Lyn May, la notable vida de una estrella antes de llegar a nuestros días como un 'meme viviente'
Muchos piensan que Lyn May es únicamente alguien que existe en redes para ser un meme viviente, pero es probable que ignoren que además de dar la nota por su plétora de cirugías plásticas – que, sí, en efecto, la han convertido en cancha libre para ser objeto de los más diversos memes, que hasta a ella le hacen gracia (algo que Christian Castro debería imitarle) cuando los ve y los comparte en sus redes–, Liliana Mendiola Mayanes, nacida en Acapulco el 12 de diciembre de 1952, no solo es una excelente bailarina experta en danza moderna y ritmos exóticos, fue también una de las últimas grandes estrellas del burlesque en su última época de oro en México, fue figura legendaria de la vida nocturna y también una mujer de negocios excepcional, al punto de que cuando su carrera artística como tal llegó a su fin, no pasó penurias económicas como algunas de sus otras compañeras – como la recientemente fallecida Wanda Seux – quienes, pese haber recibido valiosos regalos (hasta propiedades) por parte de admiradores, acabaron en la pobreza.
Mas no así May. Esto no solo se aprecia en el documental ‘Bellas de noche’, que dirige María José Cuevas, y que muestra cómo es la vida actual de algunas de las más célebres vedettes que fueron la sensación en México de los 70 – aparte de Lyn May vemos a la Princesa Yamal, la despaarecida Seux y Olga Breeskin, se puede encontrar en Netflix – sino también en las entrevistas que da, en las que lejos del personaje excéntrico que ha creado para sí, y que exhibe sin pudor alguno, demuestra que es una mujer sensata y bastante racional.
Esto quedó manifiesto esta semana cuando volvió a dar la nota, pero esta vez con un gesto que dista mucho de ser algo estrafalario, ya que, según comentó para un programa de TV mexicana, conducido por el periodista Gustavo Adolfo Infante, con el objeto de que no surjan conflictos entre sus familiares a la hora de su muerte (algo que ya ha contemplado anteriormente), la guerrerense tomó la sorpresiva decisión de heredar en vida a sus 3 hijas, pese a que, por el momento, no tiene problemas de salud.
"A mis hijas las heredé en vida, a cada una le compré su casa, de este modo, están cada quien con su casa, y así yo ya no tengo problemas, ni habrá pleitos”, señaló.
La ex vedette ha mantenido la identidad de sus tres hijas – una de ellas, la menor, fruto de su matrimonio con el empresario restaurantero Antonio Chi-Xuo, dueño de una conocida cadena de restaurantes de cocina cantonesa en Ciudad de México que ella ahora administra, con quien se casó en la década de 1980 y de quien enviudó en 2008 – alejada de los medios y de la opinión pública (solo se sabe que son tres, mujeres y adultas al día de hoy) y así lo prefiere la también actriz, que se en años recientes ha seguido vigente gracias a su astucia para reinventarse y su total falta de inhibiciones “Pero cuando se dedica una a esto y por tantos años, ¿pues para qué sirve tener pena?”, ha dicho.
La vida de Lyn May, antes de sus muchas cirugías estéticas o de ser una de las reinas del género cinematográfico conocido como “de ficheras” – melodramas cómicos con chistes sexuales, música y heroínas dedicadas al oficio más antiguo del mundo, que usualmente o son redimidas de la prostitución por un hombre, o redimen al mismo hombre porque en el fondo, pese a su vida difícil de mujeres fáciles, suelen tener un corazón de oro – es tan interesante, que podría perfectamente haber sido el argumento de una película, y no necesariamente de ficheras (señores productores, tomen nota): Liliana, de ascendencia china (tercera generación) y que creció en la colonia popular ‘La mirada’ en Acapulco – justo al pie de la Quebrada, el punto turístico donde se lanzaban los clavadistas para impresionar a los visitantes extranjeros – , no vivía con sus padres, sino con su abuela y su bisabuelo, y ella ayudaba en la casa con los gastos, vendiendo chucherías a turistas en la popular playa de Hornos, que obviamente hoy ya no es lo que antes era, y a los 13 años comenzó a trabajar en una fonda, como mesera.
Fue ahí que conoció a su primera pareja (con quien no se casó), que era 20 años mayor que ella, y que se la llevó con él, siendo menor de edad, a la ciudad de México, donde la tuvo (según ha contado ella en numerosas ocasiones en entrevistas de todo tipo) prácticamente encerrada en una casa, donde la sometió a violencia psicológica, física y sexual, escapándose en la primera oportunidad que tuvo.
Fue así que en 1968, con dos hijas pequeñas y prácticamente sin un centavo, Liliana volvió al puerto, huyendo de su pareja – cuya identidad ha mantenido en secreto; solo se sabe que el sujeto murió hace mucho tiempo – y desesperada por trabajar; era menor de edad, y ya había vivido más que cualquier muchacha que conociera. Así que dejó a sus hijas al cuidado de la abuela y empezó a trabajar en el bar ‘El zorro’ como camarera: ahí tuvo la ocasión de bailar en público por primera vez una mezcla de ritmos tropicales, orientales y del Pacífico, imitando las rutinas que había visto hacer en películas por televisión a Yolanda Montez, “Tongolele”.
Su soltura para moverse la llevó a mejores sitios, hasta que llegó a trabajar en el famoso centro nocturno ‘Tropicana’, ubicado en la Costera de Acapulco, que a principos de la década, junto con ‘Armando’s Le Club’ y el famoso ‘Tavares’ era uno de los puntos clave de entretenimiento en esa época.
Ahí, Liliana se cambió el nombre y comenzó a practicar rutinas de baile y de burlesque, que atraían a toda clase de público, entre ellos a Germán Valdés, ‘Tin Tán’, quien antes de su muerte prematura en 1973 la invitó a ser su comparsa en una serie de sketches cómicos en diversos cabarets del puerto (y, si se ha de creer el rumor que la propia May ha dejado en la ambigüedad, también tuvieron un breve affair).
Fue esta conexión la que eventualmente la llevó a la ciudad de México, donde mejoró sus aptitudes de danza tomando numerosas clases y convirtiéndose en una experta.
Esto la llevó al cine y el célebre director Alberto Isaac la llevó en su largometraje ‘Tivoli’ una nostálgica mirada a la vida nocturna que había existido en la capital, décadas antes. Lyn encarnó a la exótica Eva Candela y alternó con Alfonso Arau, Carmen Salinas y el primer actor Ernesto Gómez Cruz, y su presencia en pantalla fue – en palabras del crítico José de la Colina – “más que una revelación, una verdadera epifanía”. Y a partir de entonces, por más de dos décadas, trabajó sin parar, alternando películas de bajo presupuesto, pero alta taquilla, con algunos filmes en los que pudo demostrar una aptitud histriónica casi natural (nunca estudió) como ‘La casa que arde de noche’ o ‘Perro callejero’.
También trabajó en telenovelas como ‘Yo no creo en los hombres’ y se convirtió en una de las headliners más famosas del memorable Teatro Blanquita, el último gran teatro de variedades que existió en México.
Sin embargo, lejos de su personaje – y las cirugías, que reconoce, son su vicio como para otros lo es fumar – Lin May siguió cultivando su intelecto y también fue famosa como una de las anfitrionas más célebres de su tiempo, reuniendo en la misma mesa, lo mismo a figuras importantes de las artes, la política, el mundo empresarial y la esfera del poder, y aunque se ha dicho que fue amante de muchos hombres poderosos, no hay manera de comprobar si es verdad o no: “¿Qué pasa si lo niego o si lo acepto? La mayor parte de esos hombres ya están muertos, o ya son viejitos retirados, jubilados, con sus millones. Tuve muchos amigos y todavía los tengo. Pero a mí nadie me regaló nada: yo trabajé por todo lo que tuve y tengo. Así que por eso, mejor dejo todo arreglado, así cuando me vaya al otro mundo, voy a poder irme feliz, sin pendientes”. Y de Lyn May quedará la leyenda que ella misma ha construido.
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