Los “teléfonos tontos” sin apps ni Internet ¿son la solución para quienes se sienten “desbordados y sobreestimulados”?
Sara Kuburic, psicoterapeuta existencial y autora conocida en las redes sociales como “la terapeuta millennial”, le dijo a sus 1,7 millones de seguidores de Instagram el otoño pasado que había comprado un teléfono plegable de la “vieja escuela” para usarlo en lugar de su smartphone durante los fines de semana y fuera del horario laboral.
Ese modelo básico, conocido como “teléfono tonto” en la actualidad, solo se puede usar para hacer llamadas y enviar mensajes de texto. No tiene aplicaciones, ni Internet, ni distracciones (o al menos tiene menos).
“Me sentí desbordada y sobreestimulada, obligada a estar siempre conectada”, le dijo a Yahoo Vida y Estilo Kuburic, autora del libro It's On Me: Accept Hard Truths, Discover Your Self, and Change Your Life (Depende de mí, acepta las verdades incómodas, descubre tu ser y cambia tu vida, en español), refiriéndose al estilo de vida digitalmente dependiente que la llevó a buscar opciones menos tecnológicas para su tiempo libre.
“Usar el teléfono, navegar o responder a correos electrónicos se convirtió en un hábito al que recurría incluso cuando no lo necesitaba".
"Entre trabajar en Internet, mantenerme en contacto con mis amigos y buscar cosas aleatorias ocasionalmente en Google como ‘récord mundial de la pizza más grande’ a las 2 de la mañana, me di cuenta de que era hora de buscar una estrategia para limitar el tiempo de uso del teléfono”.
“Mis límites entre el trabajo y la vida personal se difuminaron, por lo que me resultaba más difícil gestionar el estrés. Estaba menos presente en todo lo que hacía, estaba perdiendo el tiempo (y el sueño) y me sentía desconectada de mí misma y de los demás”.
El atractivo de los teléfonos tontos
Lo que Kuburic está describiendo es un fenómeno que el psicólogo Thijs Launspach conoce como “tecnoestrés”.
Launspach, autor del libro Crazy Busy: Keeping Sane in a Stressful World (Superocupado: mantén la calma en un mundo estresante, en español) le dijo a Yahoo Vida y Estilo que junto con las otras obligaciones de la vida cotidiana (trabajo, relaciones, etc.), “los dispositivos que usamos, ya sean tablets, smartphoneso laptops, también nos causan un poco de estrés".
Explicó que eso se debe, en parte, al subidón de dopamina que experimentamos cuando, por ejemplo, recibimos un mensaje de texto o un “me gusta” en Instagram, o vemos que nuestra celebridad favorita ha compartido una nueva publicación.
Para eso precisamente está programado tu smartphone”, dijo Launspach.
“Esas aplicaciones, esos juegos y las redes sociales están diseñados para influir en nuestro sistema de dopamina. Son increíblemente adictivos... Y una de las consecuencias es que siempre estamos atentos. Incluso cuando nos sentimos un poco somnolientos o cansados o estamos haciendo otras cosas, esos dispositivos, específicamente nuestros smartphones, simplemente exigen nuestra atención. Así que es un factor estresante que se suma a todas las otras cosas que nos causan estrés”.
En ese punto entra en escena el teléfono tonto (es decir, los celulares de antes de que los smartphones agregaran todas las funciones que han enganchado a los usuarios a la pantalla).
En los últimos años, estos dispositivos simples y sin florituras han surgido como una opción viable para padres que quieren que sus hijos disfruten de las ventajas de un teléfono (medio de contacto seguro), sin que los absorban las redes sociales o los juegos online.
En la comunidad judía ultraortodoxa, los “teléfonos kosher” sin funciones de navegación web han demostrado ser populares.
“Aproveche al máximo la tecnología avanzada sin las distracciones y tentaciones de un smartphone”, le aconseja el minorista KosherCell a los compradores.
Pero los teléfonos plegables también han ganado nuevos fanáticos entre los miembros de la Generación Z, una generación conocida por su nostalgia por los años 2000 que también comprende la importancia de pasar menos tiempo conectada.
Launspach dice que ha notado una pequeña tendencia entre los adultos jóvenes que, al igual que Kuburic, están “buscando una solución para todo el estrés que genera el teléfono”.
Kuburic, por su parte, recibió un aluvión de apoyo cuando anunció la compra de su teléfono plegable y, como profesional de la salud mental demasiado apegada al mundo online, entiende la razón.
“La mayoría de la gente tiene problemas”, explicó. “Usamos nuestros teléfonos para navegar, mantenernos en contacto, tener citas, entretenernos, calmarnos, etc. Muchas personas sienten que su vida transcurre más dentro del teléfono que fuera de él."
"Las redes sociales a menudo dificultan las rupturas, intensifican los problemas de autoimagen y nos hacen perder la perspectiva."
"Los teléfonos consumen gran parte de nuestro tiempo y energía, dejando muy poco espacio para estar plenamente presente en el momento”, puntualizó la experta.
¿Cómo es tener un teléfono tonto?
Aunque Kuburic tiene su teléfono plegable, no ha sido la respuesta para todos los problemas que causa el tecnoestrés.
Para empezar, la falta de comodidad es una molestia.
“Usar un teléfono plegable parece simple, al menos en teoría, pero es difícil mantener ese compromiso cuando viajo y dependo de Google Maps, recomendaciones de restaurantes y Google Translate”, reconoció.
Durante su viaje más reciente simplemente dejó el dispositivo en casa.
Y como enviar mensajes de texto en su teléfono plegable es “dolorosamente lento” y engorroso, generalmente no se molesta en hacerlo, aunque el lado positivo es que ha empezado a hacer planes con sus seres queridos con antelación para no tener que enviar un mensaje de texto, y se siente más satisfecha con esa dinámica.
“He comenzado a estar mucho más presente cuando paso tiempo con otras personas o mientras estoy sola”, reconoció. “De hecho, creo que fortaleció mis relaciones porque le prestaba toda mi atención a la gente”.
Después de su publicación en Instagram, Kuburic escuchó que otras personas también habían cambiado al teléfono tonto.
Algunos le contaron que al inicio, no tener un dispositivo que las distrajera fue “desafiante y desconcertante”, compartió.
“Al no poder distraerse ni desconectarse navegando, les resultaba difícil estar a solas consigo mismos”. Pero “la mayoría de las personas que superaron esa inquietud contaron que fue lo mejor que habían hecho en su vida”, añadió.
Según su experiencia, la parte más difícil de usar un teléfono plegable fue renunciar a la ilusión de control, confesó Kuburic.
“Cuando estoy conectada puedo atender llamadas, responder a los correos electrónicos rápidamente y revisar las redes sociales. Cuando estoy desconectada, siento que estoy renunciando al control, a la capacidad de actuar, arreglar las cosas y participar inmediatamente”.
“Pero tuve que recordarme a mí misma que ‘no todo es una emergencia’ y que ‘el mundo seguirá girando, aunque no estés online’”.
Tomar la decisión de dar su nuevo número solo a un puñado de amigos cercanos y familiares le proporcionó una “valiosa lección”. Kuburic dijo que “no necesitaba estar constantemente disponible para todos”.
¿Cómo establecer mejores límites tecnológicos?
Aunque tengamos la mejor de las intenciones, la vida del siglo XXI no facilita precisamente el uso de un teléfono plegable. Podrías sentirte perdido.
También es posible que experimentes FOMO (miedo a perderte algo).
Pero ese enfoque drástico para lidiar con el tecnoestrés puede ser una solución sostenible para quienes tienen problemas de autocontrol con sus dispositivos.
Todo eso es perfectamente normal, dijo Launspach. Intentar ceñirse a los límites tecnológicos es como hacer dieta sabiendo que hay una bolsa de patatas fritas en la despensa.
Es probable que tarde o temprano, nos entre hambre o que terminemos navegando. “Es mucho más fácil comer de manera saludable cuando no hay una bolsa de patatas fritas cerca” –o en este caso, un smartphone– “en tu cocina, ¿verdad?”.
Añadió que “confiar demasiado en el autocontrol y la disciplina para cambiar nuestros comportamientos digitales” es una batalla cuesta arriba teniendo en cuenta la naturaleza intencionadamente adictiva de estos dispositivos y aplicaciones.
Un teléfono tonto, por consiguiente, podría ser más eficaz para detener esa tendencia a navegar sin rumbo, simplemente porque no brinda esa opción.
Sin embargo, quienes prefieren un término medio tienen a su disposición otras formas más inteligentes de usar nuestros smartphones.
Launspach sugirió eliminar las aplicaciones particularmente adictivas de la pantalla de inicio del teléfono para que sea más difícil acceder a ellas.
Algunas personas también activan el modo “no molestar” cuando necesitan un descanso, silencian las alertas y los chats grupales o usan aplicaciones que los expulsan de las redes sociales y otros sitios que los distraen cuando han llegado a un límite de tiempo.
Launspach también aboga por trabajar con otras personas para que todos ganen en responsabilidad, ya sea instaurando una política de no teléfonos en el dormitorio o acordando guardar los dispositivos en las reuniones con los amigos para cenar.
Kuburic dijo que sus límites tecnológicos no se circunscriben a tener un teléfono tonto. “Mis reglas son bastante simples: no se usan aparatos electrónicos en la cama, no reviso correos electrónicos o mensajes de texto de trabajo a primera hora de la mañana (me doy tiempo para hacer la cama, prepararme, escribir en mi diario o al menos tomar una taza de agua tibia con limón) y nada de navegar o trabajar en el ordenador mientras almuerzo o ceno”.
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