Murió Toto Cutugno, el cantante que deslumbró a Diego Maradona y llegó al corazón de los italianos en el mundo

Toto Cutugno tenía 80 años; su gran hit,
Toto Cutugno tenía 80 años; su gran hit, "L'italiano", dio la vuelta al mundo

“Lasciatemi cantare / con la chitarra in mano / Lasciatemi cantare / sono un italiano”. Desde que apareció esa canción en la década del 80, no hubo un solo argentino de origen italiano que no se emocionara escuchando cómo Toto Cutugno, su autor e intérprete, invocaba el recuerdo feliz y orgulloso de la patria lejana.

Allí pedía que lo dejaran cantar y tocar la guitarra para proclamar su identidad. Fue la primera vez que Cutugno pisó fuerte en estas tierras y se sumaba a la larga lista de voces italianas que a lo largo del tiempo supieron disfrutar del aplauso y la calidez del público argentino. Fue justamente “L’italiano”, su composición más famosa, la que le abrió aquí todas las puertas. Y enamorar a los argentinos resultó para este popular cantautor, que murió este martes a los 80 años en Roma, mucho más fácil que en el caso de la mayoría de sus colegas peninsulares. No solo por la letra, en la que no falta ninguna de las referencias prototípicas que identifica de inmediato a cualquier italiano en el mundo, sino porque contó con la inestimable ayuda de Diego Maradona.

Cuando Cutugno ganó en 1980 el Festival de San Remo con L’italiano y reveló su nombre al mundo, Maradona todavía jugaba al fútbol en nuestro país. Pero su fervor por esta canción y por la música de Cutugno creció con el tiempo, sobre todo durante el mejor momento de su carrera futbolística, que coincidió durante toda esa década con el paso triunfal por Napoli, donde fue y sigue siendo ídolo absoluto. Son muchos los que recuerdan haber visto a Maradona entonando la canción y hasta acompañando en vivo a su creador.

Para los argentinos, el recuerdo de Cutugno tiene que ver sobre todo con esa melodía y la devoción que tenía Maradona por ella. Después de todo, muchas estrellas europeas de la canción (sobre todo españolas e italianas) disfrutaron del éxito en la Argentina a partir de una sola canción antes de desvanecerse en el olvido.

Pero no fue la única. Antes y después de “El italiano”, otra de las composiciones de Cutugno encontró entre nosotros una gran repercusión. “Solo tú, solo yo” fue primero el tema musical que acompañó desde la telenovela Trampa para un soñador el romance de ficción entre Cristina Alberó y Antonio Grimau. Y con el tiempo se convertiría en una suerte de modelo de la canción popular italiana de ese tiempo, con un comienzo introspectivo, cantado casi en un susurro, que luego empezaba a crecer y hacerse cada vez más fuerte, casi estridente, exigiendo de su intérprete un considerable esfuerzo vocal. Fue tan contundente la afirmación de ese estilo que “Solo tú, solo yo” afirmó una manera de cantar típicamente italiana y hasta abrió la puerta de todo tipo de parodias alrededor de esa fórmula.

Ajeno a todas estas derivaciones, Cutugno llevó adelante en Italia una carrera reconocida y muy apreciada en el mundo musical que fue mucho más allá del éxito de un par de canciones. En su país natal, Cutugno fue uno de los grandes nombres de la canción italiana durante las últimas cinco décadas y sobre todo un gran embajador artístico de su país en todo el mundo.

Había nacido como Salvatore Cutugno el 7 de julio de 1943 y heredó de su padre trompetista el amor por la música. Su primer contacto con ese mundo lo tuvo a los nueve años, cuando desfiló tocando el tambor en la banda de la que participaba su padre. Aprendió solo a tocar la batería y después de sumarse a algunos grupos de rock (Toto e i Tati, Albatros) en los años 60 empezó a probar suerte como cantante. Después de su primera experiencia con ese último grupo en San Remo (1976) empezó su carrera solista, además de convertirse en letrista de otras grandes figuras como Adriano Celentano, que iba a ser en un principio quien interpretaría “El italiano” en la edición 1980 del gran festival italiano de la canción.

Pero cuando Celentano se negó al decir que no tenía por qué demostrarle a los demás lo evidente (que era un italiano verdadero, como dice la canción), Cutugno decidió tomar en sus manos el desafío. Fue tan grande la repercusión del tema en San Remo que desde allí el tema no dejó de reproducirse en todo el mundo (a través de versiones en múltiples idiomas), mientras su autor viajaba sin parar para emocionar a los emigrados italianos con el recuerdo de la patria lejana a través de un tema que hablaba del spaghetti al dente, de la crema de afeitar a la menta, de la bandera tricolor colgada en los balcones y del Fiat 600 “flojo de carrocería”.

Hombre de temperamento melancólico y vida reservada fuera de los escenarios, Cutugno pasó en total 15 veces por San Remo (junto a Al Bano, Milva y Peppino Di Capri tiene el récord de participaciones), vendió 100 millones de discos con sus temas en todo el mundo, fue animador televisivo (condujo en 1991 La vela d’oro junto a Raffaella Carrá) y encontró, sobre todo en Europa del Este, una popularidad similar a la que supo cosechar en su país.

Este vínculo abrió en los últimos tiempos, cuando Cutugno ya padecía un irreversible cáncer de próstata, una nota ingrata. Como en su momento de apogeo llegó a grabar una versión de “El italiano” en Moscú con la Orquesta del Ejército Rojo, un grupo de diputados ucranianos lo denunció por su supuesto apoyo, como agente externo, de la invasión rusa e integrante “de la asociación de amigos de Vladimir Putin”. Lejos de esas acusaciones, toda la comunidad musical italiana (de Laura Pausini a Gianni Morandi, de Enrico Ruggeri a I Nomadi) despidió con tristeza desde las redes sociales al cantautor que en su canción más famosa se autodefinió con orgullo como “un italiano verdadero”.