Middletown, una ciudad de Ohio bajo asedio: ‘Todos los que conozco consumen heroína’

La epidemia de opioides se ha convertido en una crisis nacional. ¿Qué significa exactamente eso? Para encontrar la respuesta, Yahoo Noticias viajó hasta Middletown, una ciudad de Ohio que un tiempo fue tan común como su nombre pero que en la actualidad ha saltado tristemente a la fama debido al uso explosivo de opiáceos. También exploramos las investigaciones cuantitativas sobre las drogas, los cuidados de salud y la opinión pública nacional. Descubrimos que se trata de un problema tan grave que require el uso del big data, y tan humano que necesita un rostro. Esto fue lo que encontramos:

Jack Barrett, un adicto a la heroína en rehabilitación, asiste a terapia de grupo en el centro Groups de Middletown, en Ohio. Afirma que ese centro le salvo la vida. (Fotografía de Mary F. Calvert para Yahoo Noticias)
Jack Barrett, un adicto a la heroína en rehabilitación, asiste a terapia de grupo en el centro Groups de Middletown, en Ohio. Afirma que ese centro le salvo la vida. (Fotografía de Mary F. Calvert para Yahoo Noticias)

Durante 16 de sus 36 años, Jack Barrett fue un adicto a la heroína. Hoy está sentado en una silla blanca de plástico en Groups, el centro de tratamiento de adicciones que le salvó la vida. Sin embargo, antes de pedir ayuda por primera vez, había sufrido una sobredosis y lo tuvieron que reanimar con Narcan ocho veces en siete días. Dice que el problema era el fentanilo, un opioide sintético 40 veces más potente que la heroína: “Ya no se consume solo heroína”. ¿Cómo empezó a consumir? “¿Cómo empieza alguien a consumir drogas? No lo sé”. Lo que sí recuerda bien es la primera vez que recibió ayuda.

Groups se encuentra en Main Street y Central Avenue, en Middletown, una ciudad de Ohio con 49.000 habitantes que el fiscal del Condado de Butler llama la “hebilla del Centro de Estados Unidos”, el sheriff del Condado de Butler denomina simplemente “Centro” y muchas de las personas que viven allí llaman “hogar desgraciado”. En Middletown, la adicción de Jack no es nada especial sino una señal de pertenencia. “Si eres joven y vives aquí, la gente simplemente asume que consumes heroína”, explica.

Entre 1999 y 2014, las muertes por sobredosis en Estados Unidos relacionadas con los opiáceos casi se cuadruplicaron hasta alcanzar los 28.647 casos. En gran parte ese aumento se debió al consumo de opioides sintéticos como el fentanilo. En 2015, el peaje superó las 33.000 muertes. En pocos lugares son tan evidentes la magnitud y la omnipresencia de la crisis como en Middletown, aunque la epidemia no se limita a esta ciudad. Ohio ocupa el tercer lugar en el índice de muertes por habitantes debido al consumo de opiáceos, le superan Virginia Occidental y Nuevo Hampshire. No obstante, el Condado de Butler es el tercero por número de muertes en el Estado. En 1957, la Liga Cívica Nacional catalogó a Middletown como una ciudad “completamente estadounidense”. Hoy, Middletown es el microcosmos de una epidemia que amenaza con convertir la adicción, el crimen y la pobreza en una norma nacional. La ciudad ofrece una lección sobre la velocidad y el poder con que la adicción puede sabotear una comunidad. Y si bien Middletown nos brinda algunas respuestas, también nos permite constatar las pocas probabilidades de éxito.

“Todas las personas que conozco consumen heroína”, confesó una mujer de aspecto encorvado e inquieto que tiene tres hijos, mientras se pasaba la mano por el cabello seco que antes era rubio. Estaba esperando el desayuno que ofrece de manera gratuita una iglesia local. Acude a una clínica de desintoxicación de metadona tres veces a la semana y cuenta que sus vecinos ya han perdido a dos hijos por sobredosis desde el mes de mayo.

“No es una epidemia. Es una pandemia”, advierte un adicto en rehabilitación con los ojos bien abiertos que se encuentra sentado una mesa más allá.

Según una leyenda local, Middletown debe su nombre a su posición a medio camino entre Dayton y Cincinnati. Su ubicación geográfica ahora agudiza la epidemia de opioide, tal y como confirma Gene Robinson, que no ha consumido durante la mayor parte de los últimos 18 meses: “Middletown está atrapada entre dos ciudades importantes. Dayton es la capital de la droga de Ohio. Se puede acceder fácilmente y no hay mucho trabajo en la ciudad”.

En el salón de su casa, situada a menos de un kilómetro del centro de Middletown, la novia de Robinson, Terri Fugate, aborda sin tapujos el problema: “Esta ciudad está llena de drogadictos”. Ella se refiere a las prostitutas que colman las calles, a una joven que dejaron morir en una casa más abajo en su calle y a un hombre que sufrió una sobredosis mientras conducía un camión de gas. Su hijo Larry comenzó a consumir heroína cuando tenía 19 años, en la casa de su hermana mayor. Acababa de romper con su novia. Su hermana le preguntó si quería pasarse todo el día deprimido o prefería drogarse. Ella le ayudó a engancharse.

Larry Fugate, a la izquierda, un adicto a la heroína en rehabilitación en su casa en Middletown, Ohio. Hace cinco meses, su madre Terri Fugate lo resucitó tras sufrir una sobredosis de heroína. Su madre está sentada junto a su pareja, Gene Robinson, quien también es adicto a la heroína y está en rehabilitación. (Foto de Mary F. Calvert para Yahoo Noticias)

Hace cinco meses, Terri encontró a su hijo en su habitación, estaba azul debido a una sobredosis. Le practicó una reanimación cardiopulmonar. “Literalmente, tuve que traer a mi bebé de vuelta. Fue lo más aterrador del mundo”. Larry fue condenado poco después por falsificar un cheque. “Había funcionado un par de veces”, dijo. “Sabía que me metería en problemas por eso”. Salió dos días antes porque apostó por el Vivitrol, una inyección mensual que bloquea los receptores de opioides en el cerebro. Los dos días en realidad no le importaban mucho: “Solo quería el Vivitrol”. Larry explica que una semana antes de ir a la cárcel, decidió que “ya no lo haría más. Me desperté una mañana y pensé: ‘hoy no compraré droga’”. Reveló que la heroína era demasiado cara. Su madre confesó que él había tocado fondo.

Gene, el novio guapo de Terri, usa un polo amarillo y se encuentra sentado en el sofá. Gene volvió a consumir heroína en 2009 después de encontrar muerta debido a una sobredosis de analgésicos a su entonces esposa. Trató de consumir Vivitrol en una ocasión, pero no funcionó. Para que funcione tienes que mantenerte limpio durante al menos una semana antes de comenzar, y eso era demasiado tiempo: “Es una buena opción para las personas que no se han drogado durante mucho tiempo, pero no es para mí”. Ahora, Terri se asegura de que tome su Suboxone, un medicamento por prescripción médica que alivia los síntomas de la abstinencia de opiáceos. Ha estado dejándolo y recayendo durante un año y medio. Él es electricista, pero con su historial tiene que conformarse con hacer otros trabajos. El calendario de la cocina es de la clínica Access Counseling Services y solo tiene señaladas unas pocas fechas: el cumpleaños de Terri, el día de bañar al perro, las citas médicas y las sesiones de tratamiento.

Terri está orgullosa de sus chicos, Larry y Gene. Larry es compositor musical, sus letras son una mezcla entre la palabra hablada y el rap. En sus últimas letras promete recompensar los esfuerzos de su madre. “Tomé el micrófono y dejé la droga”, cantó.

“Lloré”, dijo Terri. Tiene cáncer cervical y de pulmón. “Es de locos, dicen que es porque fumo. Supongo que todo el mundo tiene sus propios problemas”. Terri es alcohólica y está en rehabilitación. Su hermana está tratándose la adicción a la heroína. El novio de la hermana también dice que piensa dejar su adicción a la cocaína, así como su hermano, que es adicto a la metanfetamina.

La lavandería está desbordada con los montones de ropa que Terri había sacado a la calle el día anterior para el refugio de personas sin hogar. Casi tiene lleno el cristal del escritorio con libros de Catherine Coulter, Mary Higgins Clark, Nelson DeMille. Terri ha leído la mayoría de esos libros, pero quiere volver a leerlos. “Living Clean: The Journey Continues” se encuentra en la mesa del salón. El olor a humo rancio persiste por todas partes, se aferra a los tapetes y los cojines bordados. Todo esto define la casa de la misma forma en que la adicción define a esta amorosa familia y, con ellos, a Middletown.

Jack le dice a todo el mundo que va a Groups. “Este sitio es un salvavidas”. Además, reparte volantes por los alrededores de su vecindario. También llevó a su hermano a una sesión, pero este no quiso quedarse. “No estaba preparado. Necesita ayuda”, explicó Jack. Ahora, continúa viviendo con su hermano, quien todavía consume drogas.

Emily de La Bruyère