Yahoo Estilo Londres amanece blindado y triste en el día del funeral de Isabel II
Amanece Londres con un clima típicamente británico, el cielo plomizo con un tímido sol que asoma entre las nubes y casi no calienta (apenas se esperan hoy unos 18 grados de temperatura). Un tiempo que casa con el ánimo de los británicos que hoy podrán ser testigos del último adiós a su Reina. Isabel II será despedida en un funeral de Estado que reúne en la capital británica a más de 500 mandatarios llegados de todos los rincones del planeta, representantes de la realeza y líderes políticos mundiales en una reunión de alto nivel en la que todo está cuadrado al milímetro. El estricto protocolo por el que se rige la Casa Real británica se volverá a plasmar en los símbolos que hoy recordarán a Isabel II, presente sin duda además en el pensamiento de su familia y de todos aquellos que en algún momento de su vida se cruzaron con una de las más importantes figuras del panorama internacional.
De la Corona Imperial a la música: los símbolos del cortejo fúnebre de Isabel II en Londres
Las largas colas de personas que han visitado en los últimos cinco días la capilla ardiente de Isabel II en uno de los salones del Palacio de Westminster se disiparon en torno a las 6 de la madrugada (hora española), aunque durante la madrugada eran todavía muchas las personas que se agolpaban en los alrededores para intentar visitar la capilla ardiente de la Reina, cuyos restos serán trasladados hasta la Abadía de Westminster para la ceremonia. En el país hay luto nacional, lo que supone que los colegios y la mayoría de empresas y negocios estarán cerrados. Se espera así una gran afluencia de público, aunque más de cien cines de la capital retransmitirán la ceremonia en directo para todo aquel que quiera seguirla. También se podrá ver en televisión.
Un plan de movilidad para las autoridades
Para evitar el caos que puede suponer la llegada de tantas personalidades relevantes, el Gobierno británico ha establecido una complejo plan de movilidad para no saturar las vías de transporte ni las calles de la capital británica. Los jefes de Estado extranjeros acudirán en autobús a la Abadía de Westminster, en lugar de en vehículos particulares y se les ha pedido que viajen en vuelos comerciales. Todo un reto logístico, especialmente para algunos mandatarios como Joe Biden, presidente de Estados Unidos, que se traslada acompañado por un ingente servicio de seguridad. El presidente de Estados Unidos y varios representantes de las casas reales europeas, como los reyes Felipe y Letizia y los reyes Juan Carlos y Sofía, ya visitaron ayer la capilla ardiente para presentar sus respetos a Isabel II.
En torno a las 11.35 horas (hora española), los restos de la Reina de reinas recorrerán la distancia que separa el Palacio Westminster de la Abadía de Westminster, donde tendrán lugar las exequias. Sin duda será una ceremonia muy emotiva, sobre todo para los miembros de la Familia Real británica que a lo largo de los últimos días han estado arropados no solo por los sentidos mensajes de decenas de ciudadanos anónimos, sino por cientos de representantes del mundo de la política, el deporte y la cultura. Una vez finalizada la ceremonia religiosa, los restos de la monarca saldrán hacia Wellington Arch, desde donde partirán a Windsor en torno a las 14 horas (hora española). Una vez allí, el coche fúnebre recorrerá el trayecto hasta la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, a través de The Long Walk, donde se espera que llegue a las 17 horas (hora española). Allí recibirá sepultura en un entierro privado después de llevarse a cabo un servicio religioso oficiado por el decano de Windsor, David Conner, y al que se espera que asistan unas 800 personas.
El lugar de su último descanso
Allí, en el pasillo de la nave norte de la capilla, reposan los restos mortales de los seres queridos de la Reina: su marido, el duque de Edimburgo; su padre, el rey Jorge VI; su madre, la reina Isabel que pasó a la historia como la “reina madre”; y su única hermana, la princesa Margarita, que pidió expresamente ser incinerada, una excepción para los Windsor. En la Cripta Real de la capilla de San Jorge también descansaron los restos de la madre del duque de Edimburgo, la princesa Alicia de Battenberg, aunque luego fueron trasladados por el propio príncipe a Getsemaní, en el Monte de los Olivos de Jerusalén. Este será el lugar donde repose la reina Isabel, en un bello templo de estilo gótico que con sus finas líneas la acogerá ya para la eternidad. Esta capilla ha sido escenario también de momentos felices como bodas reales, desde la de Carlos y Camilla hasta la de Eugenia de York con Jack Brooksbank, y otras celebraciones, como el bautizo de Archie, hijo de los duques de Sussex. En esta ocasión tristemente las lágrimas serán de dolor por la pérdida.
No han sido días fáciles para la Familia Real británica que apenas ha tenido algunos momentos para llorar en privado a Isabel II. El rey Carlos se reunió con sus hermanos y sus hijos en Balmoral tras la muerte de su madre y comenzaron allí una serie de actos de despedida para que los escoceses tuvieran la oportunidad de honrar su legado. El Rey tuvo que regresar a Londres antes de acompañar los restos de su madre a la capital británica, para firmar el acta que le proclamó como Carlos III en una solemne ceremonia, tras la que llegaron reuniones con las autoridades políticas y representantes de los distinos territorios del Reino Unido. El martes 13 de septiembre los restos de Isabel II llegaban al palacio de Buckingham donde sus hijos y nietos pudieron velarla hasta el miércoles, cuando el féretro fue trasladado hasta el palacio de Westminster. En el cortejo fúnebre que acompañó este recorrido, el príncipe Harry caminó junto a su hermano Guillermo, en una imagen que se suma a las que estos días han escenificado lo que parece una tregua en el distanciamiento del duque de Sussex con el resto de familiares. La breve ceremonia religiosa en el palacio de Westminster y las posteriores vigilias en las que han participado los hijos y nietos de la Reina han dejado las imágenes más emotivas de aquellos para quienes Isabel era solo una madre, una abuela, una confidente...
Será esta la última vez que se diga adiós a la estadista, pero también a la mujer que a lo largo de siete décadas gobernó los destinos de un país y una familia que ahora, con un importante legado en sus manos, tiene que decidir qué rumbo tomar.
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