Martin Scorsese, Robert De Niro y Leo DiCaprio revolucionaron Cannes: de los 9 minutos de ovación a la historia de la tribu Osage
Era una espina que tenía clavada el Festival de Cannes. Desde 1986, con Después de hora (que ganó el premio a la mejor dirección), no se había proyectado en el certamen otra película de Martin Scorsese, ganador allí de la Palma de Oro en 1976 con Taxi Driver. Su Killers of the Flower Moon es uno de los acontecimientos del festival aunque se mostró fuera de competencia por decisión del director y de Apple TV+, la plataforma de streaming que produjo la película y dónde se verá luego de su estreno mundial en salas de cine, en octubre. La anticipación por el nuevo film que dura tres horas y 26 minutos -apenas tres minutos menos que El irlandés, el anterior largometraje de Scorsese-, protagonizado por Leonardo DiCaprio, Robert De Niro y Lily Gladstone hizo que la conferencia de prensa en la que el director apareció acompañado por sus estrellas y el jefe de la nación Osage (Geoffrey Standing Bear), los nativos americanos que sufrieron la masacre del título, fuera la más concurrida hasta ahora del festival. Incluso por sobre la de Indiana Jones y el dial del destino realizada ayer.
El encuentro sirvió para reconfirmar la devoción de DiCaprio por su director, el respeto a la nación Osage que Scorsese quiso imprimir a lo largo de todo la producción, y que las cosas se complican política y socialmente en el mundo actual, según el cineasta y De Niro. Y para que el maestro de directores confesara: “A mi edad, ¿Qué más puedo hacer que arriesgarme?”.
Sobre el estado actual del mundo, el que encendió la mecha fue De Niro, que en el film le da vida a William King Hale, el hombre que crea el intrincado sistema para desposeer a los Osage. En 1870, la tribu osage fue obligada por el Gobierno de los Estados Unidos a abandonar sus tierras y fue reubicada en el peor rincón de Oklahoma. Sin embargo, a mediados de los años veinte del siglo pasado el petróleo empezó a emanar en aquellos terrenos pedregosos. De repente, la tribu empezó a ganar miles de dólares y a gastarlo en coches de lujo, opulentas mansiones y cualquier capricho. A su alrededor se multiplicaron los “blancos parásitos”, que en connivencia con las autoridades y las fuerzas del orden comenzaron, primero, a robarles y, luego, a exterminarlos. “Es más fácil ir a prisión por apedrear a un perro que por matar a un indio”, se escucha decir a un personaje en la película que fue ovacionada de pie durante nueve minutos, la más larga de esta edición en el festival cuyos asistentes suelen prestarle atención y aparentemente cronometrar las reacciones del público en la sala a modo de predictor del éxito que tendrá el film a partir de ese momento.
En la cúspide de esta pirámide del terror que relata la película estaba King Hale, que bajo su disfraz de amigo de la tribu escondía su avidez de dinero, que logró estafando a las compañías de seguro, casando a sus sobrinos con mujeres osage, para luego asesinarlas y cobrar su herencia, o lograr que él mismo fuera el beneficiario de los testamentos de los indios que ordenaba asesinar. De Niro, que encarnó a todo tipo de psicópatas en su carrera, confesó hoy a los a los periodistas: “No entiendo a mi personaje, de verdad que no lo entiendo. ¿Por qué traiciona a sus amigos osage? Aquel episodio es otra confirmación del racismo sistémico que vivimos en mi país, como nos recordó la muerte de George Floyd, y de la banalidad del mal. Hale es parte del sistema que aún hoy existe: hay que mantenerse alertas. Lo vemos hoy y ya saben de quién estoy hablando. El tipo es un estúpido. No voy a decir su nombre”, aseguró el actor aunque inmediatamente lo hizo: “¡Miren a Trump! Hay gente que cree que hizo un buen trabajo. Qué locura”.
El guion de Killers of the Flower Moon se basa en la novela Los asesinos de la luna, de David Grann, sobre el exterminio real de los Osage. En el libro se explica mejor un hecho que en la película no queda claro: el estado norteamericano participó del saqueo y declaró menores de edad a los Osage mediante un sistema por el que cada vez que querían gastar parte de su fortuna, tenían que pedir permiso a su tutor blanco. Grann además cuenta que los Osage primero contrataron detectives privados y después recurrieron al FBI, liderado por un joven de 28 años llamado John Edgar Hoover.
En cambio, en la adaptación escrita por Scorsese y Eric Roth se prioriza el punto de vista de la nación Osage a través de los ojos de Mollie Burkhart (una impresionante Lily Gladstone), casada con uno de los sobrinos de Hale, Ernest (DiCaprio), un tipo tan necio como enamorado de su esposa. Y aún así intenta asesinarla. El actor explicó como su personaje se benefició de una de las más destacadas habilidades de Scorsese como realizador.: “Lo que hace increíblemente bien es construir papeles lo más siniestros y retorcidos posibles y dotarlos de humanidad”. El realizador explicó que fue DiCaprio, que en un principio iba a interpretar al agente del FBI Tom White, quien le cuestionó en la escritura del guion dónde estaba el corazón de la historia. “Tras reunirme con la nación Osage en diversas ocasiones, les prometí que haría una película de la que se sentirían orgullosos, y entendí que debía de centrarme en Ernest y en Mollie, en la historia de amor, tragedia y traición”, señaló el cineasta. Porque fue Mollie quien sufrió el asesinato de su madre y de sus hermanas una tras otra y quien logró que el FBI llegara a Oklahoma.
Antes del libro de Grann, muy pocos norteamericanos conocían la tragedia de los Osage, igual que pocos conocen el asesinato de los afroamericanos de Tulsa, en 1921, una ciudad en la que habían conformado una incipiente burguesía. En la conferencia se preguntó si no suponía un riesgo excesivo para Scorsese meterse con ese olvidado y oscuro capítulo de la historia de su país. Y antes de que el director pudiera responder, DiCaprio aprovechó para seguir elogiándolo como un fanático más: “Crecí viendo el compromiso artístico entre Martin y De Niro y cómo lo llevaron a su máximo nivel. La perseverancia y el arrojo de Martin por llevar la verdad a historias, no importa cuáles sean, es inigualable”. Sobre eso, Scorsese concluyó entre risas: “A mi edad, ¿qué más puedo hacer que arriesgarme?”.