la fiesta de la Vendimia; yo estaba con su expareja y le pregunté por Sebastián. Entonces lo llamó, porque sabía que me gustaba, y le digo que fuera adonde estaba yo y nos vimos. Ahí la cosa fue más romántica. Pero no pasó nada porque al tiempo me puse de novia y no nos hablamos más. Cuando me separé, me escribió para ver cómo estaba, seguimos hablando y vino a verme. Compartimos una semana a pura charla, le quemé la cabeza con todos mis quilombos y empezamos a enamorarnos. Se fue a Mendoza y al mes volvió y ya se quedó conmigo.
-¿A qué se dedica?
-No es nada mediático, al contrario, tiene mucha vergüenza. Tiene un emprendimiento: vende accesorios, ropas, un poco de todo. En Mendoza se dedicaba a la parte social de la política, pero acá no todavía porque dijo que no quiere perjudicar en mi carrera. Dejó momentáneamente hasta que la gente lo conozca y encuentre su lugar.
-¿Cómo te pidió casamiento?
-Venía de hacer la obra de teatro y cuando entré a mi casa había un corazón inmenso hecho con velas y salieron unos mariachis a cantar, me dio un anillo de compromiso y me pidió que nos casáramos. Le dije que sí para las redes, porque no quería escupirle el asado [risas]. Total, después hay tiempo para decir que no. Él se jugó, lo disfrutaba y entonces le respondí que sí, me puse el anillo y todo divino. Pero a la semana le dije: ‘Mirá que no sabemos, tenemos que seguir bien’. Y seguimos bien. No recuerdo cuándo fue porque él es quien se acuerda de las fechas y esas cosas. Es muy clásico, salvo en los gustos para enamorarse [risas]. Cuando me enamoré, llamé a su ex pareja, porque soy amiga, y le pregunté qué onda el chico. Me dijo que es la persona más buena que conoció en el mundo, que su familia es un encanto y que no va a hacer nada para lastimarme. En nuestro ambiente nos consultamos bastante porque hay gente muy buena, pero también aprovechadora.
-Contaste que nunca habías pensado en casarte….
-Creo que soy tan intensa a la hora de vivir porque de chiquita me imaginaba que de grande iba a estar sola y creía que mi futuro era ser la mejor tía de los hijos de mis amigos. Nunca pensé en tener novio formal y mucho menos casarme y tener una familia. Todo era oculto y era raro ver una pareja estable. Por suerte las cosas han cambiado. El otro día me di cuenta de que, en ese momento, las minorías no teníamos en cuenta la cuestión de la edad porque en los reductos gay convivíamos todos, el chico de 18 con la marica de 70, el del interior y el del exterior, los documentados y los indocumentados. Éramos todos iguales y por eso hay muchas relaciones de diversas edades. No nos preocupaba demasiado lo del otro.
-¿Te conmueve saber que te vas a casar o todavía no caíste?
-Todavía no caí. Lo veo como un mero trámite, pero al mismo tiempo me gusta poder romper ese prejuicio propio que tengo, de la soledad, del amor libre. Me gusta porque estoy enamorada, me siento contenida, amada. El compromiso en sí no me genera ninguna emoción, pero me parece lindo y motivador para otras parejas que no se animan. No me caso por iglesia, solo por civil. Muchos sacerdotes me propusieron darme la bendición, pero no acepté porque no me gustan los lugares en los que no soy invitada. No tengo que casarme por iglesia si para ellos no está bien visto. Cuando lo esté, entonces veré. No soy confrontativa y no voy donde no me invitan. Nos casamos el 23 de marzo a las 11 en el registro civil y después el juez va a ir al salón a las 19, para compartir con los invitados.
-¿Cómo va a ser la fiesta?
-Se va a hacer en el salón La Paloma, en Berazategui. Tiene un jardín enorme y divino, así que la idea es usarlo también. Mis amigos, Verónica y Sebastián Spavento, son los dueños del salón y organizadores de la fiesta. Va a haber un altar lleno de flores en el jardín, una súper recepción con varias islas y una mesa de sushi, DJ, barra de tragos, mesa dulce. El menú es riquísimo: de entrada, crepes de centolla con crema de puerros y champignones; después lomo albardado en panceta sobre reducción de Malbec y hongos de pino con milhojas de papa; y de postre, pavlova con reducción de frutos rojos patagónicos. También hay opciones para veganos y celíacos.
-¿Y va a haber sorpresas?
-Muchas... Puedo contar que en un momento de la noche vamos a repartir abanicos rojos, rosas, naranjas, amarillos, verdes y turquesas para armar la bandera LGBT. Hay 180 invitados. Íbamos a hacer algo chico, pero se fue agrandando. Sebastián tiene una familia enorme y la mía es pequeñita, solo mis tías Lila y Norma. Pero van muchos amigos como Nicole Neumann, Damián Betular, Marley, Wanda Nara, Ángel de Brito, La Negra Vernaci, Jésica Cirio, Humberto Tortonese, Evelyn Botto, Vicky Xipolitakis, Analía Franchín, Santiago del Moro, Karina La Princesita, Marcela Tinayre, Andy Kusnetzoff. Y tenemos madrinas y padrinos: Martha, la mamá de Sebastián, Marley, Humberto Tortonese, Gustavo Yankelevich y la señora Mirtha Legrand.
-¿Por qué elegiste a Mirtha como madrina?
- Quiero que tenga un papel importante en mi boda porque la conozco desde hace muchos años . Cuando yo era peluquera, acompañaba a Jorge Ibáñez a todos sus desfiles para ocuparme de las modelos. Después de esos eventos, Jorge siempre organizaba fiestas para sus amigos famosos y yo iba, pero no era conocida y los patovicas de la puerta no me dejaban entrar. Así que me quedaba en un costado, esperando a que Jorge o alguno de sus asistentes me hiciera entrar. Pero siempre llegaba primero Martha, me agarraba del brazo y entraba conmigo. Nunca me voy a olvidar de ese gesto. Es una invitada especial así que comparto con ella muchas fotos, le pido que me dé su opinión, porque tiene muy buen gusto.
-¿Cómo es tu vestido?
-El vestido de novia es de Pablo Ramírez. Quiero que sea sorpresa, aunque puedo adelantar que es blanco, pero no todo blanco. Y a Sebastián lo viste Daniel Casalnovo.
-¿Hay luna de miel?
-Sí, pero a fin de año porque pronto empiezo a grabar Got Talent, para Telefe, y vuelvo con Los bonobos, con otra temporada. A mediados de diciembre nos vamos a Cancún.
-¿Es verdad que ya iniciaron los trámites de adopción?
-Sí. No lo contamos porque es algo muy íntimo. No tenemos apuro. De alguna manera, nos ponemos a disposición de alguien que nos necesite más que el egoísmo de querer ser padres. Si se da, vamos a adoptar chicos más grandes, no bebés. Hoy no es tan difícil adoptar como era antes, aunque tampoco es tan sencillo. Tengo ganas de tener una familia, sería maravilloso. Con todo lo que representó mi mamá en mi vida, sé que puedo ser una gran mamá con que me haya legado el 5 por ciento de su templanza y fuerza.