¿Qué es el multiverso? El nuevo “chiche” de los estudios de Hollywood

Benedict Cumberbatch como Dr Strange
Benedict Cumberbatch como Dr Strange - Créditos: @Courtesy of Marvel Studios

El sustantivo “universo” quiere decir, literalmente, “uno que gira” o, un poco menos literalmente, “uno y todo lo que lo rodea”. No parece lógico preguntarse si puede existir algo que no esté dentro de ese todo. Sin embargo, recientemente descubrimos que el pronombre “todos”, paradójicamente, puede que no incluya a todos. Aunque en apariencia contradictoria, la idea de que puede haber más de una totalidad es tan vieja como la filosofía. En el siglo IV antes de nuestra era, Platón explicó la verdadera naturaleza de nuestra realidad: todo lo que vemos no es más que el reflejo imperfecto de otro mundo superior, el de la ideas. Si consideramos que “todo” es una configuración particular, un determinado conjunto de reglas o una cierta continuidad pero que pueden existir otras separadas, inaccesibles, paralelas, entonces puede haber más de un todo.

El más familiar de los universos separados de la totalidad que consideramos nuestra realidad es la ficción. Ésta presenta un conjunto de reglas distintas de las que construyen lo real, al punto de que es tradicionalmente definida como su opuesto y nos proporciona una multiplicidad de mundos alternativos que podemos visitar. Sin embargo, aunque la idea de un universo múltiple está fuertemente imbricada en la ficción o la especulación, también, y esto es mucho más inesperado, puede ser rastreada en la realidad.

Mecánicos cuánticos

En las primeras décadas del siglo XX, un conjunto de físicos, principalmente franceses, alemanes y escandinavos, desarrolló la mecánica cuántica. Esta rama de la física, que se ocupa del mundo microscópico, describe una realidad que se opone violentamente a la observación cotidiana o el sentido común. Su panorama implacablemente contraintuitivo de la naturaleza se vuelve mucho más extraño en algunas de las interpretaciones de sus postulados. La llamada “interpretación de Everett” (presentada en 1957 por Hugh Everett, quien además de un destacado físico norteamericano fue el padre de Mark Everett, líder de la banda de rock Eels) propone que todos los resultados posibles de la medición de un evento cuántico son reales. Es decir, en lugar de un abanico de probabilidades que colapsan en una única realidad, Everett plantea una realidad en la que todas las probabilidades se realizan, pero en universos distintos. Todo el tiempo, a partir de cada interacción, se crearían nuevas continuidades en las que sucede lo que no sucedió en la inicial. Esta descripción (que, desde luego, no le hace justicia a una teoría muy compleja) parece replicar el funcionamiento de las estructuras narrativas de la ficción. Tal como en un diagrama de flujo, en un relato convencional cada decisión que toma el héroe abre toda una nueva rama de acontecimientos. En la interpretación de Everett, también conocida como la teoría de los “mundos múltiples”, no son solo las decisiones cruciales, como si se toma el camino de la derecha o el de la izquierda en una bifurcación, las que originan nuevas realidades sino cada evento a nivel subatómico en todas sus probabilidades, de modo que los mundos paralelos son virtualmente infinitos.

Esta teoría tiene adeptos y detractores en el mundo científico, pero fue rápidamente adoptada por la ficción dado que es una gran generadora de posibilidades narrativas y, sobre todo, permite resolver fácilmente inconsistencias y contradicciones. Ya en 1961, el guionista Gardner Fox la incorporó a ese universo llamado DC Comics en una historia justamente célebre titulada “Un Flash de dos mundos”.

Tierra dos

La “edad de oro” de los comics coincidió, más o menos, con la segunda guerra mundial, que fue el momento en que surgieron los superhéroes más famosos como una metáfora del poderío militar norteamericano. Luego, el interés en las historietas declinó hasta la década del 60, cuando experimentaron un renacer conocido como “la edad de plata”. Para los lectores de ese momento, era lícito preguntarse porque personajes como Flash o Linterna Verde eran distintos (hasta tenían otros uniformes) de su versión de la edad de oro y ni siquiera parecían haber intervenido en los eventos de 25 años atrás que habían marcado su origen. En “Un flash de dos mundos” Fox ideó la forma de solucionar esa inconsistencia: Flash, quien tiene la capacidad de moverse a velocidad inimaginable, logra cambiar la frecuencia de la vibración de los átomos de su cuerpo (o algo así) y se transporta a una realidad paralela, llamada Tierra 2. En ese el lugar, según descubre, habitan los personajes de la edad de oro de los comics: un universo alternativo en el que los superhéroes son un par de décadas más viejos y mantienen la continuidad de las historias de la segunda guerra.

Tras esta idea luminosa, el virus de los universos paralelos se expandió por los títulos de DC con una tasa de contagio incontenible: apareció una tierra donde todos los superhéroes eran villanos y el archivillano Lex Luthor era el único héroe, otra donde todos tienen superpoderes, otra donde nadie tiene superpoderes y los superhéroes solo existen en historietas y así incesantemente. El universo DC se volvió tan complejo y caótico que en los años 80, la compañía lanzó un evento editorial apocalíptico conocido como “Crisis en las tierras infinitas” que cruzaba todos los títulos de la empresa y en el que una fuerza todopoderosa borraba los mundos paralelos (literalmente “borraba”: donde existía Tierra 2 quedaba una viñeta en blanco). Por unos años, el universo DC se volvió más simple y mucho menos atractivo. Sin embargo, la idea de los mundos múltiples eran tan productiva y tenía tal pregnancia en los lectores que en poco tiempo volvieron a aparecer.

Dado el modo en que le sacaron jugo, el multiverso siempre estará siempre asociado a las historietas de DC. Su rival, la compañía Marvel, en lugar de explorar dimensiones paralelas parecía preferir las aventuras cósmicas, que sucedían en otros mundos pero de nuestra realidad. Lo más parecido a otras alternativas de existencia se daba en su colección What if...? (¿”Qué pasaría si…”?), en la que se exploraban versiones trastornadas de personajes conocidos. Una realidad paralela hizo una tímida aparición a fines de los años 60, en la “zona negativa” descubierta por Reed Richards de los 4 Fantásticos, que era un universo de bolsillo formado por antimateria. Algunos otros personajes, en particular el Dr. Strange con su capacidad de proyectar su tulpa en un viaje astral, ocasionalmente visitaban otros planos. Sin embargo, al revés de DC, fue en el cine donde Marvel se apropió plenamente de esta noción.

El multiverso cinemático

La primera película del Dr. Strange (2016) fue la presentación del multiverso en el MCU. Allí, el villano Kaecillius accede a la llamada “dimensión oscura” para invocar al todopoderoso Dormammu que puede concederle la vida eterna. Dormammu, desde luego, tiene otros planes y el Dr. Strange debe intervenir para que no destruya nuestra dimensión. La secuela de esta película, Dr. Strange en el multiverso de la locura (2022), ya transcurre en buena parte en mundos paralelos, como la Tierra 838 o la 616, gracias al poder de América Chavez para abrir portales entre distintas dimensiones. En una de las mejores escenas, los dos protagonistas son lanzados a uno de estos portales y atraviesan múltiples realidades: en una son ellos mismos, en otra son personajes animados, en otra están enteramente formados por figuras geométricas y así hasta que logran detenerse. El acceso a un dispositivo narrativo que admite la realización inmediata de posibilidades infinitas resulta ciertamente liberador para la creatividad.

La mejor versión del multiverso dentro de las producciones de Marvel aparece en una aventura del que acaso sea el personaje más popular de la compañía y que, por lo tanto, es continuamente reinventado en versiones ligeramente distintas. En la película de animación Spiderman, un nuevo universo (2018), un adolescente admirador del hombre araña llamado Miles Morales se encuentra con buena parte de las versiones alternativas de su héroe y él mismo se convierte en una de ellas. Aqui, el villano Kingpin construye un acelerador de partículas para abrir un pasaje hacia un mundo paralelo donde su esposa y su hijo todavía viven. Esta máquina amenaza con romper la trama de la realidad pero a la vez hace posible la llegada de hombres (y mujeres) arañas de otros planos que buscan impedirlo. Así se anulan sencillamente problemas derivados de años de acumulación de inconsistencias o de reversiones en diferentes medios: el Spiderman de la serie animada es distinto al de los largometrajes con actores de carne y hueso porque viven en realidades alternativas y en un multiverso interconectado pueden convivir sin contradicción.

Spiderman: sin camino a casa (2021) usa una idea similar y junta a tres hombres arañas diferentes, los de cada uno de los rebooteos cinematográficos recientes (interpretados por Tobey Maguire, Tom Holland y Andrew Garfield, quienes aparecen en el film), algo que demuestra el poder del multiverso para reparar continuidades dañadas por intereses comerciales, paradojas, descuidos del guión u otras afecciones. La productividad de las realidades alternativas permite pasar por encima de barreras legales y juntar a propiedades intelectuales de compañías diferentes, como el Spiderman de la franquicia de Sony con el de Disney/Marvel. Con Sean Connery y Roger Moore fallecidos, ya es demasiado tarde, pero alguien debió haber hecho esto mismo por James Bond. El consuelo que queda es que en otro universo seguramente existe una gran película que junta a todos los 007.

Son muchos los films que exploran la potencia narrativa del multiverso y no necesariamente dentro de la ciencia ficción dura. En el drama romántico Dos vidas en un instante (1998), Gwyneth Paltrow interpreta dos versiones de sí misma: una alcanza un subte y la otra no, un acontecimiento que transforma completamente su vida. El hechizo del tiempo (1993), Corre, Lola, Corre (1998) y y Al filo del mañana (2014) recurren a una idea similar: nos muestran como pequeñas decisiones van configurando el relato de nuestra existencia, orientándolo en una dirección y no en otra, con la salvedad que estas historias revelan muchos resultados alternativos.

La película que incorpora al multiverso a su relato de modo más explícito y literal es el estreno de esta semana Todo en todas partes al mismo tiempo de Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Michelle Yeoh interpreta a Evelyn Wang, la frustrada inmigrante china, dueña de un lavadero automático, sobre la que repentinamente cae la tarea de salvar al mundo de una entidad todopoderosa conocida como Jobu Tupaki, que consume realidades enteras. Evelyn no está sola en su misión: con la ayuda de una versión alternativa de su marido puede acceder a las capacidades de sus propias dobles alternativas, que habitan en universos paralelos, y cuyas vidas experimentaron, en algún momento, una bifurcación en su historia que derivó en resultados sorprendentemente distintos. Así como Evelyn tiene el dudoso honor de ser la más mediocre de todas sus versiones, otras son expertas en artes marciales, otras tienen salchichas en lugar de dedos (?) y otras más son estrellas de cine en Hong Kong. La película usa el multiverso para dar rienda suelta al humor absurdo y de tinte surrealista característico de sus realizadores pero en una historia que no deja de tener resonancia emocional. Este sistema de realidades paralelas se alinea gracias a la voluntad de las protagonistas para posibilitar la reconciliación de una madre y su hija y transformar de sus vidas. “Podemos hacer todo lo que queramos”, afirma Evelyn tras experimentar la infinita variedad del multiverso.

La conclusión de Evelyn, esta noción esotérica de la mecánica cuántica de que todas las posibilidades se realizan en algún lugar, se encontró con resistencia en nuestro mundo por varias razones. Una es que parece anular la moralidad: qué mérito tiene actuar bien si ello implica necesariamente que en una realidad alternativa se hará lo contrario. También, si la observación de cada partícula puede generar un universo entero, entonces la importancia del género humano (que ya tuvo que soportar la degradación impuesta por la ciencia de ser el centro de la creación a habitar en un grano de polvo cósmico al borde de una galaxia de entre millones) se reduce a un valor aún más infinitesimal. Pero tal disminución a la vez agiganta lo asombroso que resulta que una entidad tan insignificante pueda explicarse el cosmos. Por otro lado y desde la perspectiva opuesta, en una época que parece valorar ante todo la diversidad, la idea del multiverso resulta cautivante porque señala las inagotables posibilidades a las que está abierta nuestra existencia y que todas las vidas alternativas, por extrañas que parezcan, son igualmente viables, en algun lugar. Nadie puede afirmar que ese lugar no sea el que nos toca a nosotros.