María José Llergo apela a sus raíces flamencas para explorar géneros modernos y estéticas novedosas
No es la primera vez que se presenta en Estados Unidos. Lo hizo ya el año pasado, cuando ocupó escenarios en Boston y Nueva York. Pero lo que está desarrollando en estos días es su primera gira propiamente dicha por la Unión Americana; y es justamente esta la que le permitirá hacer su debut en nuestra ciudad el próximo 10 de marzo, cuando se subirá a la tarima del Luckman Fine Arts Complex, ubicado en las instalaciones de Cal State Los Angeles.
El ascenso de la popularidad de María José Llergo tiene que ver sin duda con el reciente lanzamiento de su primer álbum, “Ultrabelleza”, que vio la luz el pasado mes de octubre y le dio consistencia adicional a una prometedora carrera que, en el plano discográfico, se había plasmado hasta ese momento en un EP, titulado “Sanación” (2020).
Pero la joven cantante empezó a hacer música desde que era pequeña y vivía todavía en su lugar de origen, Pozoblanco, un pueblo rural perteneciente a Andalucía, es decir, la comunidad española en la que surgió el flamenco, una modalidad artística que Llergo ha practicado desde siempre y que tiene un rol determinante en su propio estilo, marcado por una fusión con la música electrónica y el pop internacional que la ha acercado definitivamente a las nuevas generaciones.
En la entrevista con Los Angeles Times en Español que transcribimos a continuación de manera editada, y que se efectuó a través de una videollamada entre nuestra ciudad y Chicago, donde estaba a punto de presentarse, la andaluza reveló detalles de las experimentaciones que fabrica, de su producción más reciente y de la estética que maneja con la finalidad de conseguir una identidad propia.
María José, te has dado a conocer por un estilo que tiene muchas influencias del flamenco, sobre todo en en la parte vocal, pero que, musicalmente, apela a muchos otros sonidos.
Aprendí a cantar con mi abuelo Pepe en el campo, y luego, cuando fui creciendo, estudié violín clasico a lo largo de diez años. A los 19, me dieron una beca para estudiar en Barcelona, donde estudié seis años. Saqué mi primera canción en 2017, firmé con Sony Music y me mudé a Madrid, donde sigo viviendo. Estoy muy cómoda por allá.
¿Qué es lo que estudiaste en Barcelona?
Me dieron una beca para estudiar canto moderno y jazz. Tomé mi primera clase de canto a los 20 años. Pero mi verdadero maestro fue mi abuelo, que no me dio clases, pero sí mucho aprendizaje y la habilidad de jugar con la voz sin importar el cómo o el cuándo. Le importaba simplemente que me expresara y que me sintiera libre.
Mientras él trabajaba en el campo, en Pozoblanco, yo jugaba alrededor, lo escuchaba cantar y lo imitaba. Me di cuenta de que las palabras no tenían solamente letras, sino también sonido, y de que yo podía cambiar ese sonido y hacerlo a mi manera.
¿Qué es lo que él cantaba contigo?
Serranas, livianas, tangos, fandangos, bulerías, soleás. Todo ese folklore andaluz.
¿En qué momento empezaste a componer tus propias canciones?
A los 15 o 16, pero no saqué una canción [para el público] hasta que tuve 25. Fue “Niña de las Dunas”, que salió en 2017.
La he escuchado. Es una canción completamente flamenca. ¿Empezaste con las fusiones más adelante?
La canción es así, solo con guitarra y voz, porque no tenía dinero para meter más instrumentos. En ese momento ya tenía claro lo que quería hacer, porque siempre que he imaginado una canción, me la he imaginado a lo grande.
Hablé hace poco con el legendario guitarrista Tomatito, que también es andaluz, y me contó lo que pasó cuando lanzó con Camarón de la Isla el álbum “La leyenda del tiempo” (1979), que fue duramente criticado por los puristas debido a que se salía del estilo tradicional del flamenco. Han pasado muchos años desde que sucedió eso. En ese sentido, ¿cómo van las cosas por allá?
Para nosotros, como artistas, es mejor no meternos en esa clase de discusiones, porque perderíamos la libertad de crear. Un artista tiene que crear sin importar lo que los demás digan de él, porque la obra y la música están por encima de tu ego y de tu imagen. Lo que yo quiero es ser honesta conmigo misma y con los demás. No necesito definir mi música, porque cuando etiquetas algo, lo limitas.
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Sea como sea, parece que los artistas que emplean elementos del flamenco son más respetados si son andaluces y, además, si son gitanos. Rosalía, con la que es inevitable compararte a pesar de que ella practica un estilo muy distinto al tuyo, es de Barcelona y es una ‘paya’ (no gitana). Pero tú has dicho ya que te llevas muy bien con ella. De hecho, estudiaron en la misma escuela, aunque ella estaba más adelantada.
Me encanta lo que hace. Me parece una artista increíble; estar en la misma conversación que ella siempre va a ser un honor. La felicito muchísimo por sus logros. Quiero que el mundo deje de comparar a las mujeres entre sí, porque todas somos distintas y genuinas, y nos sentimos felices de estar unidas en esta industria de la música, que no ha sido nunca muy abierta con nosotras. Así que, de todas estas artistas que se encuentran ahora en mi entorno, como La Mala Rodriguez, Rosalía, Lido Pimienta y Li Saumet de Bomba Estéreo, lo único que hago es aprender y agradecer al universo por estar viva a la vez que ellas.
¿Y cómo has sentido el asunto de las diferencias entre los gitanos y los ‘payos’?
Yo creo que no es necesario hablar de la condición de una persona para justificar su obra. Soy María José; quien me quiera conocer, me conocerá por mi nombre y por todo lo que comparto. No es necesario desglosar mi árbol genealógico para disfrutar de mis canciones. Para ser flamenco, no necesitas tener nada más en tu alma que amor por el flamenco, respeto y afición. Y una mente abierta, para que las fronteras no nos dividan, sino que nos unan. ¿Tú sabes que hay un templo en Japón en honor al flamenco? Yo soy una mezcla y no me identifico como nada, porque eso sería limitarme.
¿Qué influencias tienes por el lado flamenco y qué influencias por el lado moderno?
Mi abuelo Pepe es mi cantaor preferido. Pero bueno, escucho muchísimo a Arvo Pärt, un compositor contemporáneo de música orquestal que es increíble. Me ‘flipan’ Vivaldi, Beethoven y Mozart. Escucho muchísimo a Billie Holiday, Beyoncé, Kendrick Lamar, A$AP Rocky, Tyler the Creator, Adele y Rihanna. En este disco se puede ver cómo mi raíz, que es andaluza, está mezclada con mi alma, que es lo que me gusta mirar de la cultura ajena.
No mencionaste nada del flamenco, aparte de lo que hace tu abuelo.
Me gusta Camarón, me gusta La Niña de los Peines, me gusta Enrique Morente, me gusta La Paquera de Jerez . Y de los guitarristas, me encantan Tomatito, Dani de Morón y Rycardo Moreno, que es estupendo.
¿Qué es lo más importante al momento de crear tus canciones?
Lo que me guía es la emoción que quiero expresar en cada momento. Por ejemplo, a la hora de hacer “Juramento”, me imaginé a 50 Cent paseando con su chica por los jardines de la Alhambra, pidiéndola en matrimonio. Y es por eso que puse una sección de vientos súper ‘jazzy’, muy de Big Bang, muy de Estados Unidos, pero mezclada con una melodía muy flamenca.
Tienes mucha influencia de la música de Estados Unidos, obviamente.
Sí, por supuesto. Me encantan el hip-hop, el jazz, el country, el soul y la música gospel. A veces pruebo y canto [esos estilos]. Me gusta jugar.
¿Hay una generación nueva en España que está mezclando elementos de su folklore con música estadounidense?
Hay gente que está experimentando desde siempre, porque lo que nosotros tenemos con la cultura de Estados Unidos es una apreciación, un aprendizaje. Es natural que se den estas combinaciones en una época de globalización como la que vivimos, cuando andamos todo el tiempo con el móvil. Esta fusión es comunicación.
Yendo nuevamente a lo de las letras, el disco “Ultrabelleza” cuenta con canciones muy interesantes, como “Superpoder”, que tiene una base muy electrónica y habla de penurias económicas en tu hogar de origen. “Rueda, rueda”, que tiene algo de R&B, habla de tu vida actual, llena de viajes por el mundo. “Ultrabelleza” está dedicada a la comunidad LGBTQ. “Lucha” alude al acoso sexual. Parece que te interesa referirte tanto a experiencias personales como a temáticas sociales más amplias.
Se mezclan las dos cosas, porque lo que le pasa a los demás me influye, y lo que me pasa a mí influye a los demás. Estoy en un mundo con el que me comunico. Si veo a alguien sufrir, le voy a cantar. Y si yo sufro, lo van a escuchar los demás a través de mi letra. Es una forma de reflejar el momento en el que vivo.
Pareces trabajar sobre la base de conceptos muy claros.
Totalmente. Parto mucho de conceptos e imágenes; los desarrollo y los intento reflejar de la forma más pura posible en sonido.
También hay algo llamativo en el plano de la estética. En el video de “Superpoder” llevas dos trajes muy particulares, pero esto no es algo nuevo. Hace tres años, cuando hiciste un video de la canción “La Luz” para la plataforma alemana Colors Studios, saliste en él con un vestido rojo rodeado de puñales que llevaba además unas naranjas partidas que lucían como ruedas de carreta. En el video de “Mi nombre” luces tambien un vestido negro increible.
Para mí, la estética es parte de la obra. Cuanto más recursos tenga, cuanto más crezca en mi carrera, mejor podré representar lo visual, que es una extensión de lo sonoro. En “Superpoder”, por ejemplo, utilizamos el concepto del claroscuro de Caravaggio, pero llevado a mi actualidad. A la vez, utilizo recursos folclóricos de mi tierra, como los toros bravos, que son mis animales favoritos, y que corren alrededor de mí mientras empuño una espada de fuego que simboliza justamente mi superpoder.
La moda es una disciplina que se encuentra aliada tanto con el cine como con la música. A esas tres, le sumamos una cuarta, la literatura, para crear un universo propio que a mí me gusta llamar hiperrealismo mágico.
Eso quiere decir que tus conceptos van mucho más allá de lo musical. Estás buscando ser una artista completa.
Ojalá pueda tener algún día los recursos económicos para realizarlo como lo imagino. Los vídeos están bien, pero son como el 5% de lo que tengo en mi cabeza.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.