Muchachos, la película de la gente no tiene sorpresas para los habitués de las redes, pero sí complicidad y nostalgia
Muchachos, la película de la gente (Argentina/2023). Dirección: Jesús Braceras. Guion: Jesús Braceras, sobre un cuento de Hernán Casciari. Voz en off: Guillermo Francella. Sonido: José E. Caldararo, Leandro De Loredo. Edición: Inti Nieto, Luz López Mañe, Santiago Parysow. Duración: 100 minutos. Calificación: apta para todo público. Distribuidora: Star Distribution. Nuestra opinión: buena.
Una marea celeste y blanca cubre cada centímetro de la 9 de julio, y abraza al Obelisco. Desde la perspectiva del dron que la sobrevuela, se antojan figuras microscópicas, sin cara visible pero unidas por la misma alegría: la de ser campeones del mundo después de 36 años de espera y sinsabores. El proyecto de Muchachos nació con el objetivo de darle entidad a esa multitud, mostrándola en la intimidad de su pasión, mientras compartía cada partido de Qatar 2022 con pasión, desesperación, llanto de alegría y de tristeza. Todo en todas partes y al mismo tiempo.
El film dirigido por Jesús Braceras resuelve sus limitaciones en relación al material audiovisual obtenido apoyándose en un texto de Hernán Casciari, mejorado notablemente por el sentimiento que le aporta Guillermo Francella como narrador en off. El actor se da el gusto de convertirse en un hincha más, haciendo suya cada palabra, sumándole el énfasis de quien sabe perfectamente de qué se trata y para quién habla.
El documental recoge prolijamente cada instancia del último mundial (las oficiales, las de las transmisiones), con imágenes que los hinchas compartieron en redes sociales. Así, por cuestiones básicas de empatía, el recuerdo de cada espectador entronca fácilmente con lo expuesto en pantalla. Desde la platea uno se ve a sí mismo ante aquella desilusión inicial frente a Arabia Saudita, o la angustia del primer tiempo contra México; ni hablar de la alegría de los resultados posteriores, y el sudor frío previo a la diestra definición final de Gonzalo Montiel ante Francia. Todo está ahí, para volver a vivirlo, para volver a emocionarse.
Sin embargo, estos elementos que elevan a Muchachos más allá de la mera formulación son también aquellos que no le permiten volar más alto. Gran parte de las imágenes recogidas -en las que no faltan influencers y alguna que otra presencia mediática, tanto en la intimidad de sus casas como en los estadios- fueron profusamente viralizadas durante el último año.
No hay sorpresa para el habitué al universo virtual. Incluso por momentos parece que se está viendo uno de los tantos compilados de reacciones que proliferan por YouTube, Instagram, Tik Tok y otras redes sociales. Es la “película de la gente” en el sentido más estricto de la palabra, con todo lo bueno y malo que eso implica: nivelar a los jugadores y a los anónimos necesitados de fama, validando en pantalla grande un mal de este tiempo. Tampoco –esto tal vez se deba a una cuestión de tiempo entre deseo y realización– hay sorpresas narrativas. A excepción del plano inicial, que comienza con los festejos, el planteo es totalmente esquemático en su excesivo respeto cronológico.
No es necesario ser futbolero para apreciar los méritos de Muchachos: basta con respetar y sentir propia aquella gesta deportiva. Aun cuando no le alcance para erigirse como el testimonio definitivo de la epopeya que nos bordó la tercera estrella mundialista en la camiseta, funciona en su condición de homenaje. Difícilmente haya lágrimas al prenderse las luces de la sala, pero sí una sonrisa de complicidad y nostalgia; y por qué no, de orgullo por ser argentinos.