Lourdes Portillo, la cineasta que reconstruyó la mítica figura de Selena y se dedicó a hacer algo por los otros

Lourdes Portillo muere dejando un legado documental relevante en diferentes contextos sociales.    (Photo by Rebecca Sapp/Getty Images for International Documentary Association )
Lourdes Portillo muere dejando un legado documental relevante en diferentes contextos sociales. (Photo by Rebecca Sapp/Getty Images for International Documentary Association )

El 21 de abril se informó que había fallecido la cineasta mexicana Lourdes Portillo a los 80 años. Su partida no solamente deja un legado fílmico de mucho valor sino también la escuela de una vocación documentalista que abraza a una sociedad huérfana de sus instituciones en aras de contar lo que sucede, de clamar justicia y dotar de dignidad a quienes ya no están.

La edición 58 de los premios Oscar, efectuada en marzo de 1986, estuvo impregnada de una atmósfera argentina. El beso de la mujer araña, adaptación de la novela escrita por Manuel Puig, fue nominada a Mejor película y William Hurt ganó como Mejor actor por interpretar a Luis Molina. Héctor Babenco, director argentino naturalizado brasileño, estuvo nominado en su categoría.

La dictadura comenzó a explorarse desde el cine con trabajos de ficción y documentales que no pasaron desapercibidos para La Academia en esa edición. Premió con la estatuilla a La historia oficial, de Luis Puenzo, en la categoría de Mejor película extranjera. En la categoría de largometraje documental compitió Las Madres: madres de Plaza de Mayo, codirigida por la realizadora argentina Susana Muñoz y la mexicana Lourdes Portillo.

Portillo cobró relevancia, pero no únicamente por estar nominada sino también por acercarse a la realidad de los efectos de la dictadura con los desaparecidos mediante el testimonio de las mujeres que plantaron cara al autoritarismo encabezado por Rafael Videla. Se unió a Muñoz para darle voz al sentimiento de las madres de Plaza de Mayo con relación a su lucha por la defensa de los derechos humanos ante la violencia que destruyó miles de familias con la desaparición de un integrante, o más. Desde ahí asomaba una inquietud personal por visibilizar y darle respeto a víctimas de crímenes.

Casi una década después, en 1994, Portillo dio a conocer el documental El diablo nunca duerme. Ese trabajo surgió luego de retornar a su tierra natal, Chihuahua, tras recibir la noticia de que su tío, Óscar Ruiz Almeida, se había suicidado con arma de fuego. La directora no creyó en esa versión y se dio a la tarea de hacer sus propias investigaciones. Había elementos para dudar de una decisión así por parte de su familiar.

La búsqueda de la verdad la llevó a desmenuzar e indagar sobre su árbol genealógico. El recorrido por hallar pistas detrás de lo ocurrido la hizo transitar en una trama de traiciones, pasiones desenfrenadas y vínculos con lo sobrenatural. Pudo descubrir que tras la muerte de su tío había complicidades entre su socio de negocios, su mano derecha y la viuda.

El aprendizaje adquirido como investigadora, así como la atracción por saber qué envuelve a un crimen, la condujeron hacia Selena, cantante asesinada en 1995. La llamada ‘reina del Tex-Mex’ despertó curiosidad en ella debido al impacto que tuvo entre la gente que escuchaba su música y le rendía tributo después de su muerte. En 1999 hizo Corpus, un documental que reconstruye la figura mítica de Selena desde testimonios y apreciaciones culturales de distintas disciplinas para dimensionar el aporte de la intérprete para la comunidad chicana, sobre todo.

Dos años más tarde realizó una de sus obras más trascendentales, más valientes y más riesgosas. Se trató de un potente documental sobre los feminicidios en Ciudad Juárez titulado Señorita extraviada. El fenómeno trágico de “las muertas” en esa ciudad fronteriza tuvo en 1993 su momento crucial luego de ventilarse los primeros asesinatos de mujeres en la región. Portillo se puso en marcha para ir al fondo de lo que sucedía con esa tragedia en 2001.

Recabó testimonios de familiares de las víctimas, de mujeres violentadas, de acusados injustamente, de torturados. Reunió un coro de voces que contrastaba con el silencio de las autoridades que decían que no pasaba nada en la entidad. Asimismo, Portillo evidenció la misoginia del gobierno que criminalizaba a “las muertas” señalándolas como responsables de su destino.

Vejaciones, desapariciones y asesinatos de mujeres en la frontera norte de México es lo que puso de manifiesto Portillo con Señorita extraviada, película que mostraba con pruebas palpables que los feminicidios en Ciudad Juárez iban en aumento y que el lugar era prácticamente una tierra sin ley desprotegida por quienes debían impartirla.

“Mi madre fue una persona que influyó en mí en el sentido moral. Entonces sentí que debía hacer algo por los otros. (...) Sentí que si no lo iba a hacer, parte de mí iba a morir. Esa parte que me mantenía interesada en el mundo”, declaró la realizadora en entrevista a Literal Magazine.

Y así lo hizo. Su filmografía refleja que hizo algo por los otros, desde sus seres queridos cercanos hasta las Madres de Plaza de Mayo y las mujeres en Ciudad Juárez. Portillo fue una cineasta que se hizo documentalista por accidente. Ella estudió Arte. A los 21 años una amiga le pidió ayuda para un ejercicio documental y así, sobre la marcha, se convirtió en una de las realizadoras contemporáneas fundamentales del género.

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