Las mejores series del año (hasta ahora): espías, detectives, amantes, policías corruptos y estrellas, entre los elegidos de los críticos de LA NACION

Las mejores series del año (hasta ahora): espías, detectives, amantes, policías corruptos y estrellas, entre los elegidos de los críticos de LA NACION
Las mejores series del año (hasta ahora): espías, detectives, amantes, policías corruptos y estrellas, entre los elegidos de los críticos de LA NACION

Espías, detectives, amantes, policías corruptos y estrellas de cine perdidas en su propia autoficción: difícil encontrar evidencia más contundente de la prolífica producción televisiva estrenada en lo que va de 2022. La multiplicidad de propuestas es, sin embargo, un obstáculo a la hora de descubrir qué es lo que “hay” que ver de entre lo nuevo, saltando de una plataforma a la otra. Para ambas dificultades, los críticos de LA NACION –que casi todo lo ven– tienen la solución. Aquí, su recomendación de siete ficciones imperdibles y dónde encontrarlas.

Slow Horses

Slow Horses
Slow Horses

Por Natalia Trzenko

La falta de higiene y de aire respirable que emana la oficina que comanda Jackson Lamb (Gary Oldman) traspasa la pantalla. Allí pasan sus días un grupo de espías del servicio británico caídos en desgracia. Esos empleados públicos ocultos al público son los caballos lentos del título, obligados a “pastar” bien lejos de la acción de Londres y bajo la supervisión del misantrópico Lamb, quien desayuna cigarrillos y la bebida que sobrevivió a su sed de la noche anterior. Cuando River Cartwright (Jack Lowden), un joven agente con ambiciones de héroe llegue exiliado a Slough House, el apodo de la oficina –en honor del suburbio cercano a la capital inglesa pero a años luz de su atmósfera– dejará de ser tan así.

La notable receta del programa, adaptada de una novela de Mick Herron, incluye a personajes dignos de las mejores comedias de oficina junto a otros salidos de los más tensos dramas, todos pintados con el mismo tono de gris, ni del todo buenos ni completamente malos, sagaces y algo bobos al mismo tiempo. Y se da el permiso de imaginar a un grupo de secuestradores nacionalistas de extrema derecha discutiendo por la manera correcta de preparar el té de la mañana –agua caliente, saquito y por último un chorrito de leche–, antes de amenazar a su prisionero con la decapitación.

Además de Oldman, perfecto como el veterano Lamb, la ficción cuenta con Kristin Scott Thomas en el papel de la jefa del servicio secreto a la que la talentosa actriz dota de una inteligencia digna de su puesto y de un humor que encaja perfecto con el resto de la historia.

La ciudad es nuestra

La ciudad es nuestra
La ciudad es nuestra

Por Alejandro Lingenti

La sociedad entre David Simon y George Pelecanos ha dado impecables resultados: trabajaron juntos en The Wire (2002), considerada por muchos “la madre de todas las series”, y también en Treme (2010) y Generation Kill (2008), otras dos ficciones muy sólidas pero que lograron menos repercusión (todas están disponibles en HBO Max). Con la novela de Justin Fenton We Own This City. A True Story Of Crime, Cops And Corruption (2021) como base, esta dupla creó esta serie de solo seis capítulos ambientada en Baltimore, igual que The Wire, y otra vez centrada en la corrupción policial. La cara más visible de ese sistema decadente es el sargento Wayne Jenkins (Jon Bernthal), líder de la unidad encargada del rastreo de armas y epítome de la brutalidad policial y la negligencia en una ciudad con un porcentaje importante de población afroamericana que vive en condiciones paupérrimas.

La historia trabaja sobre los antecedentes y las consecuencias del asesinato de Freddie Gray, un joven de 25 años detenido por portar una navaja automática. El suceso provocó una ola de protestas que desembocaron en disturbios y en una indignación general cuando los agentes involucrados fueron absueltos. Con ese hecho como telón de fondo, el relato cruza líneas temporales y puntos de vista para ir armando con paciencia y detalle un puzzle que queda perfectamente configurado en el epílogo. La complicidad del poder político, indispensable para sostener ese andamiaje repudiable, también aparece retratada con una eficacia y una elocuencia que el grueso de la prensa (el lugar del que proviene Simon) parece haber archivado para siempre.

Heartstopper

Heartstopper
Heartstopper

Por Martín Fernández Cruz

Hay series que desprenden una energía alegre, relatos que eligen contar a través de personajes plenos las crisis que justamente requieren sostener esa plenitud. Se trata de héroes y heroínas que sufren terremotos personales, cuyas luchas buscan complicidad con el televidente, integrándolo a esa ficción, y hasta sirviéndole de refugio. Sucede con títulos como Gilmore Girls, Ted Lasso, Please Like Me, y también con Heartstopper.

Basada en la historieta de Alice Oseman, aquí se cuenta el romance entre Charlie (Joe Locke), y Nick (Kit Connor), dos compañeros de secundario que atraviesan los tsunamis de lo que implica enamorarse a los 16 años. Elegir esa edad para narrar una historia de amor es un viajar hacia una etapa única. Y la serie dibuja esas mariposas en la panza, esos nervios ante los mensajes que se escriben y se borran mil veces, y hasta el peso que puede tener un solo gesto. Sin trazos gruesos ni cursilerías fáciles, el triunfo de esta ficción es priorizar los sentimientos, visibilizando amores que merecen ser felices.

Para el público más joven, esta historia puede que sea un espejo inmediato, y para los que despedimos hace tiempo la adolescencia, aquí está el (re)descubrir el encanto de una edad en la que nada era tan amenazante y fascinante, como eso que nunca se había hecho. Y de ese modo, Heartstopper es una carta de amor no solo al amor en sí mismo, sino a la importancia de animarse, y nunca dejar de hacer cosas por primera vez.

Irma Vep

Irma Vep
Irma Vep - Créditos: @carole bethuel

Por Milagros Amondaray

En tan solo ocho episodios, el realizador francés Olivier Assayas demostró que es posible revisitar el pasado (el personal y el profesional), pero con una vuelta de tuerca mediante la cual aggiornó tanto la narrativa como las decisiones estéticas. Irma Vep, su largometraje de culto de 1996 protagonizado por su exesposa Maggie Cheung, se transformó este año en una miniserie liderada por Alicia Vikander como Mira Harberg (Assayas no elude los anagramas), una actriz de producciones a gran escala que busca un proyecto arthouse que le devuelva la pasión por su trabajo.

Ese proyecto ideal es la remake de Les Vampires, el serial mudo de 1916 de Louis Feuillade, objeto de obsesión del neurótico cineasta René Vidal (interpretado por Vincent Macaigne, en una de las mejores actuaciones televisivas del año), quien le ofrece a Mira el codiciado rol de Irma, esa jefa de la banda de vampiros al que Musidora le imprimió un magnetismo que fue revisitado por Assayas con su largometraje original.

En cuanto a su miniserie, el director de El otro lado del éxito y Personal Shopper se adaptó a la coyuntura con un perfecto equilibrio entre el humor corrosivo y diatribas muy interesantes sobre el rol que cumple el arte en la vida diaria y los cambios que sufre la industria del cine en la era del streaming. Como si esto fuera poco, el realizador también evoca su matrimonio con Cheung en un acto de catarsis poético y orgánico con el detrás de escena de la nueva Les Vampires. A fin de cuentas, Musidora, Irma, Maggie y Mira son indisolubles.

Shining Girls

Shining Girls
Shining Girls

Por Paula Vázquez Prieto

Cuando parecía que nada nuevo podía surgir de las narrativas de asesinos seriales, Shining Girls subvierte de manera drástica su lógica e invade ese reino del ego y la manipulación de los psicópatas con el frágil territorio del trauma que perdura en sus víctimas. El origen de la excelente miniserie de Apple TV+, creada por Silka Luisa y protagonizada por Elisabeth Moss, es la novela de Lauren Beukes, publicada en 2013, cuyo recorrido signado por los viajes temporales y los caprichos del azar se transforma en una pesquisa por comprender la verdad de los hechos perdida en la escurridiza memoria de las sobrevivientes.

Kirby (Moss) apenas recuerda destellos de su brutal ataque, y son esos signos dispersos los que vislumbra en una nueva escena criminal, cuando un cadáver aparece en los túneles de la ciudad de Chicago. Estamos en 1992, ella es la archivista del diario Chicago Sun-Times y su tarea consiste en juntar recortes de diarios, fotografías viejas, retazos del pasado como los que agenda para sostener su vida cotidiana: una minuciosa bitácora que retiene detalles de una memoria siempre en crisis. La convivencia con su madre rockera, el nombre de su gato, un marido inesperado. Cada pista recompone una nueva realidad, fruto de un imaginario salto temporal que nunca recuerda.

Lo deslumbrante de Shining Girls es cómo consigue amalgamar el clásico relato policial, con Kirby y el periodista alcohólico Dan Velázquez (Wagner Moura) siguiendo el derrotero de un enigmático psicópata (espeluznante Jamie Bell), con una compleja reflexión sobre los efectos de un experiencia traumática, convertida en la materia de una realidad que se disgrega, se transforma, se bifurca sin remedio. Silka Luisa asume esa plasticidad de la mente como arena de su relato, de los más intrigantes y demoledores de este año, tan absorbente para el espectador como para quienes navegan en los meandros de ese tiempo sin historia.

The Offer

The Offer
The Offer - Créditos: @Nicole Wilder

Por Guillermo Courau

En este presente distópico que vivimos, donde se cree erróneamente que un spoiler (palabra tan habitual como insufrible) puede arruinar el disfrute de una obra, The Offer se plantea el desafío de contar una historia de la que ya se conoce el final; y a pesar de ello, ser sumamente disfrutable. A lo largo de diez capítulos, la serie de Paramount+ construye un imaginario en torno al complejo entramado detrás de la realización de El padrino, una película que estuvo a punto de no hacerse.

De acuerdo a los créditos, el material utilizado se basa en los recuerdos de Albert Ruddy (un excelente Miles Teller), productor responsable del film. Después, que la memoria de Albert sea más o menos fiel a la realidad es otro tema, y a juicio del resultado importa bastante poco. Sin mayores golpes de efecto, los que hay son los puntos más bajos de la propuesta, The Offer describe la génesis de una obra maestra en el marco de un Hollywood que ya no existe. Todos sabemos que Al Pacino (notable Anthony Ippolito) será elegido para el rol de Michael por más que nadie lo quiera, también que la mafia querrá hacer y deshacer, en un juego de espejos entre ficción y realidad; lo mismo que la obsesión de Francis Coppola (Dan Fogler) por hacer la película de su vida. Lo realmente interesante es ver en qué momento esa suma de egos se va a alinear para dar nacimiento a un clásico del cine.

Es cierto que sin estar El padrino como piedra basal, a The Offer se la miraría más de reojo. Pero esta cualidad, que a primera vista suena a desventaja, es el sostén de su encanto.

Reacher

Reacher
Reacher

Por Hernán Ferreirós

Con el aspecto de una montaña humana de músculos, apenas un escalón evolutivo por encima de un gorila, no es una sorpresa que Jack Reacher sea virtualmente indestructible en un combate mano a mano. Es menos predecible que también resulte irreductible en una disputa intelectual. Reacher es Sherlock Holmes (o “Sherlock Homeless”, como es ocasionalmente apodado en las novelas de Lee Child) atrapado en el cuerpo del Increíble Hulk. Las exaltadas dimensiones físicas del personaje no solo juegan con el prejuicio sino que contribuyen a definir su carácter: hacen que no necesite decir o hacer mucho para transmitir una amenaza contundente y parecen justificar la leve arrogancia con la que se dirige al mundo. En las novelas, se dedica mayormente a reflexionar hasta que llega el momento de romper algo, ya sea un fémur o una organización criminal.

Las dos adaptaciones cinematográficas protagonizadas por Tom Cruise decepcionaron a los lectores porque Reacher parecía incompleto: los 30 centímetros que le faltaban al verticalmente exiguo Cruise no eran un detalle superficial. A veces, el tamaño importa. El actor Alan Ritchson, protagonista de la serie, parece haber nacido (y también pasado muchos meses en el gimnasio) para interpretar al personaje y está a la altura de las circunstancias. No es éste el único mérito de esta adaptación sobre los films. También, como el texto original (en este caso, la primera novela de Child, Zona peligrosa), se entrega sin culpa alguna a la gratificación de nuestras emociones más primarias. La principal justificación de estos relatos es el considerable placer que nos provoca ver a Reacher demoler a sus adversarios.

La serie se permite ser impenitentemente trash. No tiene otra pretensión que construir una historia intrincada con un villano abyecto para apuntar a Reacher en su dirección y mostrarnos lo que sucede en el encuentro. Cada tanto, no necesitamos otra cosa.