Mohammad Rasoulof: el director nominado al Oscar que escapó de Irán por una ruta secreta para huir de los azotes y la cárcel
Este domingo 2 de marzo, La semilla del fruto sagrado mide sus chances de alzar la estatuilla en la 97º entrega de los Premios Oscar como una de las cinco nominadas en el rubro de Mejor Película Internacional. Pero la película del iraní Mohammad Rasoulof –que se estrena este jueves 27 de febrero en la Argentina- significó, además del Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes, el exilio para su director, quien tuvo que escapar de Teherán para no sufrir la condena a latigazos, confiscación de bienes y ocho años de prisión, de los cuales cinco son precisamente por este film, dada “la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”, de acuerdo con la sentencia del régimen iraní.
El cine de Rasoulof, consustanciado con la libertad y la justicia, siempre fue incómodo para el régimen: “La libertad y la justicia han sido las prioridades de mi vida, y por consecuencia, centrales en mi cine. La lucha por mantenerlas es permanente, porque nunca dejarán de haber fuerzas poderosas que, por su propia supervivencia y por extender sus intereses y poder, intentarán definir, cuestionar y manipular estas ideas”, dice Mohammad Rasoulof desde Berlín, donde reside desde que tuvo que escapar a pie por una ruta secreta a través de las montañas para huir de una condena que, sin duda alguna, era un peligro para su integridad física y para su propia vida. Eso sucede porque, además, La semilla del fruto sagrado centra su trama en la historia de una familia, en la cual el padre es ascendido a juez de instrucción del Tribunal de la Guardia Revolucionaria. Pero poco a poco descubrirá que su cargo no es para impartir justicia sino condenas pautadas de antemano ante los convulsionados días de protestas en las calles de Teherán. Para peor, durante esos días, su arma reglamentaria desaparece en su casa, lo que acrecienta su estado de nerviosismo; síntesis perfecta para mostrar la represión y el agobio de una familia a la deriva del régimen, que sirve además como metáfora de la frágil situación que atraviesan algunas democracias.
-¿Cree que en este momento para las democracias occidentales existe un peligro como el peligro real que existe en Irán?
-Creo que, a pesar de las amenazas que son reales en las sociedades occidentales de hoy en día, hay una diferencia fundamental con un país como Irán, y es que la democracia tiene raíces en la historia de estos países. A pesar de períodos como el que vivimos hoy, en el que la situación es muy preocupante, el pueblo tiene todavía las herramientas para combatir los peligros. Sin embargo, en un país como Irán, lo que tiene raíces es una historia de totalitarismo más que de democracia y eso es una diferencia fundamental.
-Recordamos el boom del cine iraní en los 90, desde Abbas Kiarostami y otras películas que marcaron ese suceso, y parecía existir cierto beneplácito del régimen iraní de entonces. ¿Existía ese beneplácito o el mecanismo de censura siempre fue el mismo?
-Es cierto que la censura evoluciona, cambian sus métodos y modos de presionar a los artistas y a los directores de cine. Pero tampoco se puede considerar que los que nos han precedido, como Abbas Kiarostami, no han tenido problemas con la censura. Nunca han tenido ninguna libertad y Kiarostami, pese a que sus películas no confrontaban con los temas políticos o con la situación de Irán como el cine de Panahi o el mío, también tuvo muchos problemas con la censura. Sus películas no podían darse en Irán y él, que quería tanto seguir trabajando en el país, tuvo que rodar en otros países. En su modo y en su período tuvo también muchas presiones con la censura. Es verdad que ahora la censura ha cambiado y el mundo ha cambiado, y se siente más terror por el lado de la censura porque los medios de comunicación con el mundo exterior han cambiado, y ya existe relación de los artistas con el público, con sus interlocutores y con los contactos fuera del país. Es por eso que la censura se ha hecho cada vez más radical, hace una prensa cada vez más estrecha en Irán y es por esto, por el cambio del conocimiento mundial.
-Con respecto a la represión, en La semilla del fruto sagrado se ofrecen imágenes reales, captadas por los teléfonos móviles, de la represión en las calles de Irán. ¿Desde un sentido ético y estético, cómo decidió incluir estas imágenes?
-La represión a los medios, la prensa y los periodistas es una de las peores del mundo en Irán, es una de las mayores cárceles de periodistas. Como no había ninguna posibilidad de informarse por parte de la prensa, entre los iraníes se desarrolló un concepto de “ciudadano periodista”, y la gente usa sus teléfonos celulares y hace estos videos y los difunden en las redes sociales. Algunos de estos videos eran muy fáciles de encontrar en las redes. También cuando un director o un artista se encuentra en una situación de represión y de limitaciones, el único modo de salir de este cuadro cada vez más estrecho es la creatividad para encontrar medios y soluciones para poder contar lo que uno quiere contar.
“Como lo que yo quería contar era la situación de una familia bastante cerrada y cuya estabilidad y serenidad se quiebra por la intrusión de un elemento externo que causa la fractura en el clan, tenía que encontrar un medio para poder mostrar este elemento perturbador”, señala Rasoulof y el tema lo apasiona porque se mezcla con su propia vida.
Detención y luchas
En 2020 ganó el Oso de Oro con There Is No Evil y en 2017 su film A Man of Integrity fue la mejor película en la sección Un certain regard del Festival de Cannes, pero casi en paralelo a su reconocimiento mundial, el realizador sufría no solo la persecución sino también la cárcel, con dos condenas y un arresto domiciliario en 2021 y siete mesesde detención en 2022. Desde la cárcel escuchó la creación del movimiento de protestas ante el asesinato por parte de la policía de Zhina Mahsa, arrestada por no llevar de manera correcta su hijab. A ello se añadió luego, y la película lo refleja, la lucha en las calles por la detención y el fallecimiento de Masha Amini. Es por eso que los videos reales de esas protestas se añadieron luego en Alemania dado que, ante la noticia de que su película integraría la Selección Oficial del Festival de Cannes, fue detenido junto con todo su equipo, interrogado y forzado a retirar la película de la competencia, lo cual -pese a las presiones- no hizo: “Cuando empezó el movimiento “Mujer, vida, libertad” yo estaba en la cárcel, y entonces descubrí todo este movimiento a través de lo que se podía escuchar y notar en la actitud de los guardias y la gente que nos vigilaba. En cuanto salí de allí fui a ver estos videos para intentar saber qué había pasado. Lo que me marcó fue la juventud de esta gente, su valor, su audacia, su fuerza, sus deseos de vida y, además, ver la importancia de las redes sociales a las cuales habían utilizado para unirse y organizarse, y luego para comunicarse y dar testimonio de lo que estaba pasando en el país. Por eso, esto era una parte fundamental del movimiento que había ocurrido en mi país. Cuando decidí hacer La semilla del fruto sagrado, necesitaba mostrar lo que estaba “fuera de campo” y se representaba de otro modo y, consideré que lo mejor era hacerlo que estas imágenes documentales, que tenían una fuerza que nunca hubiera podido reproducir. Si bien el film tuvo un rodaje clandestino, pensaba que, aunque me hubieran dado todos los medios, jamás hubiese podido reproducir la fuerza y la autenticidad histórica de estas imágenes”, confirma.
-¿La justicia es parte de la poética en su cine y la mujer es la esperanza real de un cambio posible en Irán? ¿Puede intuirse cierta esperanza ante la liberación de la Premio Nobel de la Paz?
-El rol de las mujeres iraníes es algo que me ha inspirado siempre y por eso aparecen en mi película como una reflexión de la situación real de la sociedad iraní y el papel que ellas tienen en la aspiración de una mejora. Eso ha sido siempre así en mis películas. Sobre la situación de la Premio Nobel de la Paz, Narges Mohammadi, ha tenido solo un permiso por razones médicas dado que su situación de salud era crítica y su liberación no significa ningún cambio en la situación. El gobierno de la República Islámica de Irán está tratando de sobrevivir en una situación económica muy grave, con las sanciones occidentales y una crisis latente que hace que esté solo encontrando soluciones diarias para sobrevivir y mantener su poder con decisiones de corto plazo, con un sistema que se ha fundido con la represión, la injusticia y el totalitarismo. Su esencia es totalitaria, entonces con la situación de tensión con los Estados Unidos e Israel, sigue manteniendo esta represión y aumentándola día a día.