El papel fundamental de los burros salvajes en el desierto de Sonora

Caballo abriendo un pozo para abrevar en el desierto de Sonora. (Crédito imagen E.J.Kundgren el al. / Science).
Caballo abriendo un pozo para abrevar en el desierto de Sonora. (Crédito imagen E.J.Kundgren el al. / Science).

La ciencia tiene historias muy curiosas. ¿Sabíais que los equinos se originaron en América, y que tras extenderse por todo el planeta terminaron desapareciendo en su tierra de origen hace unos 12.000 años?

Los burros y caballos que tan rápidamente asociamos al paisaje histórico norteamericano, volvieron a América en las naves de Colón, y jugaron un papel importantísimo en la conquista europea del nuevo mundo. Luego, una vez que dejaron de ser útiles como bestias de carga o como medio de transporte, muchos de aquellos animales fueron abandonados en la naturaleza, donde prosperaron enormemente. Las palabras españolas “burro” y “mustango” (esta última adaptada al inglés como “mustang”) han sido de hecho adoptadas por el estadounidense medio para referirse a los asnos y caballos cimarrones, es decir asilvestrados.

De un tiempo a esta parte, ambas especies equinas han sido perseguidas por los naturalistas en Norteamérica, que los tratan igual que a cualquier otra especie invasora. Algunos salvajes, tal vez amparados por dicha idea, se han entretenido matando a asnos asilvestrados (véase esta nota), criaturas que por otro lado se han adaptado estupendamente a climas tan duros como los del desierto de Mojave o Sonora. Para ser justos hay que decir que también existen muchos norteamericanos que se han movilizado para evitar la matanza de asnos creando proyectos como The Wild Burro Project.

Lince rojo bebiendo en uno de los pozos abiertos por los caballos en el desierto de Sonora. (Crédito imagen: E.J. Lundgren el al. / Science).
Lince rojo bebiendo en uno de los pozos abiertos por los caballos en el desierto de Sonora. (Crédito imagen: E.J. Lundgren el al. / Science).

Ahora, según puedo leer, un estudio acaba de probar que lejos de dañar al ecosistema, los burros y caballos podrían estar jugando un papel protector que en realidad estaría ayudando tanto a la flora como a la fauna local. En efecto, la capacidad de supervivencia de los equinos les lleva a excavar pozos en busca de agua. Estos abrevaderos en el desierto, parecen estar saciando la sed de muchas de las criaturas endémicas del desierto de Sonora, emplazamiento compartido por México y Estados Unidos (este último en los estados de Arizona y California).

Si lo sabemos es gracias al trabajo de Erick Lundgren, actualmente biólogo de la Universidad Tecnológica de Sydney. En el pasado, mientras Lundgren realizaba trabajos técnicos sobre el sistema fluvial del oeste de Arizona, el investigador descubrió que los burros podrían cavar pozos profundos en busca de agua. Como biólogo, Lundgren sabía que los elefantes africanos tenían una costumbre similar de la que se beneficiaban múltiples criaturas durante la época de sequía. ¿Podrían estar los burros y caballos de Arizona haciendo algo similar?

Para encontrar respuesta y dado que había leído que ambas especies estaban catalogadas como “agentes peligrosos para la biodiversidad” en Norteamérica, Lundgren y varios colegas situaron trampas fotográficas en varios lugares del desierto de Sonora. Lo que descubrieron fue que ambas especies equinas podrían excavar pozos de hasta dos metros de profundidad, de los que luego varias especies se beneficiaban. Divisaron linces, ciervos, jabalís y coyotes abrevando en los pozos, pero también a aves como el arrendajo de los matorrales de Woodhouse. También observaron varias especies de árbol cuyas raíces partían de los pozos, lo que implica que la flora local también sacaba partido de la labor “radiestésica” de los equinos.

Un cérvido hembra y su cría abrevando en un pozo abierto por los burros y caballos. (Crédito imagen: E.J. Lundgren el al. / Science).
Un cérvido hembra y su cría abrevando en un pozo abierto por los burros y caballos. (Crédito imagen: E.J. Lundgren el al. / Science).

En vista de las pruebas, el citado biólogo cree que debería reconsiderarse la clasificación de ambas especies de équido para eliminar la etiqueta “biología invasora”. En la actualidad existen menos de 9.000 burros en el oeste de los Estados Unidos. Lejos del glamour de sus primos los mustangs, que se han convertido en una especie de emblema nacional, poca gente presta atención a los asnos, pese a que como vemos, parecen estar jugando un papel benefactor para el medioambiente.

En vista de las pruebas... ¿Qué es lo más justo? ¿Permitir que esta especie prospere en su cuna ancestral, o acabar para siempre con su presencia? (Probablemente para ser sustituidos por cabezas de ganado, añado).

El trabajo del equipo de Lundgren se ha publicado recientemente en Science.

Me enteré leyendo Zmescience.com

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