Las tragedias de Lucila Mariscal, de la pérdida de su hijo a la relación tóxica que la dejó en la ruina
Si hay una actriz que ha logrado hacerse, a base de mucho esfuerzo, un lugar como comediante en México esa es Lucila Mariscal. Además de ello, es un ejemplo de resiliencia, ya que no solo ha habido risas en su haber, también tragedias, que ha sobrevivido con entereza, para seguir triunfando en los escenarios. Esto es digno de reconocimiento, ya que lograrlo es muy difícil para las mujeres al tratarse de un medio casi exclusivamente dominado por hombres. Sin embargo, Mariscal lleva más de 50 años de carrera demostrando que, cuando se es versátil, prácticamente no hay imposibles.
Lucila se recupera de una operación a la que tuvo que ser sometida tras sufrir una caída y fracturarse la cadera, y ha confesado que su situación económica es precaria tras haberse diluido su fortuna debido a su generosidad extrema y los caprichos de su expareja, Julián Gallegos, un comediante tabasqueño de segunda categoría con quien tuvo una relación intermitente por varios años, entre fines de los 80 y mediados de los 90, y que según ella le robó dinero, se drogaba y la maltrataba.
Pero Gallegos no es la primera pareja de Mariscal que abusa de alguna forma de ella. En entrevista con 'Ventaneando', la comediante contó que cuando tenía apenas 16 años de edad y era estudiante, un pretendiente la drogó y la violó, en venganza de que ella hubiera roto su relación.
Según sus declaraciones, ella decidió terminar el noviazgo, porque eran de religiones distintas y la familia de él no la aceptaría. Sin embargo, en vez de mostrarse comprensivo, el sujeto, que era mayor que ella, la citó para darle una bebida adulterada y procedió a violarla estando inconsciente. Este repugnante acto, señaló Lucila, no quedó impune, ya que un tiempo después, se reencontró con esta expareja y lo golpeó a puño limpio, fracturándole la nariz y demostrándole a él (y a sí misma) que no estaba indefensa.
Lucila, quien asegura haber sido arruinada por Gallegos ––, tuvo una época muy próspera en su carrera, sin embargo ella misma ha admitido en ocasiones que mucha de la fortuna que amasó con su trabajo en cine y TV en esas décadas no solo se perdió en pagarle caprichos a su expareja (ella ya había estado casada antes y había terminado ese matrimonio en 1972 por violencia doméstica: su único hijo nació de esa relación fallida) sino también en ser manirrota y generosa al extremo en dar ayudas que hoy no quiere recordar porque "es muy feo recordarle a la gente que está bien ahora".
"Así es la vida. La gente cuando le va mejor le viene una especie de amnesia o qué sé yo y todo se les borra del cassette, entonces, para qué pelear", dijo al diario Por Esto, de Yucatán.
Su éxito en el mundo machista de la comedia mexicana
La creadora de la memorable "Doña Lencha", quien nació el 18 de julio de 1942 en la capital mexicana, y desde muy joven se mostró interesada en las artes escénicas.
Estudió la licenciatura en actuación en la escuela nacional de teatro, perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes, y bajo la tutela de grandes maestros como Fernando Wagner, Lucila adquirió la experiencia necesaria para abordar cualquier género dramático o cómico, lo mismo formando parte de producciones estudiantiles de obras del renacimiento o de tragedias griegas y en 1968 hizo su debut profesional en la obra 'Muertos sin sepultura', por la que obtuvo su primer reconocimiento.
A mediados de los 70, Lucila audicionó para participar en el famoso programa cómico 'El Show de los Polivoces', que protagonizaban Enrique Cuenca y Eduardo Manzano, aunque la mancuerna ya no duró mucho y ella se incorporó al programa de Enrique "El Polivoz", donde creó al personaje de Doña Lencha, que sigue siendo muy querido y popular: una mujer estereotípica del norte, que al principio era muy sumisa, pero poco a poco fue modificada para mostrarla como tan o más astuta que su compañero, y eventualmente, ya en solitario, como una especie de 'femme fatale' que no perdía la ocasión de coquetearle a cuanto guapo se le pusiera enfrente, como César Costa, en sus intervenciones en el legendario programa 'La Carabina de Ambrosio'.
Sin embargo, no fue fácil para Lucila colocarse, ya que como ella misma ha señalado, una mujer cómica en México era vista como una anomalía, eran muy pocas las que triunfaban —como María Victoria con 'La Criada bien Criada', o Famie Kaufman, la inolvidable 'Vitola'— y en la época en la que ella incursionó en esta arena, era un territorio casi exclusivamente masculino. Fue su esfuerzo el que la llevó a llenar espacios como el Madison Square Garden y el Million Dollar Theatre en Los Ángeles. "A mí nadie me regaló nada. Yo vi una oportunidad y la tomé," declararía años después a El Universal. "He trabajado mucho por muchos años y he aprendido mucho trabajando. No es que haya sido fácil pero sí una gran experiencia".
Siendo una actriz muy completa, la Mariscal también ha participado en telenovelas, películas, programas unitarios y obras teatrales: "Soy actriz. Lo mismo puedo ser doña Lencha que hacer 'La casa de Bernarda Alba' o algo de Shakespeare. El que me haya desarrollado como comediante no significa que no tenga la capacidad de hacer otra cosa, así que cuando me llamen, puedo actuar en cualquier capacidad porque estudié para ser versátil y me gusta trabajar en todo."
No obstante las risas que han rodeado siempre su trabajo, Lucila también ha enfrentado a la tragedia cara a cara: hace más de 11 años pasó por uno de los momentos más duros de su vida: la desaparición de su hijo Andrei Alexis Hernández, quien ese entonces se desempeñaba como el subdirector de seguridad de la Ciudad de Linares, en Tamaulipas.
Pasó mucho tiempo para que la actriz, que se sumió en una honda depresión, pudiera continuar con su vida tras este trago amargo, pero ahora se encuentra más resignada ante la pérdida que la marcó para siempre.
La actriz comentó a Los Angeles Times que la desaparición y ostensible muerte de su hijo fueron situaciones muy difíciles de asimilar, pero poco a poco se ha ido resignando: “Es un dolor muy fuerte. Lo lloré en silencio, por muchos años, hasta que de pronto dije, ya basta de llorar, porque ya se fue, ya está descansando, hay que dejarlo ir, eso me lo digo continuamente con lo de mi hijo. Le hablo y digo: ‘Donde quiera que estés hijo, en cualquier dimensión que te encuentres, te amo, te bendigo, le pido a Dios que te perdone lo que hayas hecho, lo que sea, tus pecados que hayas cometido en la Tierra y que cuide de ti donde quiera que estés’, porque pues, ¿qué otra cosa se puede hacer?”.
Al preguntarle si deseaba que su hijo reapareciera y volverlo a ver, la actriz fue muy directa: “La verdad es que creo que no es bueno fomentar deseos que no sabes si se van a cumplir en algún momento dado. Pienso que uno debe ser más coherente, que uno tiene que tener la resignación a lo que la vida te va dando, a lo que vas recibiendo. Hay que aceptar las cosas y después esperar y yo sé perfectamente que no lo volveré a ver, y ya estoy resignada".