Este es el método que usan los japoneses para controlar la ira (¡y funciona!)

De la cultura japonesa recibimos diversos métodos y técnicas que nos pueden ayudar a gestionar mejor nuestras emociones. Una de ellas es hakidashisara. Literalmente significa plato de purificación, y este método forma parte de un festival que se celebra en primavera y en el que los participantes reflexionan y escriben pensamientos y emociones negativas, así como aquello que les preocupa en un plato de cerámica que, posteriormente, rompen contra el suelo. Este acto se lleva a cabo en un lugar específico, como un templo o espacio natural, simbolizando la liberación de las cargas emocionales y espirituales.

El hakidashisara tiene mucho que ver con el manejo de la ira, la angustia y la ansiedad, ya que cuando los discos se rompen se liberan, simbólicamente, estas emociones. Además, en este acto también se utiliza la fuerza al tirarlos contra el suelo, lo que funciona como especie de catarsis.

"La ira o irritabilidad es un sentimiento que se da en el ser humano como reacción observable ante diversos acontecimientos que nos rodean. Es una emoción que se presenta a través del enfado, de la agresividad, de un mal uso de la comunicación llegando a ser violenta en la mayoría de las veces, así como de una “pésima” gestión en el control de los impulsos, siendo incapaces de reflexionar y postergar una respuesta inmediata que realmente es inadecuada, o siendo lo mismo, ser incapaces de “contar hasta diez", nos explica la psicóloga y experta en coaching, Pilar Guerra Escudero. 

Método japonés manejar la ira: chica enfadada
Método japonés manejar la ira: chica enfadada

 

Cómo podemos gestionar los momentos de ira

La psicóloga Pilar Guerra Escudero nos da algunos trucos que nos pueden ayudar (y mucho) a controlar esos estados de irritabilidad que os pueden conducir a consecuencias no deseadas:

  • Ser conscientes de que tenemos dos opciones principales a la hora de reaccionar: el polo positivo, que sería la respuesta amigable y, por lo tanto, la socialmente aceptable y, por otro lado, la irritable y no aceptable.

  • El ser humano a veces cree que no puede elegir, y que las reacciones son imposibles de gestionar porque salen al exterior de manera demasiado automática. Esto no es así. Las emociones no son dueñas de nosotros, no son fantasmas que se apoderan de nuestra voluntad, sino que es el propio individuo el que decide gestionarlas o no.

  • La irritabilidad es una conducta que viene dada como consecuencia de habernos sentido mal y esta emoción es consecuencia a su vez de un tipo de pensamiento que hemos dado ante una situación.

  • Atender a nuestros pensamientos es darnos una oportunidad para revisar las interpretaciones que damos a los hechos y poder reconducirlas. Este modo reflexivo nos puede ayudar a gestionar la irritabilidad, conducta con muy poco resorte y que saca una parte muy impulsiva de las personas.

  • Entrenarnos en la herramienta de la comunicación no violenta, de Rosenberg, es un buen antídoto para gestionar los enfados, o al menos parecer que no lo estamos.

  • Teoría facilitadora de la conversación, invita a nutrir nuestro repertorio de habilidades sociales para un buen funcionamiento adaptativo.

Otros ejercicios que podemos hacer en nuestro día a día para intentar rebajar los niveles de irritabilidad podrían ser, según la experta:

  • Revisar nuestras necesidades, deseos y expectativas de manera diaria para manejar la frustración, antesala de la conducta de irritabilidad.

  • A más necesidades creadas, más deseo de alcanzarlas, y más expectativas puestas en la absoluta certeza de que los hechos así ocurrirán, por lo que “más grande será la caída” cuando veamos que la historia que nos habíamos contado no sucede… recordemos las rabietas de los bebés cuando se les cae el chupete. Un adulto con poca tolerancia a frustrarse hace más ruido que el patio de un jardín de infancia.

  • Cuidado con el perfeccionismo, suministro y combustible para poder pasar gran parte del día enfadados. Las personas perfeccionistas sufren de un alto grado de exigencia para con ellos mismos y para con los demás. El nivel de querer que todo sea impecable es una distorsión que les impide estar relajados y de buen humor. No hay nada menos apetecible que ser el invitado de unos anfitriones que limitan con lo obsesivo de la perfección: son incapaces de generar un ambiente distendido, que hace que parezca que les ha enfadado que hayamos aceptado la convocatoria de ir a su casa a cenar.

  • La hipervigilancia hacia los demás es un detonante para la posibilidad de ser o parecer irascible e irritado.

  • Un nivel de dependencia extremo al otro puede hacer que nuestra vida gire en torno a la vida de los demás, por lo que la posibilidad de enfados, desencuentros, y demás nos acercan a la tendencia a encontrarnos con una base de susceptibilidad importante que nos lleve al reproche de todo aquello que no nos gusta de los demás. "Esto tiene mucho que ver con el nivel de autoaceptación que tengamos", aclara la experta en psicología.

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Cómo nos afecta no manejar nuestras emociones

Un manejo inadecuado de la ira puede tener un impacto devastador en las relaciones personales, tanto a nivel familiar como de pareja o amistades. "Una de las consecuencias más comunes son los conflictos y discusiones frecuentes: La ira mal gestionada puede generar discusiones constantes, gritos, insultos y comportamientos agresivos, deteriorando la comunicación y la armonía en las relaciones", sostiene Guerra Escudero quien añade que "los estallidos de ira repetitivos pueden romper la confianza y la seguridad en las relaciones, creando un ambiente de miedo e incertidumbre".

El temor a las reacciones de ira puede llevar a las personas a evitar a la persona que la manifiesta, generando aislamiento y soledad. "En casos extremos, la ira mal gestionada puede escalar a violencia física, verbal o emocional, poniendo en riesgo la seguridad y el bienestar de los involucrados", advierte la especialista.

 

El método japonés hakidashisara nos puede ayudar a gestionar la ira

"Efectivamente, en algunas culturas, como la japonesa, la práctica de romper objetos como platos en festivales o rituales específicos tiene un significado cultural y psicológico profundo", afirma. Romper objetos puede ser una forma simbólica de liberar la ira, el estrés y las emociones reprimidas, permitiendo una catarsis emocional saludable.

También, la ruptura de objetos puede representar la ruptura de patrones negativos, la liberación de obstáculos y la búsqueda de un nuevo comienzo.

Por otro lado, Al tomar el control de la destrucción de un objeto, las personas pueden sentir una sensación de control sobre sus emociones y sobre su propia vida.

Y, por último, la conexión cultural que nos ofrecen este tipo de festivales. Y es que "participar en estos rituales puede fortalecer el sentido de comunidad y pertenencia a una cultura específica".

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El ejercicio físico es otro de los mejores métodos para gestionar la ira

Por un lado, la actividad física libera endorfinas, sustancias químicas del cerebro que tienen un efecto calmante y reductor del estrés, mejorando el estado de ánimo y la capacidad para controlar la ira. Por otro, permite enfocar la energía y la atención en la actividad física, alejando la mente de los pensamientos y emociones que generan ira.

Pilar Guerra Escudero concluye recordando que, en general, el ejercicio regular mejora la salud física y mental, reduciendo el estrés, la ansiedad y la depresión, factores que pueden contribuir a la ira. Y añade que "la práctica regular de técnicas de respiración o relajación pueden ayudar a desarrollar estrategias de afrontamiento saludables".

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