Y todo por una nariz: la guerra abierta por la prótesis de Bradley Cooper en “Maestro”
Pianista, compositor, autor, director de orquesta, creador de las melodías de West Side Story… Leonard Bernstein fue todo eso y mucho más. Tal fue su talento y el tamaño de su obra que ahora, casi 25 años después de su muerte, Bradley Cooper ha decidido llevar a la pantalla en Maestro su vida en una biopic que protagoniza, escribe, produce, dirige y estrenará en varios festivales en septiembre, llevará a las salas en noviembre y, en diciembre, a Netflix.
La comedia que destronó a Agente Stone en Netflix y se convirtió en la más vista en la Argentina
Hace apenas unos días y tras meses de expectación se pudo ver el primer trailer de la película, y su poco más de un minuto de duración levantaron críticas. Porque, más allá de Leonard Bernstein y de su esposa, Felicia Montealegre, interpretada por Carey Mulligan, la protagonista del metraje era una sorprendente convidada de piedra: su nariz.
Porque Bernstein, nacido en Massachusetts de padres inmigrantes ucranianos, era judío, y sus rasgos mostraban su herencia. Como autor de la película, Cooper — de ascendencia irlandesa e italiana, y que no es judío — ha decidido dotar a su personaje de la característica nariz del compositor, algo más ancha y grande que la suya, fabricada con una prótesis.
Algo que ha desatado molestias y críticas en algunos sectores. Por ejemplo, uno de los críticos del medio especializado The Hollywood Reporter, Daniel Fienberg, llegó a calificar a la prótesis de “problemática” en Twitter. El debate sobre una nariz ha llenado páginas de periódicos y horas de debate de televisión en las tertulias estadounidenses. Ahora, incluso las más funciones de organizaciones judías han salido en defensa de Cooper.
Antes, lo hicieron también los familiares de Bernstein, que apoyaron la decisión creativa de Cooper a través de un comunicado. “Nos rompe el corazón ver cómo se tergiversan y malinterpretan sus esfuerzos. Bradley eligió usar maquillaje para hacer mayor su parecido, y estamos perfectamente de acuerdo con ello. Y tenemos claro que nuestro padre también habría estado de acuerdo. Resulta que sí, que Leonard Bernstein tenía una nariz grande y bonita”, afirman Jamie, Alexander y Nina Bernstein, que han explicado que el actor y director les incluyeron “en todos los pasos” de la creación de Maestro. “Cualquier queja y llamada de atención acerca de este tema nos parece, sobre todo, un intento hipócrita para bajar un escalón en alguien con éxito, una práctica que observamos muy a menudo en nuestro propio padre”.
Las críticas han llegado hasta la llamada Liga Antidifamación, una poderosa asociación judía estadounidense con más de un siglo de historia que busca luchar contra el odio a los judíos; entre otras tareas, es un observatorio que señala prácticas abusivas, o ayuda al FBI a identificar a grupos extremistas. La Liga ha enviado un breve comunicado al medio especializado en entretenimiento Variety en el que tratan esta cuestión: “A través de la historia, los judíos a menudo han sido retratados en películas antisemitas y en propaganda con narices grandes y ganchudas. Esta película, que es un retrato del legendario director Leonard Bernstein, no es nada de eso”. Es decir, apoyando que se caracterice así a un personaje y se dé la vuelta a esa caracterización para apropiarse de la narrativa: sí, hay narices grandes, pero no se trata de ninguna burla.
La nariz, claro, va más allá de la propia nariz. Va sobre la representación de la cultura judía, por un lado, pero también por la de qué actores y actrices se meten en papeles que no se concuerdan con ellos mismos. La actriz y activista británica Tracy-Ann Obermann, judía, criticó también a Cooper en sus redes (ya ha borrado la publicación), y afirmó que el hecho de que el actor se pusiera un postizo para ella era “y para tantos otros es el equivalente a pintarse la cara de negro o de amarillo” para interpretar a personajes negros o asiáticos, una práctica obsoleta que se ha llevado a cabo durante décadas.
“Si Bradley Cooper no lo logra solo con su actuación, entonces no le fichéis, poned a un actor judío”, afirmaba — quizá no teniendo en cuenta que Cooper es guionista, productor y director de la obra y que se ha fichado a sí mismo —, El hombre elefante, que llevó una escena a Broadway.
La crítica colma el vaso de una serie de gotas recientes, donde se ha atacado a Cillian Murphy, irlandés y católico, por metros en la piel del físico nuclear Robert Oppenheimer, judío, en la película de Christopher Nolan. Fue afeado por uno de los críticos del medio judío The Jewish Cronicle. “Esto puede ser porque, por parte de algunos de los actuales creadores de historias, hay cansancio, aburrimiento por los judíos, y un modo extraño y constante por el que la historia de Occidente, a menudo para su propia desgracia, los ha colocado en el centro de la misma. El aburrimiento llega a borrar a los judíos, y ese borrado se duplica con ese complaciente casting de no judíos como figuras judías grandes y complejas de la historia”. También han arreciado las críticas porque la ex primera ministra israelí Golda Meir ha sido interpretada por la británica no judía Helen Mirren en la reciente película biográfica Golda.
Hecho en Argentina: las cuatro películas dirigidas por Pablo Trapero que aterrizaron en Netflix
Ahí entra la cuestión de los límites. En 2015 hubo voces discordantes porque Eddie Redmayne interpretó el papel de la transexual Lili Elbe en La chica danesa. En 2016 Scarlett Johansson ya fue muy criticada por meterse en la piel de un personaje japonés en la adaptación del manga Ghost in the Shell; en 2018 las voces fueron aún más fuertes cuando fue fichada para hacer de un personaje transexual en la película Rub &, tanto que acabó haciendo el papel. En 2020, Halle Berry también se dedicó decir no a otro donde interpretaba a un transexual: “Comprendo que no debió haber considerado ese personaje y que la comunidad transgénero debería tener innegablemente la oportunidad de contar sus propias historias”.
El año pasado, Tom Hanks, llegó a decir en una entrevista en The New York Times que un día de hoy no interpretaría el papel del enfermo de sida homosexual Andrew Beckett de Filadelfia que le valió su primer Oscar. La cuestión de la raza, el género e incluso la nacionalidad están encima de la mesa. Sin embargo, la de la religión no lo estaba. Hasta ahora. Una nariz ha entrado en escena para replantearlo.