Los menores que residen en centros tutelados ‘viven desde la ansiedad de estar siempre alerta’

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“Es una vida de superviviente desde que entra allí. No tiene nada propio, no puede más que cumplir normas y adaptarse a la convivencia (necesario para poder llevar adelante una casa llena de niños en desamparo), pero no tienen el cariño, el amor gratuito que les hace fortalecerse y aprender a convivir en el mundo desde la paz y serenidad”. Así es el día a día de los menores que viven en centros tutelados en España, según nos lo describe Majo Gimeno, presidenta y fundadora de Mamás en Acción, una organización sin ánimo de lucro fundada hace ya diez años con el objetivo de acompañar a los niños que se encuentran hospitalizados solos, en la mayoría de los casos, precisamente por residir en uno de estos centros. “Viven desde la ansiedad de estar siempre alerta y sentirse continuamente en peligro”.

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De ahí que Gimeno y Mamás en Acción estén volcadas en concienciar sobre la necesidad del acogimiento familiar. “Los niños tienen derecho a crecer en una familia, donde se les quiere y se les cuida de manera gratuita”, nos dice. En un centro tutelado se cubren las necesidades de alimento, educación y vivienda, pero es en el seno de una familia donde se cubren las necesidades afectivas más básicas y donde se fortalece su autoestima.

Consecuencias a nivel psicológico y emocional puede implicarles en caso de pasar años en un centro tutelado

Un niño que crece sin amor es un niño que no va a saber amar, por lo tanto, en su madurez actuará desde sus carencias y heridas y no desde la estabilidad de tener todas sus necesidades básicas cubiertas”, asegura Majo Gimeno. “Además, al cumplir la mayoría de edad se enfrentan al vacío y en la adolescencia empiezan a desarrollar miedo, ansiedad…”.

Son plenamente conscientes de que, en el momento en el que cumplan 18 años, deberán abandonar el centro tutelado y se plantean qué es lo que ocurrirá con sus vidas a partir de entonces, a una edad en la que la mayoría de los adolescentes que sí viven con una familia únicamente se preocupan de qué carrera o qué FP van a estudiar.

Se hacen mayores sin saber dónde vivir ni a quién acudir y, por lo tanto, desarrollan depresiones y hasta intentos de suicidio

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¿Cómo evitar que esto ocurra? El acogimiento familiar es la respuesta. Se trata de una medida con la que cada familia, de manera individual, puede contribuir a cambiar radicalmente la vida de un niño, pero de la que, lamentablemente, no se sabe aún no lo suficiente y el motivo es que la ciudadanía no es consciente, en general, de esta realidad que afecta a miles de menores en nuestro país.

Es importante que el acogimiento se produzca lo antes posible porque conforme los niños crecen, se reducen las opciones de que las familias los quieran acoger

“Las familias acogen antes a niños pequeños que a más mayores”. También porque, a medida que van creciendo en los centros tutelados, “van teniendo más carencias afectivas graves, que se convierten en heridas emocionales que de mayores, con el tiempo, son mucho más difíciles de sanar y reconducir”.

Por eso Mamás en Acción celebró unas jornadas en el Congreso de los Diputados el pasado 31 de mayo para reclamar a las administraciones más implicación con el acogimiento familiar y más inversión para dar a conocer esta opción con campañas de sensibilización e información, según explicó la propia Gimeno, quien hacía hincapié en que “la sociedad debe saber que existe esta realidad, tan escondida”.

Con ese claro propósito, el de dar visibilidad a todos los niños en España que no tienen padres o no pueden vivir con ellos y que buscan un hogar en el que crecer, Mamás en Acción ha puesto en marcha la campaña Ni un niño sin familia. “A través de Anita y Juan (nuestros muñecos que representan a los menores tutelados) queremos que la gente conozca a estos menores en primera persona. Son ellos mismos, los propios muñecos, los que cuentan la historia real de los más de 18.000 niños que en España están buscando una familia”, cuenta Majo.

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¿Qué cambios experimentan estos menores cuando por fin pasar a vivir con una familia?

“Empiezan a sentir el descanso de estar en un entorno seguro de alguien que te quiere y te cuida por vocación y sin nada a cambio”. A determinadas edades, puede no solo costarles más o menos la adaptación, sino también “el dejarse querer”, recibir afecto. El motivo es que esto, que es lo primero que los niños que son criados en una familia reciben, es ajeno a ellos y, en consecuencia, puede no resultarles fácil “porque se sienten traicionados por defecto y viven en alerta continua”, nos explica la presidenta de Mamás en Acción. “Por eso es tan importante que no dejemos que un niño llegue a hacerse mayor y tener que enseñarle a adaptarse”.