Matt Damon, de profesión: sufridor de cine

Otra vez en el espacio y otra vez sufriendo. Otra vez un papel similar y a la vez tan distinto. Porque si algo tiene Matt Damon es la asombrosa capacidad de hacer que sus personajes sean creíbles y diferentes entre sí por mucho que la premisa de la que parten sea la misma. El (pen)último, ese astronauta abandonado en el Planeta Rojo al que un maestro de la acción como Ridley Scott pone en apuros una y otra vez. Un botánico de nombre Mark Watney que podría darle (veremos cuál es la competencia) su tercera nominación como actor.

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(Foto: © 2015 Twentieth Century Fox Film Corporation)

Méritos no le faltan. La vista en The Martian, que esta semana se estrena en España, es una de sus mejores interpretaciones en los últimos años y es, sobre todo, justo lo opuesto al personaje que vimos en Interstellar. Drama y comedia al mismo tiempo. Si Mann era un hombre abandonado en el espacio que es capaz de engañar a todos con tal de sobrevivir y salir del aislamiento en el que se ha visto confinado en años, Watney es justo lo contrario. Parten de un mismo punto, un astronauta en un planeta hostil sin más compañía que la suya propia. Lo que cambia es la actitud. Uno es un villano (por simplificarlo) y el otro un héroe. Los dos, esos sí, unos sufridores.

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(Foto: © 2012 Columbia TriStar Marketing Group, Inc.)

¡Hay que ver lo que le gusta a Matt Damon sufrir en el cine y lo bien que se le da! Lo suyo es pasarlo mal en la pantalla, en lo físico y en lo psicológico. En The Martian tiene que enfrentarse a un clima tan adverso como el marciano y a la soledad prolongada intentando no perder la cordura tomándoselo todo con una ironía que hace que el personaje sea más real y agradecido y la película, en su conjunto, mucho más entretenida. En Interstellar el sufrimiento le llevaba a la crueldad y en Elysium, por seguir con el tema espacial, sufría mucho, sobretodo en el aspecto físico. No hay más que verle con esos implantes robóticos y lo complicado de su incursión en la pulcra estación espacial habitada por la clase social más alta. Y bueno… el final…

Watney es uno de los personajes más sufridos de Damon, pero no sabríamos dilucidar si el que más porque tiene unos cuantos en su carrera. Empezando por el estudiante de clase trabajadora y algo listillo de Good Will Hunting y el soldado convertido en hijo único por culpa de la guerra de Saving Private Ryan. Si hasta el agente desmemoriado Jason Bourne con el que volverá el próximo año en una esperada cuarta entrega es un sufridor con todas las letras. Eso sí, quien se cruza en su camino lo pasa aún peor. Por no hablar de los tristes Bejamin Mee de We Bougth a Zoo y Steve Butler de Promise Land.

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Basta con echar un vistazo a su currículum para darse cuenta de que, efectivamente, los mejores personajes que nos ha regalado Matt Damon son unos sufridores sin remedio. Ya sea por ser un soplón con sobrepeso en la cuerda floja continuamente (The Informant!), por ser un analista energético en la hostil Syriana o el gemelo de la tan absurda como divertida (es lo que tienen los Farrelly) Stuck of You. Cada uno lo pasa mal y lleva su propia penitencia a su modo.

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Conclusión: a Matt Damon se le da como a pocos estos de pasarlo mal en el cine. Lo hace psicológicamente, tirando de lágrima cuando hace falta y haciendo llorar al respetable. Y físicamente, repartiendo cera y recibiendo con un estilo que ha marcado un hito en el cine. Y todo ello con talento y una asombrosa capacidad para hacer cercanos a los personajes más imposibles y difíciles y realistas a los más rocambolescos. Lo raro es que con tanto drama en su carrera solo tenga un Oscar como guionista y dos nominaciones como actor (Will Hunting e Invictus).