Millonario, aristócrata y con un castillo impresionante, así es el organizador de la coronación de Carlos III

Edward Fitzalan-Howard no había nacido cuando el XVI duque de Norfolk, organizó la coronación del rey Jorge VI en 1937, ni siquiera había nacido cuando organizó la de su hija, la reina Isabel II, en 1953; después llegaron el funeral de Wiston Churchill, Primer Ministro británico en 1965, y la ceremonia de investidura del príncipe Carlos como príncipe de Gales en 1969; para entonces Edward ya había venido al mundo y comenzaba a entender su peculiar destino. Su familia poseía, entre muchos títulos, el ducado de Norfolk y ese título viene ligado, desde hace siglos, al de conde mariscal, que es un cargo real hereditario, además de un título de caballería de alto rango y el derecho a un asiento en la Cámara de los Lores. Es decir, generación tras generación, Edward podría ser uno de los grandes oficiales de Estado y estaría directamente al servicio del soberano británico como máximo responsable de la organización de las ceremonias de Estado. En el año 2002, tras la muerte de su padre, Edward se convirtió en el XVIII duque de Norfolk y conde mariscal, desde entonces asumió la responsabilidad de las ceremonias de Estado, entre ellas, dos por las que será recordado: el funeral de Isabel II y la coronación de Carlos III.

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El padre del actual duque, Miles Francis Stapleton Fitzalan-Howard, nunca organizó una coronación, es más, su trayectoria al frente de las ceremonias de Estado se limitó a las aperturas del Parlamento británico. Él era un orgulloso militar, varias veces condecorado, que disfrutaba de su trabajo al frente del Servicio de Inteligencia en el Ministerio de Defensa, y que recibió el ducado de Norfolk casi de rebote y sin demasiado entusiasmo. Todo sucedió en 1975 debido a que su primo segundo Bernard, el famoso XVI duque de Norfolk que sirvió a cuatro monarcas distintos -Jorge V, Eduardo VIII, Jorge VI e Isabel II- y organizó dos coronaciones, la de Jorge VI e Isabel II, murió sin haber tenido hijos varones. Así Miles, que era noble por derecho propio y descendiente de la misma rama familiar (descendientes de Eduardo I y una de las familias aristocráticas más antiguas del país) que su primo Bernard, con el que solo se llevaba siete años, se convirtió en el XVII duque de Norfolk, un título que legaría a su hijo tras su muerte en el año 2002.

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Y así llegamos a Edward, un hombre clave en la Casa Real británica como uno de los funcionarios de mayor rango, que en el último año se encargó del Jubileo de Platino de Isabel II, todo el ceremonial en torno a su funeral de Estado, la proclamación de Carlos III como rey en el Palacio de St. James dos días después de fallecer su madre y ahora trabaja para que el próximo 6 de mayo la ceremonia de coronación de Carlos III sea todo un éxito. El desafío es grande, ya que el Reino Unido no vive un acontecimiento así desde 1953 y los tiempos han cambiado, si bien tiene que ser una celebración majestuosa por definición, casi divina atendiendo a la naturaleza religiosa de la ceremonia, la crisis que atraviesa el país y el cambio generacional imponen que sea más reducida que la anterior.

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Todo ello sin olvidar un objetivo no escrito: superar o al menos igual las cifras de audiencia que han tenido los otros grandes acontecimientos en la vida de Carlos III y esto sí que será difícil ya que su ceremonia de investidura como príncipe de Gales fue seguida por 500 millones de personas en todo el mundo y su primera boda, con Diana de Gales, por 750 millones. En esto los tiempos, y los patrones de consumo de la industria de la información y el entretenimiento, también ha cambiado.

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Pese el reto, Edward, XVIII duque de Norfolk, no se achanta, parece que con el título viene una dosis del antiguo coraje de cuando el conde mariscal se encargaba de la caballería y la protección del monarca, una función que terminó al llegar la era moderna. Su estrategia se va revelando poco a poco: crear expectación, neutralizar polémicas, dosificar la información y guardarse algún as en la manga hasta el final. Eso sin olvidar que tiene claro que son los mejores en cuanto a "espectáculo" y no dudó en sacar pecho en una de sus comparecencias tras la muerte de Isabel II: "Los acontecimientos de los últimos días son un recordatorio de la fortaleza de nuestra Constitución, un sistema de gobierno que en muchos sentidos es la envidia del mundo".

Envidia o no, lo cierto es que nadie maneja la pompa, el boato y las tradiciones como la monarquía británica por la sencilla razón de que el resto de monarquías europeas han ido adaptando las "coronaciones" a lo que cada sociedad demandaba o lo que se iba recogiendo en la constitución de cada país. Así se fueron sustituyendo coronaciones por entronizaciones, proclamaciones o ceremonias de investidura, mayormente de carácter laico, pero en el Reino Unido no, ellos mantienen la ceremonia invariable desde el año 1066 y la volverán a poner en práctica el próximo 6 de mayo, esta vez revisada, para hacerla más austera, inclusiva y breve, aunque el ceremonial religioso con sus seis fases, sus coronas y su aceite sagrado será el mismo.

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En cuanto al duque, para conocerlo un poco más, hay que decir que vive en el fabuloso castillo medieval de Arundel en Sussex, a la altura de las residencias reales y en donde incluso se alojó la reina Victoria durante unas vacaciones, ya que el título que heredó trae aparejadas unas propiedades y una fortuna nada desdeñable, según The Guardian es uno de los aristócratas más ricos del país. El duque que, estudió en la Universidad de Oxford y ha tenido varias empresas, se divorció el año pasado de su mujer Georgina, con la que se casó en 1987, tuvo cinco hijos y varias rupturas, para casarse nuevamente con Francesca Herbert. La ceremonia se celebró el 10 de noviembre de 2022, en el ayuntamiento Chelsea y solo fueron invitados familiares y amigos cercanos. También hay que recordar que los duques de Norfolk siguieron siendo católicos romanos a pesar de la Reforma de la Iglesia del siglo XVI, por lo que son reconocidos por el Papa como representantes de la fe en el Reino Unido y puede representar al soberano -de hecho, lo han hecho históricamente en ceremonias de la máxima relevancia institucional- en el Vaticano.

El duque de Norfolk, organizador de la coronación de Carlos III, ha contraído matrimonio

La prensa británica cuenta que al conde de Norfolk le encanta esquiar y las carreras de coches, aunque recientemente lo más comentado es la retirada de su carnet de conducir por saltarse un semáforo en rojo mientras miraba el teléfono móvil. Según recogen varios medios del país, entre ellos la BBC, sus infracciones previas hicieron que el pasado septiembre se le retirara el permiso de conducir, una decisión judicial que fue rebatida por su abogado alegando "circunstancias peculiares" y la necesidad de conducir para poder organizar la coronación de Carlos III.

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