Maternidad y sororidad en una obra de teatro que se estrena hoy en Anfitrión
Se trata de un momento particular, sin dudas. Alentado por libros que se convierten en películas, en obras de teatro, nombres de la talla de Pedro Almodóvar, el tópico maternidad suena con fuerza en esta época. Y si bien es un tema inmenso e inabarcable, todas estas nuevas expresiones tienen algo en común. La maternidad ya no es mirada idílicamente, ya no es el ideal femenino que toda mujer adulta quiere alcanzar sino que es un asunto delicado, con matices, sombras, oscuridades y bienvenido entonces su momento de reflexión. Madres paralelas, La hija oscura, Distancia de rescate estas últimas películas disponibles en Netflix; todo el recorrido que hizo Anahí Berneri con sus films Por tu culpa (2010), Alanis (2017), por citar solo algunos ejemplos, no hay dudas de que sí, pensar las diferentes formas de maternar, de consolidar una familia, de ser mujer con dudas, de deseos postergados, de crianzas en soledad, en comunidad femenina, en desasosiego se volvió un tema.
Y en teatro también. Las versiones escénicas de los libros de Ariana Harwicz (Matate, amor y Precoz, actualmente en cartel) como tantos otros ejemplos son muestras de que sí, de que arriba del escenario vale también la reflexión. Y en este contexto, hoy se estrena la obra Maternika, escrita y dirigida por Sandra Franzen y protagonizada por Susana Cart, Agustina Cerviño y Andrea Villamayor, que podrá verse los sábados, a las 22 en el teatro Anfitrión. Se trata de un equipo conformado absolutamente por mujeres.
“Andrea Villamayor me convocó para que escribiese una obra sobre maternidad lo cual me pareció un universo demasiado amplio que me asustó primero pero, luego de unos días, pude encontrar una metáfora desde la cual contar algo de este mundo tan grande y tan propio de las mujeres”, cuenta Franzen y luego recuerda que, a los pocos días de eso, se le apareció una imagen y tuvo la certezas de que ese era su lugar de relato: tres mujeres pescando en un río seco. Ese fue el disparador. Suena un poco a Federico García Lorca con su Yerma, es cierto. Un gran precursor del tema. Y así comenzaron a trabajar, a improvisar, aparecieron los personajes. “ Hablamos del tema de la maternidad pero desde el lenguaje de la pesca. No de forma directa . Después aparecen algunos monólogos que sí hablan de la problemática de forma directa pero la base de la obra es esta gran metáfora”, agrega Franzen.
La obra habla de los mandatos de ser o no ser madre, de los deseos y las posibilidades que se tienen de desarrollarlos y de las nuevas formas de la maternidad. Quizás el tema sea una excusa para hablar de otros tantos que atraviesan al universo femenino.
“Nosotras somos compañeras con Andrea Villamayor en Teatro x la Identidad y ella me contó sobre la idea que tenía de trabajar las nuevas formas de la maternidad. Y a mí me subyugó. Pero por mi edad no me veía embarazada”, cuenta la actriz Susana Cart. “La obra surge de esto que está pasando en los últimos años con la mujer. Estamos redescubriendo o descubriendo nuestros roles en la sociedad. Y lo que hace esta obra es romper con los prejuicios que hay sobre los roles. Hoy en día, a pesar de todos los avances, una mujer que decide no tener hijos no es bien mirada. Es juzgada ”.
Tres mujeres están pescando. Una desea fervorosamente. Otra tiene el mandato. Y la tercera es en todo caso la que desea por otra porque es la que le prestará el vientre a su hija para que ella se convierta en madre. Las primeras dos son amigas, llevan tiempo pescando juntas. La tercera se suma luego, sin saber ni a dónde ni para qué. Las tres empiezan a compartir lo que les está sucediendo. Porque la obra habla también de las redes que se tejen entre mujeres, redes de contención, de acompañamiento . “Finalmente creo que la obra habla de eso: de las mujeres acompañándonos en nuestros deseos y en nuestras posibilidades de desarrollarlos”, agrega Franzen, que utiliza en su dramaturgia la idea de red como parte del universo de la pesca para hablar de ese sustento invisible pero indispensable para las mujeres que maternan y que encuentran en esta especie de tribu femenino un sostén al desamparo.
En 1879 cuando Henrik Ibsen escribió Casa de muñecas no se le perdonó que el personaje de Nora diese un portazo y, con ese gesto, abandonase a sus hijos para poder encontrarse a ella misma, hasta el punto tal que para su estreno en los encuentros sociales circulaba una nota que decía “abstenerse de hablar de Nora”, una verdadera grieta de su tiempo. Hoy con films como La hija oscura de Maggie Gyllenhaal, basada en la novela homónima de Elena Ferrante, pareciera que los tiempos dan una revancha. No sin culpa, por supuesto. Pero al menos se abre una puerta que invita a la reflexión.
El título Maternika surge de la búsqueda de uno que la pueda representar. “Lo que surgía era el útero, en un sentido literal y figurado. E investigando cómo se dice útero en otros idiomas apareció esta palabra que es en esloveno –explica Franzen–. Esa imagen inicial de la obra que es el río seco, vacío, fue el disparador. Ese útero que está seco, que no concibe vida. Es el deseo y encontrarse con la aridez, con la sequedad. En la obra eso está llevado al río seco, con piedras, y en la realidad al órgano femenino por excelencia y que nos distingue de los hombres”.
Para agendar
Maternika
De Sandra Franzen.
Los sábados, a las 22, en el Teatro Anfitrión, Venezuela 3340.