Las mentiras que te cuenta la culpa para atraparte

“La culpa es un sentimiento que no necesita audiencia” - Ronald C. Johnson [Foto: Getty Images]
“La culpa es un sentimiento que no necesita audiencia” - Ronald C. Johnson [Foto: Getty Images]

La culpa es una emoción solitaria que se autoalimenta de los reproches y las recriminaciones. Como dijera Ronald C. Johnson, la “culpa es un sentimiento que no necesita audiencia”. Llega como una punzada y se mantiene martilleando en la mente. Acelera la imaginación y desdobla la realidad para hacerte creer que eres el único responsable.

Cuando logra convencerte de tu culpabilidad, ya no te abandona. Te sume en una espiral de remordimiento que consume todo a su paso. Te atrapa en sus redes convenciéndote de que eres una persona horrible para hacerte sentir mal cada día de tu vida. Para detener ese bucle tóxico es necesario aprender a reconocer y desarmar las mentiras de la culpa.

“Era tu obligación”, cuando tu sentido del deber te hace sentir culpable

La culpa se alimenta en gran medida del sentido del deber y aparece cuando no cumples con tus obligaciones. [Foto: Getty Images]
La culpa se alimenta en gran medida del sentido del deber y aparece cuando no cumples con tus obligaciones. [Foto: Getty Images]

La culpa se alimenta en gran medida de tu sentido del deber. Implica la percepción de que has transgredido alguna norma moral o social, lo cual suele hacerte sentir mal. De hecho, la culpa suele describirse como una “emoción dolorosa” o un “afecto doloroso”.

La culpa te sacude y genera incomodidad para empujarte a reevaluar tu comportamiento y corregirlo. No es casual que comience a manifestarse muy temprano en la vida, alrededor de los tres años, según investigadores de la Universidad de Iowa.

El propósito de la culpa es motivarte a hacer lo que sea necesario para recuperar la confianza, aprobación y aceptación de los demás, lo cual significa que también puede ser útil. El problema comienza cuando esa sensación de culpabilidad no te abandona, se acrecienta y genera un sufrimiento inútil.

La culpa suele hacer leva en tu sentido del deber para machacarte cuando no cumples con tus obligaciones. De cierta forma, la culpa y la obligación son dos caras de una misma moneda. No importa cuántas veces la lances al aire, quedarás atrapado en una u otra.

La culpa te hace creer que estás obligado a representar los roles sociales que te han asignado o que siempre debes estar a la altura de las expectativas de los demás. De hecho, es probable que en ocasiones la idea fugaz de posponer la lista de tareas pendientes o cancelar un compromiso sea suficiente para generarte punzadas de culpa. Básicamente, te hace sentir mal cuando no cumples con lo que se espera de ti o con los estándares que te has impuesto.

Sin embargo, la culpa pasa por alto muchas otras cosas. No tiene en cuenta, por ejemplo, que no es saludable priorizar siempre a los demás o regirse únicamente por las obligaciones. Tampoco tiene en cuenta que tienes derecho a priorizarte y que no siempre podrás hacer todo lo que esté en tus manos para que las cosas salgan bien, simplemente porque no es viable dar el máximo en todo momento.

Por consiguiente, la próxima vez que la culpa intente hurgar en la herida apelando a tus deberes y obligaciones, recuerda que a veces no podrás con todo, y no pasa nada. Intenta ser más amable y menos exigente contigo. La culpa se queda sin espacio para seguir creciendo allí donde florece la amabilidad y la comprensión.

“Eres una persona horrible”, la tendencia a sobreidentificarse con un error

La culpa cambia el enfoque moviendo los reflectores del error a tu identidad. [Foto: Getty Images]
La culpa cambia el enfoque moviendo los reflectores del error a tu identidad. [Foto: Getty Images]

La culpa es una experiencia privada que no involucra necesariamente a otras personas o lo que puedan pensar. Puedes intentar redimirte, reparar el daño causado e incluso recibir la absolución de los demás, pero nada de eso te garantiza que podrás perdonarte.

En esos casos la culpa deja de ser adaptativa y se convierte en una emoción tóxica. Deja de ser una mera reacción ante un error para transformarse en un juicio de valor sobre ti. Dejas de sentir culpa para sentirte culpable. Ese es su as bajo la manga.

La culpa cambia el enfoque moviendo los reflectores de la experiencia a tu identidad. Te convierte, literalmente, en el error que has cometido. Comienzas a verte a través del prisma de la culpa, el cual permea negativamente la imagen que tienes de ti, afecta tu autoestima y te hace caer en un bucle de autorreproches.

La culpa generaliza un hecho aislado para hacerte creer que eres una persona horrible. Se convierte en una sombra que se extiende por tu personalidad para oscurecer todas tus cualidades positivas, hasta el punto que no logras verlas o las menosprecias. Así termina permeándolo todo, haciéndote creer que eres una persona débil, insignificante o detestable. Esa imagen tan desesperanzadora te paralizará emocionalmente, condenándote a vapulearte una y otra vez por lo sucedido.

Obviamente, la culpa no tiene en cuenta que es inevitable cometer errores. La culpa no suele ser racional, malinterpreta lo sucedido, generaliza y salta a conclusiones sin cuestionarse la lógica de las mismas. Se erige como juez y parte en tu mente para que te condenes con la sentencia más dura.

Esa culpa tóxica se alimenta de tus reproches y visión catastrofista de lo ocurrido. Por tanto, es importante que recuperes la perspectiva. No tiene sentido machacarte cada vez que metes la pata sacando las cosas de quicio. Incluso los peores errores no te definen como persona porque tienes el poder de cambiar y aprender la lección. Presta más atención a la voz de la culpa. ¿Qué está diciendo? Analiza cada idea aplicando el siguiente tamiz: ¿te estás castigando o contribuyendo a mejorar la situación?

“Tenías que haberlo evitado”, jugar a ser Dios

A veces las cosas suceden, sin más. Y hay que aprender a convivir con lo inevitable sin buscar culpables. [Foto: Getty Images]
A veces las cosas suceden, sin más. Y hay que aprender a convivir con lo inevitable sin buscar culpables. [Foto: Getty Images]

La culpa y la ilusión de control van de la mano. De hecho, puedes sentirte culpable por situaciones que escapan de tu responsabilidad. La culpa te convence de que eres responsable de la desgracia de otra persona, aunque no sea el caso. Incluso te convence de que podías haber previsto y evitado esa desgracia, aunque no seas adivino.

La culpa te catapulta continuamente al pasado, como si dándole vueltas a lo ocurrido pudieras cambiarlo o remediarlo. Te hace pensar en términos de “tendría que haberlo hecho” o “pude haberlo evitado”. Te obliga a recrear universos paralelos en los que actúas de forma diferente, tomas una decisión distinta o incluso te conviertes en el héroe de una situación que nunca ocurrió.

Escapar a ese mundo imaginario donde las cosas siguieron derroteros más favorecedores puede hacerte sentir mejor, pero cada vuelta al presente te obligará a aceptar la dura realidad, por lo que suele ser un ejercicio retraumatizante.

Así la culpa se refuerza, manteniéndote en una espiral de reproches. Incluso puede convencerte de que podías haber actuado de manera diferente para evitar la catástrofe, algo común en quienes experimentan la culpa del superviviente. Su mecanismo irracional no solo te lleva a pensar que podías haber previsto el problema sino también que eres omnipotente para evitarlo.

Para sortear esa trampa que te tiende la culpa, es importante que comprendas que no puedes juzgar el pasado con los ojos del presente. No puedes saber ni anticiparte a todo. No te machaques por lo que no sabías ni podías intuir. No eres adivino ni omnisciente.

Asimismo, conviene tener presente que a veces no hay culpables, por mucho que te esfuerces en dirimir responsabilidades o buscar chivos expiatorios. A veces las cosas suceden, sin más. Hay accidentes, enfermedades, casualidades, muertes... La vida no siempre es justa ni razonable. Los contratiempos, problemas, errores y adversidades ocurren. No siempre podrás evitarlos y no tiene sentido malgastar tu energía culpándote. A veces simplemente hay que aprender a convivir con el azar y la inevitabilidad.

Más historias que te pueden interesar

VIDEO: Falta de vitamina D y su relación con las enfermedades del corazón y la salud mental

La estela de daños a la salud que causa la rigidez mental

El secreto para deshacerte de las preocupaciones y dejar de agobiarte

Si tienes este tipo de personalidad, el estrés te dañará más