Maritza Olivares, la actriz que llegó al cine obligada por su mamá y se niega a morir sobre un escenario

Maritza Olivares/Captura de la película 'Tres mujeres en la hoguera' vía YouTube.
Maritza Olivares/Captura de la película 'Tres mujeres en la hoguera' vía YouTube.

La romantización de morir encima de un escenario o brindar el último aliento frente a una cámara es algo que no comulga con la visión de vida de Maritza Olivares, una actriz que prefiere disfrutar de otros placeres sin estar atada a la actuación. Así lo piensa con plena conciencia de lo que su nombre y figura han significado para el cine, el teatro y la televisión de México.

A diferencia de otras celebridades que siguen entregándose de lleno a la interpretación hasta que sus fuerzas los acompañan, a sus 68 años Olivares prefiere ocupar su tiempo en otras actividades lejos de los sets.

"Soy un ser raro, nada me vuelve loca en la vida. La vida es tan amplia que hay que vivirla. Me encanta viajar, me encanta vivir la vida. Hay otras pasiones. Debo tener tiempo para vivir la vida. Hay muchos actores increíbles que se mueren en un escenario, algo que aplaudo, lo admiro y lo respeto, pero yo no. Aquí la cosa es vivir la vida, vivirla, tengo muchas cosas que hacer", comentó a Miguel Garza TV.

Asumiéndose como una mujer que no se ata a una pasión, se da a la tarea de buscar y desarrollar nuevos aprendizajes. Ahora se concentra en prepararse dentro del guionismo porque se siente apta para escribir y contar historias. En este sentido, su interés apunta hacia el cine, arte al que le guarda aprecio por su pasado.

Junto a actrices como Isela Vega, Meche Carreño, Helena Rojo y Ana Martin, Maritza Olivares fue otra de las actrices que durante la década de los '70 sentó precedentes al irrumpir con sus personajes en tramas que dieron un giro a los argumentos machistas y conservadores del cine mexicano.

Pero su incursión en el cine fue por imposición de su madre, no por elección. Su mamá se tomó la licencia de firmar por ella el compromiso de filmar Los meses y los días en 1970 bajo la dirección del realizador Alberto Bojórquez. Siendo menor de edad, con 14 años apenas, Maritza sólo tuvo la opción de obedecer a su progenitora.

"No me convencieron nunca, la hice enojada. Firmó mi mamá. De repente un día me mandan llamar de la dirección de la secundaria, entro y veo a mi mamá. 'Mamá, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Qué pasó?' (...) Me dijo que la tenía que hacer porque 'ya firmé', y como yo era menor de edad… Firmó mi mamá", recordó.

De malas y a regañadientes, Olivares filmó la película. Descubierta en la escuela de danza de Bellas Artes, se instaló en la ciudad para personificar a Cecilia, una adolescente que es fiel lectora de Sor Juana Inés de la Cruz y se ve influenciada por sus versos para cuestionar el rol de la mujer en la sociedad, lo que la lleva a abandonar la casa de sus padres para valerse por sí sola.

Maritza era bailarina de ballet de formación, no actriz, así que no sabía qué hacer frente a la cámara. Se dejó guiar por Bojórquez, cineasta que precisamente se decantó por ella como su protagonista por la inexperiencia actoral y su temperamento agreste, que era el indicado para personificar a Cecilia.

La película fue un éxito. Fue bien recibida por el público y por la crítica. Además de la propuesta que narraba las vicisitudes de una chica que lidia por sobrevivir para encontrar su lugar en el mundo, la actuación de Maritza deslumbró. La nominaron al Ariel. Compitió contra Lucha Villa por Mecánica nacional y Helena Rojo por Los cachorros. Ganó Lucha Villa.

Ella desconocía del furor que causó el filme y de la fama que tenía su nombre. Tuvieron que avisarle sobre lo que ocurría. Le llevaron periódicos para que comprobara lo que sucedía con Los meses y los días. Sorprendida por la situación, siendo buscada por productores, decidió radicar en Ciudad de México.

Comenzó a participar en filmes confrontativos de la sociedad conservadora con relación a temas como la infidelidad y el lesbianismo. En La vida cambia (Juan Manuel Torres, 1976) comparte créditos estelares con Meche Carreño para cuestionar al amor romántico mediante un triángulo afectivo y pasional al interior de una familia. En Tres mujeres en la hoguera (Abel Salazar, 1979) comparte créditos con Maricruz Olivier y Pilar Pellicer para mostrar de frente el amor entre mujeres en la pantalla grande.

"Sí hubo un cambio en el cine mexicano. Si vamos a hablar de cambios, yo fui una actriz que hizo un cambio. Empezó otro tipo de cine, un cine que hizo movimiento. Fue un cambio radical en cuanto a la forma de hacer cine. Todas las películas de rockanroleros, de Angélica María, Pili y Mili, esas películas fueron las de atrás", le refiere a Miguel Garza TV.

Y sí, fue un cambio. Junto a las actrices mencionadas con anterioridad irrumpió para frenar la producción de películas juveniles de corte rockanrolero que protagonizaron Angélica María y otras estrellas de los '70, cuyas tramas aún se sostenían en principios y valores establecidos desde la Época de oro, tales como: mujeres sumisas, mujeres de hogar, recatadas y buen vestir.

La irrupción de Olivares trascendió al teatro con la primera adaptación en México de Equus, de Peter Schaffer. Para esa puesta en escena, la actriz tuvo como compañero de elenco al experimentado Pepe Gálvez. El libreto exigía un desnudo femenino aparte del masculino, requisito que aceptó Olivares, convirtiéndose así en una de las primeras actrices en desnudarse frente al público en vivo; Isela Vega lo hizo en El juego que todos jugamos, de Alejandro Jodorowsky.

El pasado, pasado es para Maritza Olivares. Su legado funciona para revisar el aporte de su trabajo dentro de los contextos en que fueron hechos. Hoy día quiere crear guiones y disfrutar a su hija, la actriz Valentina Sumavsky.

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