María Rosenfeldt: oasis urbano
La que fuera la casa de Ouka Leele está situada en el corazón de Madrid. La artista, leyenda de la fotografía contemporánea española, la compró a finales de los 70, en plena efervescencia cultural en la capital. Fue su hogar y su estudio de trabajo, donde creó gran parte de sus obras y donde su hija, María Rosenfeldt, vivió desde que nació hasta que se independizó. Tras el fallecimiento de su madre, María reformó la casa y, desde hace un año, vuelve a vivir en ella con su pareja, el arquitecto Alberto Gobbino, artífice de la reforma, y su gato Bali. Ella es la responsable de la gestión del patrimonio artístico de su madre y de la fundación que ha creado para conservar su legado, la Fundación Ouka Leele.
-Por esta casa tuvieron que pasar muchos artistas y vivirse muchas cosas...
-Sí, era la casa y el estudio de mi madre y, desde los años 70, pasaban por aquí todos sus modelos y colegas de la época de La Movida madrileña. No era una casa al uso. Al nacer yo, tuvo que adaptarla para las dos, pero aún así siempre era un punto de encuentro de creatividad. Después de fallecer mi madre hace dos años, Alberto y yo decidimos reformarla y empezar una nueva etapa en este hogar tan especial.
-¿Qué recuerdos guardas de la época anterior?
-Recuerdo pasar horas jugando en el altillo, que era mi habitación. Es una casa muy divertida para una niña, las alturas, la terraza... Es como una cabaña. ¡Además teníamos muchísimos animales!
“Recuerdo pasar horas jugando en el altillo, que era mi habitación, cuando era pequeña. ¡Mi madre y yo teníamos muchísimos animales!”
-¿Cómo habéis hecho la reforma? ¿Qué habéis cambiado y qué habéis preferido mantener?
-La reforma ha consistido en devolver a la casa sus valores originales. Quitamos las baldosas que se pusieron en la primera reforma, para recuperar un antiguo baldosín catalán. Subimos los techos, donde aparecieron bóvedas, y movimos la cocina a lo que era el estudio de foto de mi madre, al lado de la terraza.
-Tu pareja es arquitecto, ¿cómo ha sido trabajar a dúo?
-La verdad que ha sido una experiencia preciosa. Yo admiro mucho su trabajo y el de su estudio, Ciszak Dalmas. Ha sido un trabajo conjunto con el estudio y el arquitecto Matteo Ferrari. Yo he dado opiniones, pero realmente las ideas que proponía Alberto superaban mis imaginaciones. Mucha gente dice que una reforma es muy dura y en mi caso ha sido una maravilla; además solo duró cuatro meses.
-¿Cuáles son los objetos de mayor valor sentimental que conservas?
-Tengo muchas piezas de mi madre, me encanta que formen parte de la decoración de la casa. También atesoro muchos objetos que aprecio, minerales de mi madre, una tetera de plata de mi abuela y cosas que hemos ido recolectando en nuestros viajes.
-¿Cuál de ellos es tu favorito?
-Tengo temporadas y obsesiones con los objetos. Ahora mismo es un cenicero de un hotel de Jaipur, India. Me trae buenos recuerdos del viaje. También colecciono minerales y piedras.
“Movimos la cocina a lo que era el estudio de fotos de mi madre, justo al lado de la terraza”
-Es una casa muy especial, ¿cómo la definirías?
-Creo que es un mix de todo aquello que nos gusta: el Mediterráneo, Bali, las formas orgánicas... La casa tiene diferentes alturas, la cocina y la terraza se conectan con el salón a través de una pasarela. La entrada y el salón están en el mismo espacio y tiene techos altos, lo que permite tener un altillo. El salón está presidido por una escalera que se esconde detrás de un semicírculo.
-¿Qué es lo que más te gusta del barrio en el que está situada?
-Es una zona tranquila, puedes ir caminando a casi todas partes. Es muy vieja escuela; los porteros de toda la vida me conocen desde pequeña, es un poco como estar en un pueblo.
-¿De qué manera refleja vuestra personalidad?
-Creo que lo que más nos representa son los objetos y detalles de nuestros viajes. No hubo una decoración pensada, somos muy de vivir las cosas e ir viendo poco a poco, según las necesidades. Los muebles tienen su historia: los sofás del salón eran de los padres de Alberto, los trajo desde Italia; la mesa de la cocina era donde pintaba mi madre. Es una mezcla de los objetos y muebles que nos han acompañado estos años y ahora conviven en conjunto en nuestro hogar.
“Tengo muchas piezas de mi madre y me encanta que formen parte de la decoración de la casa. Tengo temporadas y obsesiones por los objetos”
-¿Cuál es el objeto que nunca pondrías en casa?
-Una televisión en el salón, es algo que nunca he podido encajar a nivel estético. Tenemos televisión en el dormitorio.
-¿En qué sitio de la casa pasas más tiempo?
-Es curioso, porque esta casa tiene muchos spots y tengo mis favoritos según la hora del día. Por la mañana, me gusta estar en la chaise longue trabajando cerca de la terraza; a mediodía, si tengo un ratito, me vuelve loca dormir la siesta en la terraza y, por la tarde, estar en el salón disfrutando de un buen libro.
“La terraza se conecta con el salón y la cocina a través de una pasarela. Me encanta dormir aquí la siesta cuando se puede”
Sello personal
Objetos traídos de todo el mundo, formas orgánicas, colores naturales, recuerdos familiares... Dar personalidad propia a los espacios es el pasaporte a la originalidad
Vela, de Baobab Collection (160 €).
Lámpara, de Keisu (117, 25 €).
Adorno de madera, de Auctionet (18 €).
Espejo, de Retif (34,99 €).
Silla, de Pamono (550 €).
Pai pai, de Care of Carl (35 €).
Alfombra, de Westwing (21,99 €).
Planta, de Aprilplant (32,10 €).
Jarrón, de Pradoplant (40 €).
Silla, de Roche Bobois (1.530 €).
Mesa, de Tectona (4.310 €).
Mesa auxiliar de jardín, de El Corte Inglés Home (129 €).
Salvamanteles, de Makro (18,30 €).
Busto decorativo, de Etsy (309,25 €).
Arpa, de Etsy (225 €).
Lámpara, de Design Market (229 €).