Los de la mesa 10: una campaña para rescatar el clásico del cine argentino que hace brillar el romance de los cafés porteños
María y José están sentados a la mesa cerca de la ventana en un primer encuentro que refleja el fulgor del encantamiento en los ojos de dos personas que se atraen. Podían ser María y José o tantos otros, en una mesa junto a la ventana de ese bar o de cualquier otro. La acción tenía lugar en Buenos Aires pero la escena real, tantas veces vista o vivida, sucedía y sucede en diferentes ciudades del mundo donde existe un café y dos jóvenes enamorados. Pero las coordenadas específicas de la mirada de los personajes de María (María Aurelia Bisutti) y José (Emilio Alfaro), devolvían los contornos del actual café El Coleccionista, de Rivadavia 4929, que supo llamarse El Pelícano y también El Cóndor; y que tuvo en la vida real por fuera de los amores de ficción como parroquiano ilustre a Conrado Nalé Roxlo, quien solía ocupar alguna de sus mesas acompañado de Roberto Arlt o Antonio Berni.
Narciso negro: la exótica película que fue tildada de pervertida pero logró convertirse en clásico
El autor de “El grillo” sólo debía apretar el botón del ascensor para degustar un café acodado en la mesa del bar porque vivía en el mismo edificio. Quedará para la tarea detectivesca acertar si era la mesa diez, o al menos aquella que sustituía a la imaginada en la obra teatral escrita por Osvaldo Dragún, y que en ese bar de Caballito filmó Simón Feldman, cambiando el mapa del cine argentino al convertir en fotogramas la escena de ese amor juvenil que debe sortear prejuicios sociales y dogmas: “Creo recordar que ese texto de Osvaldo lo vi en teatro primero y, me pareció, que podía ser la base de un cine que a mí me interesaba más:a el cine de la realidad. Tratar de mostrar el Buenos Aires que yo quería como pintor, como dibujante, como amante de la ciudad, de manera que esa visión me dio una idea de envolver esa pequeña historia de esa pareja en el ámbito real de la ciudad era lo que más correspondía y eso traté de hacer”, decía un veterano pero aún activo Simón Feldman en la entrevista realizada por Directores Argentinos Cinematográficos (DAC) hace casi una década, sobre su interés en trasladar la obra teatral de Dragún a la pantalla grande.
Los de la mesa diez había llegado al teatro de la mano del grupo Fray Mocho, y tenía el subtítulo Otra historia para ser contada, cuando fue estrenada el 24 de abril de 1957 en el Teatro de la Sociedad Española de Córdoba. Pero en Los de la mesa 10 el café no será la única postal barrial reconocible de esa Buenos Aires de reflejos parisinos donde también puede verse la antigua noria y el monumento a Bolívar del Parque Rivadavia, la calle Corrientes y las luces de neón en derredor de la Plaza de la República, e incluso la entrada al pasaje Obelisco donde sobreviene de camino al subte un beso que asimismo era el refugio de un diluvio de ficción: “Esa escena de la bajada de subte con la lluvia tiene su pequeña historia porque los que hacían la lluvia eran los bomberos voluntarios. Y en el primer ensayo tiraron una lluvia que a mí me pareció enclenque: ¿Pero esas son lluvias? Les digo, “Pero eso no se nota...”, y los liquidaron a los pobres”, confirmaba entre risas el realizador que había debutado en el largometraje con El negoción, película que filmó primero de manera amateur en 16 milímetros y luego revisitó en una propia remake rodada de manera profesional y en 35mm, el formato que le permitía superar el universo de los cineclubes y llegar a los palacios plebeyos del cine.
El Museo del Cine porteño conserva dos copias completas de Los de la mesa 10 en soporte 35mm, aunque la degradación del material soporte hace temer por su supervivencia. Hasta el momento esas copias (además de una reducción en 16mm en buen estado que conserva el Incaa), son las únicas de la obra de las que se tienen noticias, y es por eso que el Museo del Cine y la Asociación de Amigos del Museo buscan su restauración. Esta última asociación lanzó una campaña a través de redes sociales que busca recolectar medio millón de pesos (ya se han recibido cerca de 400.000) para realizar un escaneo en 4K de los materiales existentes para obtener una nueva copia digital y un nuevo negativo 35mm en la Filmoteca de la Universidad Autónoma de México.
Los de la mesa 10 marca el comienzo de la llamada Generación del 60: es una de las películas emblema del período, con su descripción de una juventud –tanto frente a la pantalla como detrás de cámaras– que quería narrar de manera distinta sus propias angustias y anhelos, y hacer cine sorteando el rígido sistema escalafonario de los grandes estudios que aún en su decadencia no dejaban lugar a lo nuevo. Un cine fraguado en la rebelión de la independencia creativa y en la épica de la soledad económica. En el caso del film de Feldman resultaría fundamental la presencia del productor Marcelo Simonetti, quien además de Los de la mesa 10 produjo Tres veces Ana de David José Kohon, y Los jóvenes viejos de Rodolfo Kuhn.
Asimismo, los Simonetti padre e hijo eran productores de Teleteatro para la hora del té protagonizado por la que sería la María o Mariquita del film, María Aurelia Bisutti, junto a Fernando Heredia y que fue un éxito absoluto del “viejo” Canal 7. “Los de la mesa 10 inaugura cuatro carreras dentro del largometraje profesional: Salgán, Aronovich, Dragún, Simonetti (el productor). Concreta una temática y un tratamiento distintos en el cine de Feldman. Demuestra, por fin, que es posible dar al público un cine cuyo nivel intelectual supera ampliamente el promedio habitual en la pantalla nacional”, escribía Víctor Iturralde Rúa en la revista Tiempo de Cine sobre un equipo técnico que también incluía al montajista Antonio Ripoll y a un elenco que se completaba con Luis Medina Castro, Frank Nelson, Susana Mayo, Menchu Quesada, María Cristina Laurenz e incluso el inolvidable “Tacholas” como el mozo que cotidianamente les sirve el café.
Antes del estreno, el entonces Instituto Nacional de Cinematografía le había otorgado la clasificación B, que excluía la obligatoriedad de su estreno y hacía tambalear el recupero de los cinco millones de pesos de aquél tiempo invertidos en su producción. Cuando finalmente llegó a los cines Iguazú y Los Ángeles, un 18 de octubre de 1960, incluyó del mismo organismo la calificación de “no exportable”, lo que hizo que para representar al país, por ejemplo en el Festival de Cannes, se eligiera a La procesión de Francis Lauric. La decisión hizo escribir al crítico francés Pierre Billard: “Este film fue elegido por los enemigos del cine argentino para sabotearlo en el extranjero”. Ese año habían llegado a las 2177 salas argentinas nada menos que 462 películas de todo el mundo, dentro de lo cual el material estadounidense no superaba el cincuenta por ciento de esas novedades. Tan sólo en el mes de marzo se habían estrenado Los 400 golpes de Francois Truffaut; Cenizas y diamantes, de Andrzej Wajda y La fortaleza oculta, de Akira Kurosawa: aún faltaban por conocerse Hiroshima mon amour, La dolce vita, La gran guerra, Los amantes, Cuando huye el día, Heredarás el viento y cerrando el año, otra vez Ingmar Bergman con El séptimo sello.
El cine argentino produjo 31 films ese año, entre los que se destacaron también El crack, de José Antonio Martínez Suárez; La patota, de Daniel Tinayre (a todas luces el éxito local del año) y Fin de fiesta, de Leopoldo Torre Nilsson. Ante todos ellos, Los de la mesa 10 logró hacerse un lugar, consiguió su público y el respaldo de la crítica, y prosiguió en cartel en diversos cineclubes y se exhibió en el cine Lorraine. Sin embargo, había otros ojos puestos en el destino de la película: el estudio de Paulina Bettendorff sobre la tristemente célebre DIPBA (Departamento de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), encuentra que en sus archivos desclasificados se observa una rotunda vigilancia por la “infiltración comunista”, que alcanzó a Los de la mesa 10 al ser exhibida en el Cine Club Berisso en 1961: “el cine club local procedió a premiar la película titulada ‘LOS DE LA MESA 10′ (autor comunista). (Osvaldo Dragún)” y “la película está basada en el libro del mismo nombre siendo su autor el escritor DRAGÚN, conocido como de ideas extremistas”, cita el legajo respectivo.
Frente a un cine que tenía una crítica social aguda e incluso con el antecedente en el propio director de El negoción, que denunciaba el autoritarismo y la corrupción de la mano del humor político, los tímidos reflejos antes las diferentes procedencias sociales que tenía el romance de María, una estudiante universitaria hija de una familia de profesionales sin contratiempos, y José, un joven mécanico de extracción obrera, empero, irritaba a aquellos que veían en esas historias pretensiones revolucionarias que no coincidían con la pausa de café o el correr bajo la lluvia. Al amparo de un abrazo de película, reflejó a una generación que, como en Los de la mesa 10, haría de la calle Corrientes y las discusiones en el café La Paz su lugar en el mundo.