Murió el guionista y director Rafael Filippelli, a los 84 años

Rafael Filippelli en No va más, su último film, una personal despedida del cine
Rafael Filippelli en No va más, su último film, una personal despedida del cine

En poco menos de un mes, el mejor recuerdo de la vida y la obra de Rafael Filippelli aparecerá sin duda a cada momento en todos los rincones del próximo Bafici. Allí encontró siempre, para su satisfacción personal e intelectual, un espacio considerable de difusión que otros ámbitos le negaron. Allí también consiguió un premio (mejor director en 2007, por Música nocturna, y más tarde dos de sus películas más comentadas, Secuestro y muerte (2010) y No va más (2021) abrieron y cerraron, respectivamente, la muestra.

Tarde o temprano, la obra de Filippelli encontrará seguramente en ese espacio el lugar de su revisión definitiva. O del descubrimiento, porque fue un creador que “asumió su destino marginal de manera estoica”, como se dijo una vez desde estas páginas. Cineasta y autor de una obra quizás pequeña en títulos y ajena a cualquier reconocimiento masivo, pero de extraordinaria influencia, docente y gran formador de talentosos realizadores, Filippelli murió a los 84 años en las primeras horas de este miércoles después de una breve internación en un sanatorio de esta capital. Había llegado allí para someterse a una operación menor, pero sufrió complicaciones que terminaron siendo irreversibles. El velatorio se realizará hoy, de 17 a 23, en Zuccotti (Thames 1164). El cortejo fúnebre partirá hacia el cementerio de la Chacarita el jueves, a las 11.

La obra casi secreta y rigurosa de Filippelli exige de quien se disponga a verla un primer esfuerzo de atención y concentración en el detalle. Una vez superado el aparente desconcierto que puede despertar en el espectador el despliegue de situaciones y personales en apariencia desconectadas o ajenas a cualquier impacto emocional inmediato, lo que se descubre en el realizador es una búsqueda constante del sentido y de las formas básicas del lenguaje del cine. Siempre decía que los elementos básicos de ese arte eran el guión y el montaje.

Esa mirada se resume en el título del libro que compila algunos de sus escritos críticos esenciales, El plano justo (2008), firmado junto a uno de sus mejores discípulos, David Oubiña. No fue el único. En su labor como docente, que se remite a los comienzos de la Universidad del Cine y continuó sin pausa hasta la actualidad, Filippelli fue el mentor de varios destacados realizadores que aprendieron a su lado y con el tiempo llegaron a compartir la amistad y hasta algunos de los proyectos finales de su maestro. Integran esa relevante e insoslayable lista nombres como Mariano Llinás, Sergio Wolf, Juan Villegas, Rodrigo Moreno y Alejo Moguillansky. Con el tiempo, además, el gran formador se convertiría en admirador sincero de la obra de sus grandes discípulos.

Fue justamente Wolf, uno de sus muchos discípulos, que abarcan varias generaciones de realizadores cinematográficos — muchos de ellos cursaron o fueron docentes de su cátedra de guion en la Universidad del Cine —, lo despidió en redes sociales: “Querido amigo, maestro, compañero de debates y batallas, de revistas y películas, padre de la vida y del cine, con pocos discutí y me divertí como con vos, pocos me hicieron pensar y aprender como vos. Te fuiste pero estás, vas a estar. Te abrazo”, escribió el director de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, que compartía además con Filippelli la pasión futbolística por los colores de Racing.

Casi por curiosidad

Según propia confesión, Filippelli llegó al cine casi por curiosidad. En quinto año del secundario, un compañero lo invitó una noche a la función de un cine club, de la que salió lleno de preguntas que solo podría responder si se metía de lleno en ese mundo creativo. Cuando promediaba la década de 1950 empezó su carrera asistiendo de todas las maneras posibles a realizadores clásicos de la época como Daniel Tinayre, Leopoldo Torre Nilsson, Hugo Del Carril y Lucas Demare, hasta que logró dirigir en 1961 su primer corto, Porque hoy es sábado.

Ya definitivamente afirmado en ese lugar se sumó entre 1970 y 1974 al grupo Underground, del que también formaron parte Edgardo Cozarinsky, Bebe Kamin, Miguel Bejo, Edgardo Kleinman, Julio Ludueña, Hugo Gil y Néstor Lescovich, que tomaba posición en un momento de altísimo debate desde el arte desde un lugar diferente. La militancia de estos artistas pasaba por la afirmación de la forma y el lenguaje cinematográfico.

No es que le faltara a Filippelli compromiso político en aquellos tiempos de violencia política y posturas extremas. De hecho, tuvo que exiliarse en 1976, primero a México y luego a Francia. A su regreso dirigió en 1985 junto a Emilio Alfaro y con el aporte de Andrés Di Tella Hay unos tipos abajo, quizá su película de mayor difusión a partir de una obra de Antonio Dal Masetto, símbolo a la vez de cierta reflexión sobre los años de plomo de la Argentina.

Filippelli en su último film No va más, de 2022
Filippelli en su último film No va más, de 2022

Dos años después llegó El ausente, largometraje nominado en el Festival de Cine de Moscú y en 1988 dirigió Notas de tango, fruto de la constante vocación de Filippelli por darle forma cinematográfica a algunas expresiones musicales de las que se sentía muy cercano. Luego llegaría, en esta línea, Esas cuatro notas, una película que adquiere hoy enorme actualidad porque explora a partir de la ópera Lieder Kreis la obra del gran compositor argentino Gerardo Gandini, de quien acaban de cumplirse diez años de su fallecimiento.

Sin abandonar jamás su extraordinaria labor docente, Filippelli comenzó a desarrollar como realizador una obra silenciosa en la que mezclaba su rigurosidad teórica y algunas formas experimentales, jugando todo el tiempo con una mezcla virtuosa entre ficción y documental. Las novedosas técnicas del video eran una herramienta de uso frecuente en sus manos, sobre todo cuando encaró en los años 90 una trilogía de “ensayos filmados” que dedicó a la ciudad de Buenos Aires.

Volvió al mundo de la ficción surgida de la memoria política real con la incomprendida Secuestro y muerte, provocativo acercamiento al caso del expresidente Pedro Eugenio Aramburu, protagonista de uno de los más resonantes crímenes políticos de la historia moderna de nuestro país. Presentada en el Bafici no pudo encontrar más tarde espacio para su estreno en otras salas luego de un silencioso y velado rechazo de ciertos sectores que mantuvieron la reivindicación de la lucha armada y no aceptaban miradas distintas o ajenas a las de las organizaciones que nunca dejaron de reivindicar la captura y ejecución del ex presidente después de un “juicio popular”.

Filippelli dirigió esa película a partir de La pasión y la excepción, un ensayo firmado por su esposa, la destacada ensayista e intelectual Beatriz Sarlo, quien se convirtió en una de las presencias constantes de la obra creativa del director. También lo acompañó en otro gran proyecto divulgador, la Revista de Cine, desde el cual extendía al espacio de las publicaciones su reconocida tarea docente.

Después de dedicar algunas de sus creaciones a caballo entre la ficción y el documental a creadores como Juan José Saer y Jorge Lavelli, el último gran aporte de Filippelli fue No va más, una suerte de carta personal de aparente despedida, con la certeza cercana de la muerte y de los achaques que sufría en los últimos años (EPOC, insuficiencia cardíaca) narrados en primera persona desde su propio y muy elegante departamento del barrio porteño de Caballito.

Allí también, con un humor asordinado que nunca dejaba de aparecer en su obra, Filippelli dejaba a la vista en esta suerte de confesión íntima algunos de sus gustos más destacados: los libros, las películas, los viajes, el buen jazz, la posibilidad de saborear algunos buenos tragos y una llamativa colección de corbatas inglesas.

Moreno, Villegas y Llinás estuvieron muy cerca de su maestro en esa obra definitiva, casi terminal, que Filippelli empezó a concebir a sus 80 años y codirigió con Marina Califano y Hernán Hevia, sobre un guión de Sarlo y Oubiña. Allí, a pesar del clima y la sensación de estar frente a una despedida definitiva y anticipada, Filippelli también llegaba a esbozar bocetos de futuros proyectos. Su obra siempre estuvo en permanente movimiento. Tuvo un principio, pero a juzgar por el legado que deja y las enseñanzas asimiladas por sus mejores seguidores, difícilmente tendrá un final. Su obra, secreta y todavía en gran parte oculta, está abierta a nuevos y constantes descubrimientos.