Murió la actriz Haydée Padilla, a los 86 años, la inolvidable creadora de La Chona
“Lamentamos profundamente el fallecimiento de la actriz Haydée Padilla”, con estas palabras la Asociación Argentina de Actores comunicó la muerte de la artista, que en noviembre pasado había cumplido 86 años.
Además, enviaron un mensaje de aliento a su familia en este duro trance que atraviesan: “Nuestras sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos, acompañándolos en este momento de tristeza”. La actriz, que realizó una gran carrera tanto en teatro como en cine, televisión y radio, se convirtió en una figura muy popular gracias a su personaje de La Chona. La muerte de la recordada actriz se produjo esta madrugada en la ciudad de Mar del Plata, donde vivía junto con su hija.
Sus inicios y reconocimientos
En el Conservatorio Nacional de Danzas se formó y dio sus primeros pasos artísticos a principios de los años ´60 en el teatro independiente. Formó parte de la comisión fundadora del teatro Payró que lideraba Onofre Lovero, espacio clave del teatro experimental de la época. Claro que, por fuera de todo encasillamiento, no temió formar parte de espectáculos de revista.
“Me acuerdo de que era muy jovencita y siempre aclaraba que yo estudiaba ballet, en punta, danza clásica. Eso era para que no me consideraran una corista, porque estaba muy mal visto. Se habla de la Pávlova, de Norma Fontenla, de la Ruanova, pero eran seres intocables”, contó en un reportaje publicado en Alternativa Teatral. “La noche que debuté en el Maipo, cuando ya tenía más o menos 30 años, soñé con Onofre Lovero, que fue mi maestro. Él tenía una moral muy rígida. Nosotros hemos trabajado habiendo 4 personas en la platea por total respeto al público, como en obras como Solness, el constructor, que duraban como 4 horas. Era disciplina, disciplina; cosa que se lo agradezco mucho. Soñé que Lovero me perseguía y me decía, con el dedo índice levantado: ‘¡Cómo puede ser!’. Porque ¡claro!, debutaba haciendo revista. Yo nunca había ido ni siquiera a ver un espectáculo de ese tipo porque en mi familia era mala palabra. Ellos eran más del Colón, del teatro de Luisa Vehil. O si no, también, de mucho cine, mucha lectura” .
“Yo soy de origen andaluz y gallego, así que de lo que hay antecedentes es de teatralidad en lo cotidiano. Las abuelas, las tías y las primas eran muy actuadoras. Me acuerdo de las zarzuelas que íbamos a ver al Teatro Avenida. Era maravilloso. Ponían cartones en el telón para que vos cantaras las canciones. Yo me daba cuenta, con mucha ternura, que era un teatro muy convencional; pero igual lo amaba”, aseguró en esa misma nota.
Fiel a su impronta de evadir etiquetas, su trayectoria es tan vasta que su nombre figura en varios elencos de producciones que ocuparon tanto prestigiosos escenarios como éxitos televisivos y de la pantalla grande y la radio. Sobre las tablas estuvo en piezas como La ópera de dos centavos, El Hamlet del barrio judío, Jettatore, Edelweiss, Como una lluvia de magnolias, Soñar en Boedo, Acaloradas, Venecia, Gran despiplume en el Maipo, Cita a ciegas, Romeo y Julieta, Mame, La banana mecánica, La Nona o El gran deschave, entre otras. Además, por supuesto, de subir a escena con unipersonales de La Chona, su gran creación, a la que también llevó a la pantalla chica. Y claro, la actriz que se codeaba en el Payró con creadores como Agustín Alezzo, Lito Cruz o Federico Luppi, la que compartía talleres y escenarios con Alejandra Boero, Héctor Alterio y Carlos Gandolfo y toda la camada del Nuevo Teatro, fue la que dio vida a ese personaje que caló hondo en el inconsciente colectivo.
La Chona nació, según confesó en varias oportunidades, por pura rebeldía. En 1960 ella estaba haciendo en el Payró Solness, el constructor, de Ibsen; usaba un vestido de toalla en pleno verano y unos zapatos que le apretaban. Solía llegar al camarín y se quejaba, con dejo irónico, sobre el arduo trabajo de ser artista. En ese juego permanente fue tomando forma La Chona.
“ Era un yo auxiliar tomado del modelo de las señoras de Lanús. Personas que no habían ido nunca al teatro y hablaban de lo cotidiano con una brutalidad enternecedora . Me acuerdo que una vez fuimos a un velorio en Lanús, en una casa chorizo. Se sacaban todos los muebles al patio para que en la habitación quedara solamente el cajón y se pudiera velar al muerto. Y como nosotros éramos chicos, íbamos a la parte de la cocina. Ahí recuerdo a una señora con una pizza comprada, algo rarísimo, que cortó y sirvió. Al chico que se le acababa de morir la mamá y que no comía nada le dijo: ´¿Qué hacés vos? Tu mamá está en el cielo, ¿entendés? Pero vos tenés que comer’. Mirá qué brutalidad. Y el chico empezó a comer, eso es lo que no puedo olvidarme. A los tortazos, pero con la mejor buena voluntad. Lo bueno y lo malo, lo tierno y lo bruto. La Chona es todo eso”.
Y como concentraba todo eso, la Chona fue su marca, la gran creación de esta personal intérprete. Si bien el personaje nació entre camarines, producto de constantes juegos de improvisaciones, fue Eduardo Bergara Leumann quien la invitó a que presentara a esta señora de barrio en su mítica Botica del ángel. En ese lugar clave de la época la vio Alejandro Romay y le ofreció un contrato para participar en el programa Tropicana Club. Fue el llamado Zar de la Televisión quien bautizó a este personaje como La Chona. El actor y dramaturgo Sergio de Cecco, por entonces pareja de Padilla, le fue ordenando la improvisación en capítulos temáticos.
En la vida de este personaje había un marido, camionero, el Hétor. Y una cuñada, un tanto tilinga con ínfulas de grandeza. Así fue como la actriz shakesperiana formada por bajo los patrones del método de actuación de Stanislavski dio vida a un personaje tremendamente popular que llegó al teatro, al vinillo, al cine y a la televisión.
Fue tal la popularidad que obtuvo ese personaje absolutamente entrañable y sin filtro alguno que en 1971 obtuvo un Martín Fierro. En el momento de recibir el galardón, como en un gran paso de comedia, Haydée Padilla le dio paso a La Chona. En la pantalla chica fue donde le plantó batalla a los almuerzos de Mirtha Legrand: el programa se llamó Almorfando con la Chona. No había rosas rococó rosadas; en la mesa de esta señora de barrio había sifones, escarbadientes, manteles de hule y faltaban las eses.
En la televisión participó de numerosas ficciones, tanto en nuestro país como en Chile. En cine estuvo en films como El reñidero, El arreglo, Tiempo de revancha, Comisario Ferro, El telo y la tele, Los caballeros de la cama redonda, La casa en la playa y La muerte blanca. En 1999, la Asociación Argentina de Actores y el Senado de la Nación le otorgaron el Premio Podestá a la Trayectoria Honorable.
Entre sus últimas apariciones, en la televisión, fue parte de Por amor a vos, de eltrece, gracias a la cual recuerda con mucho cariño a Claribel Medina y a Miguel Ángel Rodríguez. En cine, se la pudo ver en Lluvia, de Paula Hernández; y en Amateur, de Sebastián Perillo. En teatro, su verdadero amor, en el verano de 2014, en Villa Carlos Paz, participó de Familia de mujeres, de José María Muscari, con Luisa Kuliok y, entre otras, “la amorosa” Dalma Maradona. “Me gusta cuando en los grupos hay afecto, pero no siempre pasa”, expresó en la última entrevista que brindó a LA NACION. En septiembre de 2019, además, se subió al escenario de la Botica del Ángel, en donde Alejandro Veroutis realizaba Una noche en el café concert.
Estuvo en pareja con Federico Luppi durante una década. “Me arruinó la vida”, dijo a este medio. “Podría haber sido rica. Nunca me importó, presté mucho, no importa, estuvo bien. Cuando tuve que irme a España, por ‘subversiva’, me ofrecieron una película, El gran embotellamiento. La rechacé porque quería volver a la Argentina. Ese papel se lo dieron a Annie Girardot. Bueno, es la vida. No me asusta el anonimato. Lo único que extraño es el teatro”, confesaba, hace 3 años, esta actriz de una versatilidad única.